Valencia Plaza

¿QUÉ PASA CON LAS BARRAS?

Barras nuevas, viejas barras (I)

  • Central Bar by Ricard Camarena

Es cierto el comentario: el público de esta zona, a diferencia del que habita en el resto del país, incluso del vecino, no se encuentra a gusto trasegando vinos y cervezas en continua sucesión, ni acompañándolos con aquellos pequeños bocados que llamamos tapas, o de sus hermanas mayores, las raciones, a no ser que se los sirvan en una mesa, lejos de las apreturas que se producen de forma sensible o insensible para dejar el vaso, o pinchar el calamar o la croqueta, cuando nos situamos ante la piedra que se erigía como bastión y orgullo del establecimiento.

No negaremos que existen honrosas, e incluso abundantes excepciones, pero la realidad es que el concepto de chatear, tapear o ejercitar de pie cualquier verbo con el mismo sentido y fin, no ha calado entre las costumbres ciudadanas.

Sin embargo, hubo un momento en que parecía que las cosas iban a cambiar, que deslumbrados por la fama de las barras españolas en el extranjero nosotros las acogeríamos con fruición en nuestro seno, que las ideas que importó a París un restaurador como Robuchon en su Atelier -local en el que no cabía la reserva de plaza y del que habían desaparecido las mesas- se harían nuestras con toda la razón y propiedad, ya que al fin alguna parte de su éxito nos corresponde.

La barra de Vuelve Carolina

Pero no fue así. Cuando Quique Dacosta planteó sus negocios en Valencia, bien lejos de los sofisticados platos y servicios que se presentan en su restaurante de Denia, se confesó ardoroso defensor de la barra, y de la forma de comer que en ella se adoptaba: de ahí la longitud con que las planteó en Vuelve Carolina o en Mercatbar. Lo mismo sucedió a Ricard Camarena, que ni en un local tan diferente y divertido como Canalla Bistro es capaz de situar a la clientela ante la barra de comer, y solo en un ambiente como Central Bar, en el Mercado Central de Valencia, es capaz de forzar a las masas a conformarse con el menguado espacio de que disponen para su solaz. Y ello solo por la imposibilidad material de que suceda de otra manera.

 Valga decir lo mismo de todos aquellos cocineros –nuevos y no tanto- que han pretendido el imposible: Vicente Patiño frente a las Atarazanas del Puerto, Guillermo Glories en su Entrevins, o Alejandro Platero en su Macel.lum, por señalar algunos de los más conocidos, han tenido que olvidar el asunto y dedicarse con plena dedicación a sus fogones y a las cuatro patas de cualquier simple o sofisticada mesa.

¿Sería útil consultar otros ambientes, costumbres y territorios?

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