Pepa L. Poquet y Pau Figueres denuncian, a través de una exposición en La Posta, la transformación de ciudad a producto turístico
“Los que trabajan con las manos se han olvidado de que tenían cabeza, los que trabajan con la cabeza, en general, pasan por la pena de creerse disminuidos cuando tienen que trabajar con las manos”
Antonin Artaud
VALÈNCIA. València ya no es lo que era, ni todo lo contrario. Primero fue la burbuja, más tarde fue la crisis, y por último, una recuperación que aún no se sabe si habrá sido en falso y cuanto habrá tenido de bueno o de malo. Dentro del sano juicio de autocrítica, en los últimos meses, asociaciones vecinales, movimientos sociales y artistas se han contagiado de una pregunta que se hacen en casi todas las grandes ciudades europeas: ¿cómo está transformando el turismo las calles que habitamos?. Desde este punto de partida, Pepa L. Poquet y Pau Figueres, en una exposición organizada por el equipo LABi, un grupo de alumnos del Master en Fotografía, Arte y Técnica de la UPV, han puesto su obra, han puesto su obra en conversación con unas piezas que parecen de anticuario pero que en realidad son náufragos rescatados de la Casa-taller March de la calle Mare Vella.
El taller March ha sido de siempre un lugar de trabajo artístico, dedicado a la seda, escultura o imaginería, orfebrería y esmaltes sobre metal y cerámica. Algunas de las piezas en exhibición son obras acabadas, pero hay abundancia de útiles y herramientas de trabajo, que intentan recordar el proceso de elaboración de esas obras, y el concepto de taller como se entendió en el pasado, asociado al proceso de aprendizaje. Porque el taller March siempre ha sido un taller-escuela. Se trata de una faceta que no se ha resaltado lo suficiente, en el contexto de unas crónicas que suelen poner el acento en su condición de taller pre-industrial, que aprovechó para su desarrollo, desde tiempo inmemorial, las especiales condiciones que le ofrecía el territorio en el que está enclavado, una parcela en la calle Mare Vella caracterizada por la presencia de dos importantes acequias en sus inmediaciones que le suministraban la fuerza motriz y otros recursos necesarios para las actividades productivas.
Las piezas han sido expuestas en la sala de la Fundación La Posta, que ya ha reflexionado sobre espacios como el Solar Corona o La Caldería. Con todo esto, se busca reflexionar la València que se ha puede estar perdiendo, para resignificarla devolviéndola a su estado original. “La Posta se siente en la tradición pedagógica del campo de las artes concebidas como un hacer, como la que representa magníficamente el taller March. En ese sentido, abrazamos la idea del artista obrero, el de los talleres y estudios en los que se enseñaba a los aprendices, en un contexto entonces gremial que ahora tiene que dar lugar necesariamente a nuevas formas de agrupación y comunidad”, según cuenta la organización en una nota.
Junto a las herramientas y útiles de trabajo de la Casa-taller March, dialogan las obras de Pepa Poquet y de Pau Figueres. La primera, No es ven, fue proyectada para el barrio valenciano del Cabanyal, como denuncia de las pretensiones especulativas del proyecto de ampliación de la avenida Blasco Ibañez, que el movimiento vecinal consiguió paralizar tras años de lucha activa. La segunda, Suberbia, es una crítica a las actuaciones urbanísticas basadas en macro proyectos, que favorecen la turistificación y la supresión de las particularidades intrínsecas de los lugares habitados.
La articulación de estos dos mundos invita a reflexionar sobre un modelo de crecimiento de la ciudad sustentado en relaciones de poder asimétricas, ligado al marketing urbanístico, a la globalización y a los procesos de gentrificación, que comportan el desplazamiento de la población y la expulsión de las redes vecinales. Una suerte de liberalismo urbano que se contrapone a formas de crecimiento orgánico, en el que los vecinos sean los protagonistas y que tengan como base discursiva el inapelable derecho a una vivienda digna. Una conceptualización de la urbe que también alude al entramado social e identitario del espacio habitado, en los que se imbrican los distintos movimientos de lucha vecinal que surgen como respuesta a estas políticas públicas.