contracrónica | último debate de candidatos al ayuntamiento

València es horrorosa, pero este debate más

19/05/2023 - 

VALÈNCIA. No ha tenido suerte À Punt con su debate municipal de València. Por alguna misteriosa razón, los debates de los candidatos a la alcaldía se han programado en cuatro días consecutivos, y el de la televisión pública autonómica era el último. Como es normal, los candidatos han llegado cansados a este envite, probablemente con ganas ya de terminar tanto debate, y además sin ganas de meterse en muchos líos: cada uno repetía lo que ya había dicho en los tres debates anteriores, que para algo se lo sabían de corrido, con tanto ensayo, y no se interpelaban ni aunque les prometiesen un concejal más en el recuento.

Por otro lado, la candidata del PP, María José Catalá, no pudo participar en el debate por encontrarse indispuesta. En su lugar fue el número dos de su candidatura, Juan Carlos Caballero. Y esto, como era previsible, también alteró el desarrollo del debate, que en las dos ocasiones anteriores (Catalá tampoco participó en el debate de la Asociación de Vecinos), en la Cadena SER y en Televisión Española, consistió en una especie de pinza entre los socios de la coalición gobernante, Joan Ribó (Compromís) y Sandra Gómez (PSPV), contra la aspirante del PP, María José Catalá, que sabía defenderse y atacar. Específicamente, los enfrentamientos de Catalá con Gómez habían generado los momentos de mayor interacción y dinamismo en los anteriores debates.



Les cuento todo esto para dejar claro que el debate fue soporífero. Cada uno fue allí a contar su programa o las soflamas que tuvieran apariencia de tal, sin la más mínima intención de mancharse las manos en el barro del debate, de contrastar nada o ni siquiera de esforzarse un poco en su discurso. Y es completamente normal, con este infernal ritmo de debate diario que se han autoimpuesto, que el discurso toque fondo en el cuarto debate consecutivo. Si a mí me cuesta horrores escribir este análisis del segundo debate que comento para Valencia Plaza (pero menos que ver el debate), imagínense a ellos lo que les costará debatir por cuarta vez.

El debate de À Punt está organizado en cuatro bloques: vivienda, movilidad, turismo y economía/pactos, con el clásico minuto de oro final, que aquí, frisando la media noche y con todo el respetable, candidatos, moderadores y público, deseando que acabase la tortura, fue más minuto de la basura, como pasa en el baloncesto, cuando queda poco tiempo, el partido está ya decidido y todos están deseando que esto termine (o como en un Manchester City - Real Madrid).

 
Comienza Juan Carlos Caballero diciendo que viene muy ilusionado y contento a este debate, como vendría cualquiera a quien han avisado con unas horas de margen de que tiene que comerse un marrón de este calibre. O igual es verdad que está ilusionado, que con estos políticos nunca se sabe: todo con tal de salir en la tele.

Caballero avisa a los espectadores: Compromís y PSPV propondrán cosas, pero en estos ocho años no han hecho nada, y lo que han hecho lo han hecho mal. Con la izquierda hay más criminalidad, más okupación (entiendo que el candidato se refiere a okupación con k, la mala, no a un aumento del empleo), y lo peor de todo: ¡más plagas! Como un precog de la Fonteta, el número dos del PP avisa de que todos van a ir contra el PP en este debate, unos por exceso y otros por defecto.

Caballero ha visto los debates anteriores, pero su vaticinio es erróneo: en este debate nadie va a ir contra nadie. Esto va a ser una lucha contra el tiempo: para que se acabe el trámite cuanto antes y del que se pueda ir uno sin un rasguño, bostezando feliz. En definitiva, un debate en el que no se va a mencionar ni a ETA ni al sanchismo ni una sola vez no es un debate de política municipal como los que nos habían prometido.

 
La candidata socialista, Sandra Gómez, abre fuego con el primer bloque: vivienda. Y apela al corazón de los espectadores: la vivienda es un problema para "personas como mi hermana que hoy no se puede emancipar, tiene 28 años". Gómez apela al problema de toda una generación para conseguir una vivienda digna, en propiedad o de alquiler. Un claro guiño a los votantes jóvenes, a pesar de que su electorado está compuesto por una abrumadora mayoría de votantes de mayor edad, es decir: los que ponen precio a las viviendas a las que aspiran esos jóvenes.

Fernando Giner (Ciudadanos) comienza con ingenio: no sé si la señora Gómez le ha contado a su hermana que ella es la presidenta de Aumsa, que tenía que construir las viviendas y no las construye. Frente a ello, Giner promete construir en cuatro años 6.000 viviendas. Así, vivienda arriba, vivienda abajo. Podría prometer 60.000 o 600.000 y nadie pondría en duda sus cifras. Eso le permite a Giner ser extraordinariamente generoso con sus propuestas y promesas: 6.000 viviendas, el estadio del Valencia CF terminado, si me sobra dinero os lo devuelvo con la devolución del IBI... No da la sensación de que Giner piense que vaya a estar en situación de tener que cumplir estas promesas (y no sólo porque sus expectativas electorales no sean muy buenas, sino porque el candidato afirma que no quiere entrar en ninguna coalición de Gobierno), y desde luego los demás candidatos no tienen ningún interés en indagar nada al respecto.

