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LA CIUDAD Y SUS VICIOS

Valencia no es ciudad para pasajes: el declive definitivo de las calles cubiertas

Recoletos pasajes en muchas ciudades, cavidades lúgubres en Valencia. Tras la reconversión del de Doctor Serra, el debate

14/01/2017 - 

Valencia vive un momento muy interesante desde el punto de vista urbanístico. Demasiado tímido para unos, excesivamente agresivo para otros. En fin, la típica normalidad de una ciudad inmersa en un replanteamiento de aquello que le funciona y aquello que no.

Apunten nueva cuestión a la lista: los pasajes. Y es un no. A falta de que vengan a darle la extremaunción la palmatoria de los pasajes de la ciutat parece un hecho, derrotados casi sin excepción por sus propios condicionantes callejeros.

Que el pasaje del Doctor Serra se descapotara hace bien poco entre algarabía comercial da buena muestra de la decadencia de las calles cubiertas. “Ya ha dejado de serlo para convertirse en otra calle más, no sin el regocijo de los comerciantes instalados en su interior que venían reclamando desde hace tiempo que se eliminara la cubierta y se transformara en un lugar abierto y luminoso un espacio que hasta hace no mucho era sucio y lúgubre y por el que no se paseaba sino que se pasaba, cuanto más rápido mejor”, apunta el arquitecto Javier Hidalgo. La frase: no se paseaba sino que se pasaba. Lo que podría ser y no es. Pero por qué debería ser, ¿eh?

“El hecho de haber eliminado la cubierta le ha cambiado la escala y la percepción al espacio, eso ha estado bien”, entona el diseñador Borja García. 

Otro arquitecto, José Ramón Tramoyeres, lanza: “ni la ubicación ni los tamaños quizá sean los más adecuados para comercios, quizás orientarlas a otros usos, como oficinas, coworkings, podrían funcionar mejor”. Los pasajes más allá de la función meramente comercial. Listado. La excepción: el de Ripalda. El de Doctor Serra, laminada su esencia. El de Bartual Moret, a los pies de Blasco Ibáñez. El de Giner, recóndito en la Plaza de la Reina. El de Residencia Luz. El pasaje Vidal, a orillas de la Avenida del Cid. El de la Sangre, colindante con el ayuntamiento. O el de Rex, un conducto de otro tiempo junto a la avenida Marqués de Sotelo. 

Mientras que el de Ripalda sobrevive como un homenaje autorreferencial a sí mismo, concentrando comercios venerables a rebufo de la especialización y el gourmet valenciano, el Rex luce lánguido, oscuro, apenas sobrevive una tienda de compraventa de oro, un colmado de filatelia y se vende-se vende-se vende. Negocio de canastillas de bebé, cerrado. Un pasaje legendario a las puertas de quedarse deshabitado. 

El pasaje de la Sangre, sempiterna canalización canalla, la clandestinidad vence a la luz como un atrezzo de peli pendenciera. La terraza de una cafetería, un kiosko, el hostal. Un mantenimiento tal que el de una mazmorra. Pasajes agazapados, víctimas de su propia esencia arquitectónica. 

Javier Hidalgo da razones: “a los valencianos nos gusta mirar al sol directamente a la cara, sin intermediarios aunque estos sean de vidrio, precisamente porque lo tenemos y lo podemos disfrutar casi todo el año. Por esta razón la moda decimonónica de los pasajes cubiertos y galerías comerciales, espacios más propios de las grises y frías ciudades francesas o del norte de Italia nunca fue importada con éxito, al contrario que otras modas arquitectónicas que provenían de la moderna Europa”.

¿Y si Valencia sí tuviera un pasaje equiparable a aquellos? “Una calle peatonal funciona perfectamente casi todo el año, por ejemplo Don Juan de Austria, podría ser equivalente a un pasaje del norte de Europa”, muestra Tramoyeres. 

La arquitecta Merxe Navarro abre pregunta: “¿cómo puede ser que una ciudad tan sumamente iluminada como valencia tenga estos espacios casi sin luz?”. Seguimos. “A pesar de haber numerosos comercios no resultan, en su mayoría, espacios agradables en los que estar debido a cuestiones tan inverosímiles como la iluminación. La principal diferencia frente a otras ciudades es precisamente que no forman parte de un proyecto urbano mayor. Comunican aceras o calles en la mayoría de los casos y no espacios abiertos ni plazas. No resultan agradables para estar a pesar de lo apropiado que sería el poder disfrutar de espacios exteriores cubiertos donde poder disfrutar de nuestro clima pero sin machacarnos el sol en verano o las lluvias intensas de otoño”.

“Decaen totalmente, comercialmente son un fracaso, porque exceptuando el del Doctor Serra que tiene una función comunicativa para el ciudadano, el resto son transversales y no incita su uso”, apunta Ángel Martínez, autor de La Valencia Desaparecida 

Por qué entonces Ripalda sí y los demás no. “Es esa excepción, fruto del capricho de la Condesa de Ripalda que se empeñó a finales del siglo XIX en trasladar este tipo arquitectónico tan de moda a Valencia, y lo consiguió, contando con el arquitecto idóneo, Joaquín Arnau Miramón que casi recién llegado de Italia construyó en el año 1889 el edificio pasaje Ripalda y que aunque muy transformado en los años cuarenta del siglo pasado aún funciona como galería comercial conservando ese encanto de la arquitectura burguesa de finales del XIX”, razona Hidalgo.

El memorístico urbano Rafael Solaz amplia. “Tal vez el de Ripalda es el único que contiene un interés arquitectónico, de pasaje-pasaje. Como en el de Doctor Serra en ambos tienen tiendas que le deberían dar un carácter especial, pero es verdad que los dos languidecen y se convierten en pasos a otras vías más que en lugares de atractivo”. 

Por el camino quedaron otros. El de Monistrol, entre la plaza Ciudad de Brujas y la calle Rejas, espacio iniciático del divulgador Julio Cob.

O el Artis, entre el paseo de Ruzafa y la calle Ribera. Solaz recuerda otro que pereció: “el que iba desde la calle de Na Jordana a la del Marqués de Caro. Y lo recuerdo muy bien porque con mis padres íbamos al Cine Museo y era un paso obligado. El pasaje y el cine ya desaparecieron pero mi recuerdo era del de niño cuando lo llamaba ‘el túnel’, era como el paso de un lugar a otro totalmente distinto. Ese pasaje no tenía ningún atractivo, simplemente era una apertura entre edificios”. 

Cuál es entonces el futuro de los pasajes valencianos. Cómo convertirlos en algo mejor. ¿Van camino de ser túneles ariscos al paso?

Merxe Navarro responde: “dentro de repensar las circulaciones en el centro, donde se ubican en su gran mayoría,  podría integrarse. Si no quedarán abocados a continuar con su condición de lugares de paso”. La mayoría de ellos ni tan siquiera ofrecen circulación.  

Hidalgo fulmina: “Valencia no es ciudad de pasajes, ni lo ha sido nunca y mucho menos lo será en el futuro”.

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