VALÈNCIA. Hace ahora seis años que el Museu de Belles Arts de València dio por terminada la quinta fase de su proceso de ampliación, con el fin de los trabajos en la conocida como Fase V, un proceso tras el que la pinacoteca ampliaba notablemente su espacio expositivo. No fue hasta 2019, sin embargo, que recibió las primeras obras de arte, aunque lo hacía con un carácter temporal, pues sobre la mesa seguía la remodelación global del contenido del centro, para la que cada año el Ministerio de Cultura promete invertir pero que no termina de llegar. Entre una cosa y otra, el museo ha querido avanzar casillas dando forma a lo que será el nuevo modelo de Museu de Belles Arts, con una reconfiguración de las salas de colección permanente que en este año se está centrando en este 'nuevo' edificio y que dejan como cuenta pendiente las acciones más costosas y que requieren de la aportación del gobierno central, como la revisión de elementos estructurales de otras zonas del museo o el traslado de piezas de mayor tamaño.
Con esta revisión de los espacios “más modestos” de la pinacoteca se está dando forma a ese “museo del siglo XIX y principios del XX” en el que se convertirá el bautizado como edificio Pérez Castiel, un proceso que se está atacando con la creación de nuevas salas monográficas que sirvan para contar la colección a través de la biografía de algunas de sus firmas clave. “La idea es ir recuperando la riqueza de la colección de esta institución, una de las más relevantes de España. El Museu de Belles Arts tiene una obligación ética de reivindicar a las grandes figuras del arte valenciano”, relata el director del museo, Pablo González Tornel. La pinacoteca da ahora “un paso más” en la aplicación del plan museológico –“motu propio”, apunta el director- con la apertura de dos nuevas salas de colección permanente, una dedicada a Ignacio Pinazo y otra a los Benlliure, José Benlliure Gil y su hijo José Benlliure Ortiz, un movimiento que llega apenas unos días después de que se inaugurar la sala monográfica de Muñoz Degrain, una apertura que en este caso sirve como prólogo de la conmemoración del centenario de su fallecimiento, que se celebra en 2024.
Esta reconfiguración sirve de avanzadilla a la remodelación global de la pinacoteca y, además, viene aupada, tal y como avanzó este diario, por la reciente recepción de nuevos fondos de los mencionados artistas. Fue el pasado año cuando la Generalitat Valenciana adquirió la Colección Lladró que, tras ser expuesta de manera íntegra en el antiguo edificio de Correos, aterriza ahora en un museo que será su casa definitiva, una colección que aporta interesantes piezas con las que completar el relato, en este caso, de Benlliure y Pinazo. También entra en juego la colección recibida del extinto Círculo de Bellas Artes de València, que desapareció en 2019 ahogado por los problemas económicos, o los depósitos del Museo del Prado. Estos movimientos se traducen hoy en la apertura de dos salas que suman en total treinta y seis obras de ambos artistas, de las cuales algunas se exponen por primera vez en el museo.
Con este movimiento, el museo subraya la importancia de la figura de ese Pinazo “precursor de la pintura moderna” en el territorio valenciano, una figura que, como Sorolla, está profundamente marcada por la ciudad de Roma. En su caso, sin embargo, en un primer momento no le fue concedida la beca de la Diputación de València, de la que gozó el pintor de la luz de bien joven, una negativa que llevó a Pinazo a marcharse por su cuenta y riesgo a Italia. Allí entró en contacto con Domenico Morelli y el grupo de los ‘macchiaioli’ y conoció la obra de Mariano Fortuny, quienes marcaron profundamente su acercamiento a la pintura. No sería hasta 1876 cuando finalmente consiguió la pensión de la Diputación, tiempo en el que firmó algunas de sus obras más emblemáticas como Juegos icarios, El guardavía o Las hijas del Cid.
Tras su regreso a València en 1881, Pinazo se convirtió en un retratista de éxito y también participó con frecuencia en los certámenes nacionales con pinturas de carácter histórico, un tiempo marcado por su mudanza a Godella a causa de la epidemia del cólera, una marcha que sería definitiva y que lo alejaría de los grandes núcleos artísticos y económicos, algo que puede justificar que pueda ser percibido como un pintor “más local”, apuntó González Tornel. Aunque la sala cuenta con algún paisaje destacado, es el retrato el que marca el ritmo del recorrido expositivo, una colección que presta especial atención a un retrato infantil que presenta con una “dinámica y psicología propia”, un acercamiento que trata de comprenderlos como niños y no como “adultos pequeños”. Otras piezas destacadas son los retratos de Manuel Comas o de la Condesa de Trénor.
La segunda sala que abre sus puertas esta semana en el Museu de Belles Arts es la dedicada a la "polifacética dinastía" Benlliure. José Benlliure Gil se formó en València con Francisco Domingo Marqués y obtuvo un éxito temprano en Madrid, donde retrató a los hijos del efímero rey Amadeo de Saboya. En 1879 se trasladó a Roma, ciudad a la que permaneció ligado toda su vida y en la que ocupó el cargo de director de la Real Academia de España entre 1904 y 1912. Allí mantuvo abierto durante décadas su taller, en el que desarrolló una producción marcada por el costumbrismo, de factura rápida e inmediatez realista, que también coqueteó con una pintura de ámbito fantástico, con deliciosos ejemplos como La visión del Coliseo o La barca de Caronte.
En torno a él y a la ciudad eterna se formó su hijo José Benlliure Ortiz, conocido como Peppino, un "excelente" paisajista con una técnica abocetada y moderna tendente a la abstracción, como puede verse en su Vista de Roma, "uno de los paisajes más modernos de la colección" del museo que presenta una ciudad descompuesta en manchas geométricas de color. También destacan algunas piezas de carácter costumbrista, con especial atención a la figura femenina y un "cierto tono" de crítica social, algo que se puede ver en piezas como Salida de misa, una de sus principales obras. Formado también al lado de Sorolla, un aprendizaje centrado "más en lo conceptual que lo formal, la carrera de Peppino quedó truncada por su prematura muerte, cuando apenas superaba los treinta años.
La inauguración de ambas salas se conecta con dos de los movimientos que marcarán la última parte del año en el museo. Por una parte, la inauguración de la exposición temporal en torno a la Real Academia de España en Roma, una institución por la que han pasado “todas las generaciones de artistas españoles de renombre”, también esos Pinazo y Benlliure que también estarán presentes en la muestra, aunque sin desvestir estas nuevas salas. El siguiente movimiento tiene que ver con la apertura de la cuarta sala monográfica prevista para este curso. Cómo no, es el turno de Sorolla. La pinacoteca recuperará un espacio propio para el pintor, del que se conmemora en 2023 el centenario de su fallecimiento, un espacio que tiene previsto abrir sus puertas a final de año y que ya ha recibido su primera obra –precisamente, de la Colección Lladró-, la imponente Yo soy el pan de la vida, que ya se puede visitar.
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