Un programa de Telecinco, 'Cámbiame', ofrece una mejora de la vida con solo cambiar el estilismo de una persona. En Estados Unidos abundan estos engendros de programa
MADRID. Siempre decimos en esta columna que la vergüenza ajena es el motor de la televisión del siglo XXI. Ver a la gente hacer el ridículo y ponerse en evidencia nos hace gracia. Guilty pleasure lo llaman en tierra de herejes, que de cultura popular son los que más saben. Pero todo tiene un límite y una cosa es la vergüenza ajena y otra la degradación.
En el programa Cámbiame de Telecinco es a lo que se dedica, a degradar a la gente. Con muy buenas intenciones, muy buenas palabras y disimulándolo muy bien, por supuesto, pero degradando. Por ejemplo, en su última entrega ejecutaban el "cambio" de una chica que desde niña había tenido aspecto de chico.
Le gustaba más jugar al fútbol, etcétera. Es algo muy habitual. Ahora, de mayor, había tenido una hija y en el colegio se reían de ella porque su madre parecía su padre. Llorando, esta mujer llegó al programa a pedir ayuda a los estilistas para que la transformaran en alguien "más femenino". El encargado de hacerlo, Pelayo Díaz, la tranquilizaba mientras la iba "convirtiendo", le decía que para él tenía muchísima sensibilidad y era muy femenina, así pretendía consolarla. En resumen, que una mujer, si no tiene de nacimiento lo que se considera "comportamiento femenino" está mal y hay que corregirlo.
Cuando uno ve esto se subleva. Desde el punto de vista de la moral, convendría discutir si no sería más ético hacer un programa sobre unos sicarios que vayan a darle una paliza a la gente que se ríe de esta chica por ser "poco femenina". Le pones los dientes en el bordillo y le das una patada en la nuca con las botas militares y tenemos minuto de oro fijo. Sinceramente, la violencia es menos inmoral que coger a una chica que sufre porque la critican por ser poco femenina y convertirla en más femenina para solucionarlo.
La transformación no fue menos degradante. Especificaron que llevaba mucho tiempo sin depilarse y mostraron un primer plano la cinta adhesiva llena de pelos. "La hemos tenido que depilar entera", decía Pelayo. Como si fuera un animal.
El único momento cómico fue involuntario, como era de esperar. Se la llevaron a la calle Fuencarral de Madrid a comprar ropa de moda. En esta calle, antaño un buen lugar para comprar heroína, se encuentra la mayor concentración de tiendas de ropa modernas de la ciudad. Cuando le sacan los modelitos en una de ellas, Carme, que así se llamaba la chica, dice que le parecían ropas de señora mayor, que no quería ponerse eso. Y efectivamente, así es. El rollo vintage es lo que tiene cuando lo juzga alguien inocente.
Al final, tras la depilación y la elección de un vestido, Carme aparecía detrás de un telón con música lacrimógena y mucha emoción. La habían convertido en una "mujer real", aunque de lo que tenía pinta era de presentadora de un informativo por los dos dedos de maquillaje que llevaba en la cara.
Insultante, deplorable, despreciable, asqueroso, vejatorio, triste, lamentable, patético, odioso, arroz con cosas... pónganle el calificativo que ustedes quieran, lo cierto es que el mundo será un lugar en el que se respirará mejor cuando una mujer no tenga por qué ser "femenina" para que no se rían de ella. Y la cosa todavía puede ser peor. Un candidato a la transformación que aparecía antes de ella decía que era "gordito homosexual" y que por eso "siempre le habían perseguido las etiquetas" y quería cambiar. Terrorífico. Ya la propia canción del programa lo dice todo, la letra arranca así: "me cansé de sentir que no valía".
Conscientes del abyecto espectáculo que presentan, no faltan apelaciones a la autoestima de la plebe, piropos a los candidatos, lo cual es todavía peor, porque demuestra que toda la farsa es a conciencia.
Este tipo de idea, en cualquier caso, no es nueva. Ya hubo Cambio radical con Teresa Viejo, que estuvo rodeado de polémica. Era la adaptación de Extreme makeover, un programa sobre el antes y el después de una operación estética. Lejos de fracasar, actualmente, este tipo de espacios lo petan en las cadenas estadounidenses.
En FOX Life está How do i look, mucho más degradante que el programa de Telecinco que acabamos de comentar. Cogen a una persona supuestamente poco bien vestida y, con un aspirador gigante le chupan todo lo que tiene en el armario. A continuación, delante de sus amigos y familiares, le van probando nuevos modelitos para que vaya por la vida "correctamente".
En ese cónclave les dicen de todo ¡los suyos! Como que se viste como una puta, suelen aparecer hijos diciendo que les da vergüenza que su madre vaya a recogerlos al colegio con lo mal que viste. Un show.
En E! Entertainment hay varios más. Uno, Dr 90210 es sobre operaciones de cirugía plástica, lo presenta un médico de prestigio. El hombre te opera y te deja mejor, dentro de la locura que es meterse en un quirófano por razones de estética.
Pero luego de madrugada hay otro que es terrorífico. Operaciones fallidas, otros dos cirujanos se dedican a corregir casos extremos. Se hace con ciertas dosis de humor, pero es que los clientes que tienen son en su mayor parte personas con graves desequilibrios mentales. Mujeres con tetas descomunales, ancianas que se han sometido a constantes operaciones, etcétera. El tío ese que quería parecerse a Justin Bieber y se murió aparece un par de veces.
Y además, gente sin recursos que ha ido a operarse a México y vuelve hecha a Estados Unidos hecha un Cristo. Salió un caso por ejemplo de una que le habían metido un material de construcción como si fuese botox y tenía unas infecciones tremendas. Otra, que la operaron con hielo, porque no había anestesia. Presentan verdaderas tragedias como algo para echar el rato jiji-jaja.
Sobre todo en el caso de las personas transgénero, que abundan en el programa, y que deben tener reconocido el derecho a este tipo de operaciones en un sistema público de salud.
Dicen que el capitalismo crea necesidades que no tienes para venderte chorradas y ahora se conoce que estamos en la fase de que te sientas una mierda si no dedicas todos tus esfuerzos económicos, físicos y mentales a cumplir con el estereotipo, a menudo inalcanzable, de perfecto pintamonas.