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VALÈNCIA. El propio Antonio Montiel admite que se siente decepcionado por la decisión final que ha adoptado Les Corts. Su intención nunca fue, ni mucho menos, ésa. Pero la realidad es que ahora uno de los últimos vestigios romanos que queda en la ciudad, los del solar de la calle del Salvador, se hallan escondidos bajo tierra, tapados como si nunca hubieran sido descubiertos, como si no existieran.
Y todo parece indicar que seguirán así durante muchos años. “Tardaremos una generación en volver a verlos”, se lamenta el historiador César Guardeño, de Círculo por la Defensa del Patrimonio. “La forma de proceder de Les Corts con el solar de la calle del Salvador ha sido lamentable y vergonzosa”, sentencia.
La historia se remonta a hace más de dos décadas, cuando aparecieron los restos romanos en lo que tenía que haber sido la residencia del president de Les Corts, un proyecto impulsado por el fallecido Vicente González Lizondo. Una vez bloqueada la propuesta de la vivienda oficial, se planteó la posibilidad de instalar allí la Biblioteca de Les Corts. Esta última propuesta también se desestimó.
En los últimos años el abandono del solar se había convertido en una cuestión de salubridad. Además del abandono patrimonial, “estamos hablando del kilómetro cero de la historia de la ciudad” comenta Guardeño, se unía una cuestión de higiene pública. Los vecinos, “muy hábilmente” en la descripción que hace Montiel, instalaron pancartas en castellano, valenciano e inglés. Y aquel abandonado solar se convirtió casi en una atracción turística vergonzante y peligrosa.
Además de protestar, desde la Asociación de vecinos Plaza del Salvador, encabezados por su presidente Carlos Pomer, impulsaron una crítica constructiva y propusieron una actuación urbanística que recuperaba el solar como plaza y ponía en valor los vestigios hallados en las obras. Pero durante 15 años, mientras el PP controló el parlamento autonómico, lo único que se encontraron fue un muro que no escuchaba sus propuestas.
Fue con el cambio político que tuvieron por fin las primeras reuniones con el president de Les Corts, Enric Morera, y con su hombre de confianza, Luis Miguel García. “Nos escucharon”, relata ahora. Les atendieron y vieron su proyecto arquitectónico, tasado en 350.000 euros, y que haría que la plaza fuera visitable. Fueron con él a la dirección general de Patrimonio y la respuesta fue positiva. “A todo el mundo le parecía viable”, asegura Pomer.
Sin embargo, la intervención a otros les parecía “muy dura”. Entre ellos, al propio Montiel, quien admite que él apostaba por una intervención menos agresiva, en la que se respetara la trama urbana tal y como exige el PEP de Ciutat Vella con una serie de porticados que harían la función de delimitadores.
Al final no salió adelante ninguna de las dos propuestas: ni la de los vecinos, ni la de Montiel. Les Corts cumplieron con su compromiso de terminar los trabajos arqueológicos y, tras ello, optaron por la decisión más cómoda: “Tapar el agujero”, en la sucinta descripción de Pomer. O lo que es lo mismo, recubrir con una malla los restos arqueológicos y echarle tierra encima.
La solución no ha satisfecho completamente la reivindicación de los vecinos. Para ellos lo que se ha hecho es un mero “parche”, la salida más simple a un problema que se lleva arrastrando dos décadas. Un sentimiento que comparte Montiel, quien confiesa que cree que “se podría haber hecho algo más valiente”.
Parecida indignación y frustración muestran desde Círculo por la Defensa del Patrimonio, donde, desde febrero de 2013, estabn exigiendo la recuperación de este espacio arqueológico para la ciudadanía, “haciéndolo visitable y convirtiéndolo en un espacio de referencia de la Valentia romana”, señalaban.
Para ello invocaban que se les pusieran en valor “conjuntamente con el centro arqueológico de l’Almoina y con los restos de la Vía Augusta presentes en el edificio de los grupos parlamentarios de Les Corts, ubicado en la calle Libertad”. Ahora lamentan que, tras el enterramiento decretado por Les Corts, estos tres lugares del pasado romano de la ciudad se han convertido en dos.
“Consideramos que se ha optado por la vía fácil, olvidando las promesas que se hicieron en abril de 2016. Al final, se ha decidido tapar con tela geotextil y cubrir con toneladas de tierra parte de nuestro pasado romano, haciendo caso omiso a las tres recomendaciones del Síndic de Greuges y a las peticiones de unos vecinos que han estado más de 25 años luchando. Las administraciones públicas valencianas han preferido meter debajo de una alfombra a este BIC en lugar de esforzarse en recuperarlo y ponerlo en valor”, critican.
A este enterramiento, los restos de la calle del Salvador unen ahora otro peligro. Los vecinos se temen que, finalmente, Les Corts transfiera la propiedad del solar a la Generalitat. Una posibilidad que Montiel reconoce que es factible.
Los vecinos, que mantuvieron este lunes una reunión de la junta de la asociación, prefieren que el solar se permute para que pase a manos del Ayuntamiento de València y que se convierta “en una plaza abierta para el disfrute de vecinos y visitantes”, indicaban.
Es aquí cuando Guardeño se pregunta si los que han luchado tanto por este patrimonio pondrán volver a verlo o, “como suele pasar en nuestra ciudad, esta provisionalidad será ya in saecula saeculorum”. Y es que, como los vecinos, se teme que València haya decidido otra vez enterrar sus raíces al no saber qué hacer con ellas.