En las últimas semanas, Oriente Medio ha vivido una escalada de tensión sin precedentes entre Israel e Irán. La enésima oleada de misiles cruzados, acompañada de declaraciones beligerantes y la retórica de altos mandos, desató de inmediato todo un ritual en los mercados de materias primas: analistas y operadores barajaron riesgos de bloqueo del estrecho de Ormuz, evaluaron posibles sanciones masivas y tampoco faltaron previsiones que auguraban un petróleo por encima de los 120 o incluso 140 dólares por barril.
Sin embargo, la realidad ha resultado mucho más templada. Los crudos de referencia —el Brent y el WTI— apenas han experimentado subidas moderadas, cotizando en la franja de 72–78 dólares por barril en el momento álgido de la tensión. Ni pánico desbocado, ni desabastecimiento inminente: ¿qué está ocurriendo para que, a diferencia de crisis anteriores, el petróleo se muestre hoy menos sensible al riesgo geopolítico en Oriente Medio?
A continuación, analizamos las principales causas de esta aparente desvinculación, exploramos sus implicaciones para los inversores y concluimos con algunas claves de seguimiento para los próximos meses.
El factor estrecho de Ormuz: nerviosismo sin pánico
El estrecho de Ormuz es una arteria vital para el comercio global de hidrocarburos: por sus aguas transitan alrededor de 20 millones de barriles diarios de crudo y productos refinados (AIE, 2023). Cuando Irán amenaza con cerrar o minar esta ruta, el mercado suele estremecerse. No obstante, esta vez la reacción ha sido comedida.
Aunque Irán ha realizado ejercicios militares y lanzamientos de misiles en las cercanías, ninguna infraestructura crítica —ni navíos cisterna, ni plataformas de extracción— ha resultado afectada. El historial reciente demuestra que, salvo ataque directo, los mercados descuentan el riesgo con una prima limitada.
La presencia reforzada de flotas navales de coalición y los patrullajes constantes en la zona han elevado la percepción de seguridad en el tránsito de buques, mitigando el temor a un bloqueo efectivo.
En conjunto, optimismo mesurado: los operadores descuentan el peligro, pero no asumen un corte inminente del flujo de suministros por Ormuz.
Suministro global con margen de maniobra
Las producciones de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han crecido para compensar posibles caídas de volumen iraní. Solo entre enero y mayo de 2025, Riad ha elevado su bombeo en 500 000 barriles diarios, alcanzando promedios cercanos a los 11 millones de barriles/día. Por su parte, la OPEP+ planea reintroducir hasta 2,2 millones de barriles diarios retenidos en reservas estratégicas, reforzando una red de suministro global con notable capacidad de respuesta.
Aspectos clave del aumento de oferta
- Producción saudí y emiratí: Incentivos fiscales y mejoras en la operativa de pozos han permitido extraer más crudo sin disparar costos marginales.
- Recortes previos revertidos: Tras el acuerdo de recorte de 2024, se han ido recuperando volúmenes para evitar tensiones excesivas en los inventarios.
- Shale oil estadounidense: La flexibilidad del petróleo de esquisto, capaz de ajustar el ritmo de explotación en pocas semanas, ha ejercido de colchón ante repuntes de demanda.
Gracias a esta suma de incrementos, el mercado percibe que existe margen suficiente para absorber interrupciones localizadas sin un alza drástica de precios.
Demanda moderada y transición energética
El panorama de la demanda global también juega a favor de mantener los precios contenidos. Varias dinámicas convergen:
- · Crecimiento económico ralentizado: La desaceleración de economías clave —China, la EuroZona o India— ha reducido el empuje tradicional de la demanda de combustible.
- · Tensiones comerciales y flujos logísticos: Los episodios de restricciones a exports/imports y los atascos en rutas marítimas encarecen el crudo en origen y desincentivan compras impulsivas.
- · Transición energética: El auge de las renovables, la electrificación del transporte y los compromisos de reducción de emisiones están reconfigurando la curva de demanda futura, provocando que muchos grandes consumidores adopten estrategias de compra más cautelosas.
Este ajuste estructural en la demanda reduce el impacto de una crisis geopolítica al otro lado del Mediterráneo: incluso con el riesgo latente, el volumen neto de petróleo que realmente se necesita hoy es menor que en años anteriores.
Complacencia del mercado y gestión de posiciones
Los operadores financieros han demostrado una elevada “complacencia” ante el riesgo Oriente Medio. Esto se manifiesta en:
- · Primas de riesgo contenidas: La “prima por conflicto” —la parte del precio que los inversores asignan al peligro geopolítico— sigue limitada, pues las carteras han ido diversificándose hacia activos alternativos (renovables, metales críticos, bonos verdes).
- · Reducción de posiciones cortas: Tras los últimos ataques, se liquidaron bets bajistas en petróleo, dando un impulso moderado a los precios, pero sin generar el rally que marcaría un mercado nervioso.
- · Liquidez abundante: Los bancos centrales, con políticas más laxas de lo previsto, siguen imperando en los mercados de commodities, amortiguando subidas y caídas bruscas.
En conjunto, la gestión de riesgos y la alta liquidez frenan cualquier escalada especulativa.
Riesgos a vigilar y perspectivas a medio plazo
Aunque improbable, un cierre efectivo del Estrecho de Ormuz dispararía los precios hacia los 120–200 USD/barril, con impacto directo en inflación y costes logísticos.
Un acuerdo en las negociaciones nucleares EEUU vs Irán que levante sanciones incrementaría de forma brusca la oferta iraní en un mercado ya de por sí saturado.
La clave para 2025–2026 reside en el equilibro entre dos fuerzas contrapuestas:
- Geopolítica volátil: Los rebrotes de tensión en Oriente Medio seguirán siendo un riesgo latente, capaz de agitar los precios en episodios puntuales.
- Transición gradual: La consolidación de tecnologías limpias y la adaptación de la demanda aminorarán la sensibilidad del mercado ante esas sacudidas.
La lección es que ya no basta con monitorizar solo los misiles y los bloqueos navales: es imprescindible integrar la visión de largo plazo sobre oferta diversa, demanda selecta y el papel creciente de las energías alternativas. Así, inversores y analistas podrán navegar con mayor certidumbre una situación que, aunque incierta, ya no dicta de forma automática los valores del petróleo.
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