-¡Hola!
-¡Hola!
-¿A ti Basea te gustó mucho? (A mí SÍ)
-¡Basea! (Tres emojis de corazón de rojo vívido, de los que laten)
-Eso

Con esta sucinta conversación por WhatsApp, Terrés me dijo que los de Basea (Jesús Gor y Borja Parellada) se llevaban el premio de Talento hedonista. Yo lo ratifiqué: en la cocina de Joaquín Costa número 26 la perspicacia gastronómica que hay es de galardón.

El proyecto de Jesús y Borja existe porque la escuela de hostelería Hofmann de Barcelona existe. Los dos cocineros se conocieron allí, cuando la institución se localizaba en la calle Basea y ellos aún no se habían paseado por los fogones de Ricard Camarena y otros grandes de la culinaria patria.

Llevan pocos meses de singladura —abrieron en junio, tendrían que haber levantado la persiana antes, pero esta es otra historias de las puestas en pause por el covid— pero sus brasas ya han cogido ritmo y despachan esfuerzo, gracia natural y mucho ojo para dar con materias primas excelentes. Las anchoas son de otro de los premiados en el Anuario de este año, Rafa López. Lo demás es una elegía al productazo con mucho trabajo detrás, muchas horas y técnica. Pero es una técnica elegante, sin aspavientos ni chulerías innecesarias.

Decía Sterne que «La temeridad cambia de nombre cuando obtiene éxito. Entonces se llama heroísmo». Algo así se da en Basea: la temeridad exitosa de lanzarse con una propuesta afrancesada y que tira hacia la raigambre de las brasas del norte de la península, con devaneos por el Mediterráneo. Un riesgo y el ejemplo de la perseverancia por hacer física una idea culinaria. Jesús y Borja cocinan lo que les gusta comer, y se nota.