VALÈNCIA.- «¿Idealistas? Yo no vi a ninguno. Allí estábamos o por dinero o por hacer carrera, pero por idealismo te aseguro que no fue nadie», explica Antonio Gálvez (Córdoba, 1942), urólogo del Hospital Virgen del Consuelo de València. Gálvez podría estar jubilado, pero sigue atendiendo a sus pacientes cada día. Que siga yendo a su consulta pudiendo quedarse en casa llama mucho la atención en un país como España, donde no se estila eso de trabajar de más, pero hay un dato todavía más curioso en su biografía: fue uno de los 50 militares españoles que sirvieron en Vietnam durante lo que los locales llamaron Guerra de Resistencia contra América y que se prolongó entre noviembre de 1955 y abril de 1975.
La participación española en la que quizás sea la guerra más cinematográfica de la historia es una curiosa anécdota; secreta en su día y hoy casi olvidada. Tuvo lugar entre 1966 y 1971 y, durante este tiempo, algo más de medio centenar de médicos y ATS del ejército español atendieron en un hospital de Gó-Gông, una pequeña ciudad del río Mekong, ubicada a escasos 45 kilómetros de Saigón, un trayecto que requería casi tres horas de jeep. Gálvez fue uno de ellos.
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Este galeno tenía 27 años cuando tomó la decisión de irse a más de 10.000 kilómetros a una zona a la que media España aún conocía como 'la Conchinchina', donde las tropas españolas y las francesas había luchado codo con codo a mediados del XIX. No fue el ardor guerrero lo que le llevó hasta el sudeste asiático; tampoco su deseo de frenar el comunismo. Aunque algunos acudieron para viajar o vivir aventuras, sus motivos fueron más prosaicos.
«En el ejército, para poder hacer cirugía, tenías que esperar dos años y yo ya llevaba ocho meses en El Aaiún (Sahara español) y estaba hasta el gorro de tanto polvo, así que lo de irme a Vietnam tampoco me pareció tan mala idea mientras pasaba ese tiempo», explica. Además, «había una diferencia bestial de sueldo, porque el complemento de destino lo pagaban los americanos. Yo era teniente médico recién salido de la academia y cobraba 13.000 pesetas, que aumentaron a 24.000 por estar destinado en El Aaiún. En Vietnam había que sumar otros mil dólares que pagaban los americanos en una época en laque la divisa se pagaba a 70 pesetas», confiesa este médico que llegó al país asiático en mayo de 1971.
«Nos dijeron que nos pagarían dietas dobles de extranjeros pero no cumplieron»
Juan Pérez Gómez (Albacete, 1942) era ATS y tenía apenas 24 años cuando decidió dar el ‘sí quiero’. Estaba destinado en Palma de Mallorca cuando un superior se lo ofreció y dijo inmediatamente que quería ir. «Al verme tan dispuesto me dijo que no había prisa, que lo consultara en casa, con mi padre, pero le dije que no, que si se lo preguntaba no me iban a dejar». La conversación tuvo lugar en enero; en septiembre formó parte de la primera promoción de españoles —conocida como los 12 de la fama— que aterrizaba en Saigón en un avión de la TWA con «cuatro médicos, otros seis ATS y uno de intendencia que se pasaba el día viajando porque su papá era general». Así comenzó una etapa que marcaría su vida.
«La primera noche —recuerda— teníamos mucho miedo porque en la ciudad se oían tiros y se veían las balas trazadoras pero, como éramos españoles, acabamos yéndonos a un bar y, curiosamente, al poco de entrar sonaba Bésame mucho, que estaba muy de moda». Ese día durmieron en una residencia para el personal americano; luego, durante un año, su hogar sería una mansión colonial francesa adjunta al Hospital de Gó-Gông, con más de 150 camas (a veces con dos inquilinos) para la población local (unas 60.000 personas).
«Lo que me impulsó a ir era ver mundo y la verdad que no me arrepiento. Además, creo que nunca me he sentido más útil», añade. Como el resto de los españoles que pisaron Vietnam, «hicimos lo que pudimos, a veces sin medios, pero trabajábamos mucho y los vietnamitas nos querían mucho y nos lo agradecían». Sobre el dinero, apunta un dato que hasta ahora no se conocía: «Nos dijeron que nos pagarían dietas dobles de extranjeros pero no cumplieron. Cuando volví, al cabo de un tiempo, recibí la llamada de un abogado que quería organizarnos para reclamarlo pero preferí dejarlo como estaba».