Vinos singulares en tiempos extraños

Uvis raris, Maris

Volvemos, hedonistas, porque la vida sigue, rara, pero sigue y aunque sea de cabeza queremos viajar, beber y comer, hoy con vinos de uvas tan imposibles como auténticas, tía

| 17/04/2020 | 5 min, 16 seg

Las rara uvis que generan raris vinus. A veces únicas y desconocidas, en ocasiones mutantes de nombre con orígenes populares. Autóctonas que se aferran a su tierra con fuerza para resurgir con el poderío de los tiempos de mirar al pasado. O traviesas saltarinas que se instalaron en un lugar que, aunque no les correspondía, lo hicieron suyo y hogar. Porque no es la uva, es la viña, el suelo y su paisaje. Y así, a lo loco y fuera miedos, cerramos los ojitos para emprender un paseo entre viñedos y su luz.

Y empezamos vuela que vuela hasta el norte de prado y mar de fondo con el Vulpes 2018 (Entre Os Ríos). Branco lexítimo, también llamado raposo y albarín blanco. Varietal entre Galicia y Asturias que en este caso se queda en Terra do Barbanza e Iría. Historia a su paso de enraizadas raíces y con sus muchos matices. Acidez estructurada, con su chicha en equilibrio. Cítricos bonitos al lado de uno de los platos del día de raro nomine, una sopa boba, tonti.

El Calambur Moravia 2016 (Bodegas Recuero), no es ni más ni menos que eso, variedad moravia, brujidera, crujidera o trujidera, que nos mola la pera. Inmersión en la Guzquía y sus orígenes con vistas a las viñas más presiosas. Baño de fruta intensa con la madurez justa y un barreño de moras bien negruzas y gordotas.  Largo paseo de agradable conversación con final en la mesa entre duelos y quebrantos.

Nos vamos hasta Hungría y la región de Tokaj para llenarnos de estampa incomparable con el Chateau Megyer Harslevelu Selection 2014 (Chateau Pajzos Megyer). Fruto de la llamada harslevelu, uva blanca con referencias a hojas de árbol, que se muestra tímido y recatado. Pero tiene la personalidad suficiente para destaparse con amielados frutos secos en exótica concordancia al lado de un atascaburras, para que no te aburras.

De vuelta a España nos vamos a las buenas tierras valencianas con La Mujer Caballo Verde 2018 (Fil. Loxera & Cia). Ojo de perdiz única en el mundo que invita a investigar orígenes y recuperar momentos extraviados. Pequeñita y tan rebelde que nos negamos a darla por perdida y la bebemos entre balsámicos aromas de potencia contenida. Elegancia corpulenta que tomamos con un buen morteruelo.  

De California a Turquía pasando por Toledo

Nos subimos a un avión imaginario para ir a California y bebernos un Keep Wines Delta White 2018 (Keep Wines). Aquí nos topamos con uvas emigrantes que partieron desde Italia a hacer las américas. Mitad cortese, mitad falangina, es un blanco amplio, cremoso y fermoso. Puntitos salinos y su toque de humo en barbacoa que se hace religión. Y ponemos en las brasas unas japutas que comeremos asadas y en su punto.  

En la toledana Santa Cruz del Retamar nos encontramos La Verdosa Bruñal 2018 (Bodegas Arrayán). Bruñal que dicen albarín negro, baboso negro o alfrocheiro preto, de compacta solidez. Un tinto ligero y elegante que regala floridos ramilletes de frescura total. Y tal cual nos lleva a unos campos de los de caminata en silencio y muy pensar. En ellos, claro, los amigos con los que pronto volveremos a reunirnos delante de unas carcamusas.

Damos otro bote y nos plantamos en Turquía entre plantas de hasandede, uva blanca que llena la botella del Hasandede Winehouse 2018 (Vinkara Winery). Campos de flores ondeantes y fragantes en aire que corre liviano. Balanceo entre peritas jugosonas, acidez muy en el sitio y un aquel de su amargor. Recuerdos de aventuras pasadas que nos ayudan a pensar las futuras mientras le damos al ajoatao.  

Nos vamos a Terra Alta con La Personal 2016 (Edètaria), garnacha peluda muy de Cataluña y Aragón, hermana chica de la garnacha sin más ni menos. Escasa y bien querida es requerida cada día un poco más, y en este caso es monte de desbocada intensidad. Hierbas herbáceas de las que queremos, con su singularidad de ser diferente. Ciertospelos que nos hacen arrumacos y nos ofrecen una suculenta olla podrida.

Hago chas y aparezco en la viña, niña

Hacemos Chass 2018 (Orly Lumbreras Viñador) y aparecemos en Gredos con la chasselas doré, variedad blanca cultivada en Suiza, Francia, Alemania, Portugal, Hungría, Rumanía y Nueva Zelanda. Cosmopolita que aparece aquí por arte de magia y ya que está, tracatrá. Naranjismo y naturez limpito y moderado. Con su buen contrapeso y un pelín de volátil voladora, resulta tan grato y nos congratulamos ante un plato de caldo de parida.

Nos presentamos en el País Vasco para sumergirnos en acuarela como pocas, con pintura verde y azul. Y nos sorprende un Tantaka tinto 2018 (Juanjo Tellaetxe) de hondarrabi beltza. Txakoli tinto jovial y personal. Acedía y rocas duras que se agarran para no dejarnos caer. Campiña de refrescante lozanía que cuadra a la perfección con una ropa vieja.

Surcamos mares para llegar a isla querida, que nos espera Córcega y su Clos Venturi 1769 Sciaccarellu 2017 (Clos Venturi). Uva sciaccarellu, autóctona del lugar que crece entre violetas y matojos de frutos rojos. Medicinales aromáticos y sencillez con pocas bobadas, que es delicada. Finura y agilidad para hacer las cabriolas más inauditas, y le pedimos un poco de calma, que se vienen unos huevos tontos.

Terminamos en Georgia, que nos negamos a dejar las fantasías. Allí tenemos el Bimbili 2019 (Gurgenidze Wines), tinto de mudjuretuli que nos pone una granada dulce y jugosa entre las manos. Explosión de pirada expresión e ímpetu impropio. Lozano y espontaneo, se guarda una bolsita de chuches de las ricas y no nos cortamos un pelo al ponerlo junto a un bollo preñao.

Así nos despedimos, invitando a soñar sin miramientos, descubrir a los extraños y crecer cada día en novedad con lo poquito que tengamos. En casa, sí, pero que la vida nunca pare.


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