 
Como nadie interpela a nadie, y tampoco hay ninguna tensión en este debate, las intervenciones se suceden sin mayores consecuencias. Parecen un grupo de usuarios del autobús que se han sentado cerca, pero no tienen nada en común ni nada que decirse: cada uno mira el móvil o se halla sumido en sus pensamientos, pasando de los demás.

Sí que hay cierta coincidencia de planteamientos, que aflora paulatinamente, entre la oposición en lo tocante a lo que les parece la ciudad que aspiran a gobernar: València, según el consenso de los candidatos de PP, Vox y Ciudadanos, es una ciudad horrible. Te atropellan a la mínima. No los coches, por supuesto: primero una bici, y luego te remata un patinete. Se te comen las plagas, te mueres de calor, calcinado en las horripilantes plazas expuestas al sol que ha creado la coalición gobernante. Y cuando, sin poder aguantar más el horror de pasear por València, vas a tu piso de alquiler o hipoteca carísima, descubres que te lo han okupado.

Tan horripilante es València que el candidato de Vox, Juan Manuel Badenas, se viene arriba criticando las "supermanzanas" de Ribó y Gómez, que serían un mero cruce de cuatro calles en el que han puesto un par de mesas de ping pong, para que los niños jueguen allí y cuando se les escape una pelota les atropelle uno de esos patinetes o bicicletas descontroladas de la ciudad. Badenas compara las supermanzanas con la "Gran Manzana" de Nueva York. ¡Ya le gustaría a València parecerse a Nueva York! En ese momento, el candidato se percata de que está metiéndose en un terreno pantanoso algo surrealista (que alguien le reproche que València, esa ciudad de medio pelo que es, sin embargo, la ciudad que aspira a representar, le guste menos que Nueva York, como si algo así fuese posible), y pliega velas afirmando que también Nueva York tiene muchas cosas que aprender de València.

 
Ya sabemos que el alcalde Joan Ribó va a dar el contrapunto optimista a todo esto. Para Ribó, València es mucho mejor que Nueva York, que París y que cualquier ciudad que se ponga por delante: València es una maravilla ahora, como aseveran prestigiosas publicaciones internacionales. Y si lo dicen ahí, pues será verdad, digo yo. También para Sandra Gómez València está más bonita que nunca, pero reconoce que aún hay cosas que no le gustan. El carril bici que hizo el PP, por ejemplo, es una pesadilla, una máquina de provocar accidentes. Caballero tercia y muestra -atención- una fotografía, nada menos. Una fotografía de un carril bici que parece decir que el sueño de la movilidad sostenible engendra monstruos socialcomunistas. Ojalá también hubiera intervenido Juan Manuel Badenas para decir que todo eso lo arregla él con un taladro, pero no: aquí nadie se sale de su carril discursivo, no vayan a toparse con otro.

La situación va a volverse paulatinamente más surrealista, conforme los moderadores propongan cada vez más a menudo, y con mayor claridad, casi implorando a los candidatos, que por favor se interpelen entre ellos, dialoguen, que, no sé, debatan algo en el debate. Pero no hay manera.

 
Llegamos al tercer bloque: turismo. A todo el mundo le gustan mucho los turistas, pero después de todo tampoco tanto. Que vengan, pero dentro de un orden. El candidato de Vox es claro: tienen que venir menos turistas, pero que gasten más. Ojalá tuviéramos buenos turistas que se gastasen mucho dinero. Lo curioso es que Badenas no quiere que haya muchos turistas, quiere que vengan sólo turistas de luxe, pero no quiere ponerles una tasa para no desincentivar, porque un turista dispuesto a dejarse digamos 500€ al día se irá indignado a otro lugar si ve que pretenden cobrarle otros dos euros de tasa turística.

El último bloque mezcla dos cuestiones muy distintas: economía y pactos de gobierno. Los candidatos se centran en lo primero y pasan de lo segundo, con la misma claridad con la que pasan de hablar entre ellos. El representante del PP, Juan Carlos Caballero, aprovecha para denunciar que Ribó y Gómez no han hecho nada en estos años, y asevera: no han construido ni un solo hospital. Ni ellos ni ningún alcalde de España, dado que la competencia es autonómica. Pero cómo será el debate que nadie hace sangre de esta metida de pata.

 
No se equivoquen, no es que Sandra Gómez no dedique todas y cada una de sus intervenciones a criticar al PP, pero es una crítica más vintage, centrada en los días de gloria de los populares, antes de 2015: y muestra a la cámara un cartel que contrapone el pasado de Francisco Camps y Catalá (oscuro, siniestro, azul PP) y el futuro de Sandra Gómez, rojo resplandeciente. Pero no se preocupen más de la cuenta, es un rojo "PSOE": no es rojo-rojo. Ya saben a qué me refiero.

Por fin, dos horas después, llega el ansiado final. ¿Ha sido horrible el debate? Sí. Pero es un debate sobre València; es normal.


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