Si hay un cambio significativo en la fisonomía de la ciudad de Valencia en los últimos 20 años este es, sin duda, su conversión, prácticamente de la nada, en una capital turística de primer nivel a nivel internacional.
El excelente clima, un centro histórico salvado, a diferencia de otras zonas de la Comunitat, del urbanismo salvaje y otros ganchos, como una marca gastronómica potente como es la paella o la belleza del pulmón verde del viejo cauce del Turia y la Ciutat de les Arts i les Ciencies, por citar algunos, han convertido a Valencia en un destino conocido y apreciado por el turista internacional.
En contra de otras opiniones, creo que esta transformación ha tenido, en general, un impacto positivo para los habitantes de la ciudad y, en particular, para los que residimos en su centro histórico, ayudando a su rehabilitación, fomentando una actividad económica bastante decaída después de la crisis de 2008 y contribuyendo a un ambiente más internacional y menos provinciano en nuestras calles.
Siguiendo con la parte positiva, y también en mi modesta opinión, las políticas, en muchos casos polémicas, llevadas a cabo por el ayuntamiento en los últimos años como la apuesta por el carril bici frente al coche y/o la peatonalización de los distritos del centro han sido aportes positivos para la ciudad en su conjunto y los habitantes del centro histórico en particular.
¿Significa esto que estamos ante un caso de éxito y sobre todo que la ciudad de Valencia cuenta con un modelo turístico que garantiza su éxito a futuro? Lamentablemente no lo creo.
Vista la importancia de la cuestión resulta cuanto menos sorprendente que, en una ciudad como Valencia, no se haya planteado un debate abierto por parte de las autoridades y la sociedad civil sobre el modelo turístico que quiere y necesita la ciudad en aras del bienestar de sus habitantes, que son los que finalmente viven en la ciudad y pagan impuestos, pero también, como instrumento de mejora de imagen frente a los visitantes.
Planteaba Carles Dolç hace unos meses, en un interesante artículo, las contradicciones y las molestias que para los habitantes de la ciudad supone la actividad turística y resultan gratificantes las iniciativas que, desde la Federación de Vecinos, se llevan a cabo en defensa del colectivo de vecinos en relación con esta cuestión, pero buceando en internet no se encuentran apenas debates ni comentarios ni por parte de las autoridades municipales ni menos aún por los responsables de Visit Valencia, entidad municipal responsable de la promoción turística cuya política parece seguir centrada en conseguir, a cualquier precio, cuantos más turistas mejor, y en dar bombo a actuaciones tan ridículas como la contratación de 50 taxis en Londres para que promuevan el turismo británico en nuestra ciudad.
Con el flujo de turistas que tiene la ciudad muchos pensamos que, hoy en día, Valencia debería situarse en otro estado dejando de lado el número de visitantes como referencia y buscando como objetivo un flujo de turistas que aporte ingresos para una actividad económica sostenible.
En este sentido, hay otros destinos turísticos nacionales que podrían ser comparables que si están llevando a cabo este trabajo. Málaga es un caso de éxito en boca de todos últimamente pero San Sebastián, Bilbao o Menorca podrían ser otros ejemplos en cuanto a reflexión acerca del modelo e iniciativas destinadas hacia un turismo menos masificado, mas sostenible y de mayor calidad.
Con el horizonte de las próximas elecciones municipales, sería necesario pues, promover este debate y de paso medidas urgentes, antes de que sea demasiado tarde, que ayuden a este objetivo, no solo para el bienestar de los vecinos sino también para mejorar la no siempre buena imagen que se transmite a los visitantes. Déjenme que, a modo de ejemplo, cite tres que creo son necesarias y urgentes.
La primera, podría parecer una obviedad, pero lamentablemente no lo es, sería el cumplimiento de la legislación vigente.
Se ha dedicado bastante espacio en los medios a la invasión de espacio público por parte de las terrazas hosteleras difícil de entender y soportar sobre todo teniendo en cuenta las tasas que los hosteleros pagan al Ayuntamiento por las mismas.
Sin embargo, yo me quiero detener en otro tema menos comentado, pero no por ello menos flagrante y perjudicial tanto en términos de bienestar vecinal como de imagen frente al turista.
Me refiero a la constante presencia de músicos callejeros, la mayoría de ellos de ínfima calidad y que convierten al centro de Valencia, según afortunada expresión de un turista internacional amigo, en algo parecido a una verbena permanente. Lo mas grave en este caso es que se incumple sistemáticamente la normativa con el uso de amplificadores y/o altavoces y la actuación después de las 22h sin que la Policía Municipal, seguro conocedora del problema, haga nada al respecto.
Una segunda cuestión también debatida hasta la saciedad es la implantación de la tasa turística, aun en el capítulo de futuribles en Valencia, cuando está vigente en cualquier pueblo de Francia o Italia. Resulta penoso que, en la Comunitat, por presiones indisimuladas de la patronal hostelera y la connivencia incomprensible de dirigentes del principal partido de gobierno, la medida se haya retrasado tanto. Esperemos que las próximas elecciones no dejen la medida en el limbo y permita, con esta recaudación adicional, mejoras que beneficien a los vecinos aunque solo fuera para que la Policía Municipal atienda en tiempo y forma las quejas que les planteamos.
Pasemos a la última propuesta, probablemente la más polémica, por interferir con intereses privados de gran influencia en la sociedad civil valenciana, como es el fin gradual del turismo de cruceros que atracan en la ciudad. Porque con el volumen de visitantes que tiene la ciudad ¿es necesario para Valencia en 2022 que sigan los cruceros atracando en su puerto? Quizás lo fue en un momento en que Valencia no estaba en el mapa turístico internacional pero no hoy en día.
El ejemplo de otras ciudades (Venecia la más conocida pero también otras como Dubrovnik o Split) hace necesario huir de este modelo de masificación turística, cuya aportación en términos de sostenibilidad en sus tres vertientes, económica, social y medioambiental es ínfima. Y en relación con ello la proyectada ampliación del puerto será una catástrofe sin precedentes convirtiéndose en un punto de no retorno que alejaría la opción de una ciudad equilibrada y sostenible que estoy seguro es la que desean la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad.
¿Será el debate sobre el modelo turístico de futuro posible? Por el bien de la ciudad y sus habitantes esperemos que sí.
Jaime Palafox es experto evaluador para la Unión Europea