Placeres culpables. “Guilty pleasures”, si nos ponemos estupendos. Los hay cinematográficos (Armaggedon, que mala como el pecado, pero…) los hay musicales (“Tell me why / Ain't nothin' but a heartache…”) y desde luego los hay carnales: resulta que a Francisco Umbral le perdía Ally McBeal. Si es que no somos nadie.
Pero a lo que vamos, que aquí los que nos interesan son los placeres culpables gastronómicos; esos pequeños cachitos de vicio de los que no podemos (¡no queremos!) prescindir. Y es que quizá no sean la cosa más saludable del mundo (no suelen serlo) -y desde luego no estamos haciendo del mundo un lugar mejor jalándonos esa bolsa de Fritos Barbacoa comprada el domingo por la tarde en la gasolinera, pero… ¿y lo absolutamente imprescindible que era para no pegarnos un tiro? ¿y lo felices que somos (como gorrinos, nunca mejor dicho) tras abrir la bolsita y olisquear el tesoro rociado en sospechosas sustancias aromatizantes como un gatete en celo? Nos merecíamos ese maldito premio. Nos lo merecíamos.
Y como no quiero caer en aquel proverbio bíblico tan cierto y tan cursi que dice algo así como “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”, aquí va mi confesión, sin medias tintas: me pirran las patatas fritas de bolsa, los pastelitos de la Pantera Rosa y el Maxibon Cookie. Las palomitas de Yelmo Cines (todas, pero más las de Yelmo), las habas fritas (ajá) y la pizza con salami de ocho pavos de Alfredo´s. Las bravas con mucho alioli.
Pero no soy el único: nuestros cocineros y cocineras tampoco se quedan cortos en el noble arte de liarla parda, de no andarse con tonterías ni con el “qué dirán”. Quizá nunca lo suban (¡cobardes!) a sus perfiles de Instagram, pero les pirran las gorrinadas como a ti o como a mí. O más. A José Gloria de Taquería La Llorona y Casa Amores le pierden las alitas picantes de pollo del KFC y los fresones de Haribo, al “samurai del nigiri” Diego Laso de Momiji los nachos (así, a lo bestia) y a Karlos Moreno de Mui Rambleta le va lo dulce: el helado de macadamia de Häagen Dazs, la tableta de Milka rellena de galleta, una cucharada a secas de Nutella o la hamburguesa yankee de Goiko grill…
Andrés Pereda de Komori un buen perrito caliente con todo: pepinillos, patatas fritas, cebolla crujiente, tomate y mostaza, o con chile con carne; Nacho Romero de Kaymus solo se deja embaucar por unos pepinillos en vinagre y Edu Espejo de Honoo nos sorprende con las piruletas de lengua pica-pica. Esa no nos la esperábamos, Edu.
A Pablo Chirivella de Tavella las berlinas de chocolate, a Carlos Julián de Ampar rebañar una bandeja de pollo asado con una barra de pan y a la inigualable María José Martínez de Lienzo el Chupa chups de manzana verde ácida: “Los he agotado en todas las gasolineras de camino a Murcia”. Osos de Haribo y dulces con picante mexicanos para Karla Chapera, los fiambres y embutidos de Tino Marvi (“Me encanta salir de excursión y venir cargado”) y un pedazo de pulled pork bien cargado de jugo para Alejandro Platero, Rock n´ Roll para Platero. Las chuches de Julio Colomer, el ‘pan con fuet’ de Raúl Resino y el chocolate, ¡chocolate!, de Rakel Cernicharo.
Yo intuyo que crecer (también) es dejarse de tonterías dejar de llamar ‘culpables’ a estos maravillosos placeres. Placeres, y punto.