Comarca y empresa

Alcaldes "sin vacaciones": cómo se gestiona el verano en municipios donde la población se multiplica

Con el aumento de vecinos y turistas, los primeros ediles retrasan sus vacaciones para coordinar servicios, seguridad y eventos festivos durante la temporada estival

  • Los municipios de Enguera (izq.) y Oliva (dcha.).
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VALÈNCIA. El verano suele asociarse con descanso, desconexión y el equipaje preparado para pasar unos días lejos de la rutina. Sin embargo, no todos lo viven igual. Para los alcaldes y alcaldesas de municipios que en estos meses multiplican y, en algunos casos, cuadruplican su población, la temporada estival no es sinónimo de viajes o escapadas, sino de una agenda apretada, decisiones rápidas y estar siempre con el teléfono a mano. 

La situación varía según el mapa. Por ejemplo, en los municipios del interior, la preocupación se centra en el riesgo de incendios, en garantizar el abastecimiento de agua y en absorber la llegada de visitantes sin que suponga un sobreesfuerzo para los recursos municipales. En cambio, en la costa, gran parte del esfuerzo se invierte en tener la playa lista y reforzar la seguridad para el aluvión de visitantes que reciben durante los meses estivales. Un mismo verano, dos escenarios distintos... pero con una coincidencia: la imposibilidad de cogerse vacaciones en pleno agosto.

Cómo afrontar el aumento de la población en verano

En los municipios del interior, el aumento de población no viene tanto por el turismo internacional, sino por vecinos que regresan al pueblo para pasar allí sus vacaciones, así como familias que llenan campamentos y segundas residencias. En cualquier caso, la presión sobre los servicios se multiplica. Así lo describe la alcaldesa de Enguera (Canal de Navarrés), Matilde Marín: "Aquí no se nota como en las zonas de playa, donde el aumento está ligado a la cantidad de apartamentos turísticos. La mayoría son enguerinos que trabajan fuera y vuelven para pasar las vacaciones en el pueblo".

Marín explica que el incremento de visitantes se deja sentir en las actividades culturales y deportivas, sobre todo, en la piscina municial y, de forma muy notable, en Navalón, una pedanía que pasa de 20 vecinos a más de 1.000 gracias a la zona de acampada. Para el Ayuntamiento, esto supone reforzar la recogida de basura y gestionar con cuidado el abastecimiento de agua. "Hay años en los que ponemos restricciones al llenado de piscinas. El agua es un recurso necesario y limitado en verano", añade.

Por su parte, en Siete Aguas (Hoya de Buñol), la diferencia entre invierno y verano es todavía más drástica. De unas 2.000 personas durante el año, incluyendo las que no están censadas, se pasa a entre 9.000 y 10.000 en pleno agosto. "Es un aumento brutal", reconoce la alcaldesa, Teresa Hernández. Para afrontarlo, se amplía la frecuencia de recogida de residuos, se contrata más personal y se refuerza la brigada municipal. "Con los mismos medios, a veces tienes que abastecer a mucha más población", admite Hernández. Además, el descanso administrativo de agosto, cuando muchas oficinas y trámites se ralentizan, queda eclipsado por la vida social: "Las fiestas empiezan el 24 de junio y terminan el 9 de septiembre, con actos casi a diario".

  • El municipio de Siete Aguas. - Foto: AYUNTAMIENTO DE SIETE AGUAS

Esta intensa actividad festiva conlleva uno de los principales quebraderos de cabeza para la alcaldesa en verano: la recogida de residuos y enseres. "No se respeta que los enseres se saquen los días que indica el Ayuntamiento y eso genera mala imagen. Los contenedores de cartón, vidrio y plástico no se vacían con la frecuencia necesaria para la población que tenemos en verano", lamenta Hernández. Aun así, subraya que Siete Aguas cuenta con la colaboración de cofradías y otras comisiones festivas, además de la brigada municipal que resulta "bastante efectiva", para mantener el pueblo en buenas condiciones.

Un trabajo de meses

Sin embargo, en la costa, el trabajo empieza mucho antes de que lleguen los primeros turistas. En Oliva (La Safor), con casi nueve kilómetros de costa, la alcaldesa, Yolanda Pastor, explica que la planificación comienza en los meses anteriores a la temporada estival, ya que "aumenta muchísimo el número de vecinos": de 25.000 personas pasan a 90.0000. En concreto, Pastor señala que los trabajos previos se centran en la limpieza y recogida de residuos; la ampliación del salvamento y socorrismo en la playa "para dar más seguridad al bañista"; así como el aumento de efectivos de Policía Local en turnos de mañana y noche.

También se adaptan los accesos a la playa para personas con movilidad reducida y se amplía la agenda cultural: Moros y Cristianos en julio, conciertos frente al mar todos los viernes de agosto, mercado dominical y actividades repartidas por todo el municipio. "Creo que hacemos un gran esfuerzo para que quien venga a Oliva repita. Nuestras playas están inmejorables en cuanto a limpieza, seguridad y servicios. Y, lo más importante, es la amabilidad de nuestra gente", subraya Pastor.

En Canet d'en Berenguer (Camp de Morvedre), el alcalde, Pere Antoni, enfrenta un verano en el que la población pasa de 8.000 a entre 30.000 y 35.000 personas. "La estructura física es la misma todo el año y contratamos un refuerzo muy puntual, de 10 o 12 personas, pero están muy limitadas. Necesitan tiempo para adaptarse", explica Antoni. El trabajo previo implica mantener la playa limpia durante el invierno, aunque un temporal puede arruinarlo todo.

  • Playa de Canet. -

Por ejemplo, Antoni recuerda que, este año, en Canet llovió durante 20 días consecutivos, lo que afectó al estado del litoral: "Todo el trabajo se había echado a perder. Tuvimos que redoblar esfuerzos para recuperar la playa lo antes posible y sin hacer actuaciones muy agresivas". Además, admite Antoni, siempre surgen imprevistos: fugas de agua, baños averiados o plagas de mosquitos. "Es como ir apagando muchos fuegos con los recursos que tienes e intentar que no se pierda la calidad turística", añade.

Vacaciones en diferido

En todos estos municipios, la palabra "vacaciones" se desplaza a otro mes del calendario. Agosto no es tiempo de descanso, sino de guardia continua. No se trata solo de que haya más trabajo: cualquier imprevisto exige reacción inmediata y esa disponibilidad permanente no entiende de días libres. En Enguera, la alcaldesa admite que puede flexibilizar su horario, pero no desconectar. "Estoy de vacaciones, pero, al mismo tiempo, no lo estoy", ironiza Marín. 

Aunque no pase cada día por el despacho, Marín permanece localizable durante las 24 horas, pendiente de cualquier llamada. La razón principal, explica, se debe a que "en esta zona del interior, con el tema de incencios forestales, siempre hay que estar alerta". Por tanto, la tranquilidad personal depende de que el municipio esté bajo control. La alcaldesa de Siete Aguas, Teresa Hernández, lo vive de forma parecida, pero con el añadido de un calendario festivo en el que apenas tiene disponibilidad.

"El año pasado, cogí unos diez días de vacaciones y este, hasta septiembre, nada", asegura Hernández. Entre actos, visitas, coordinación de servicios municipales y la necesidad de estar disponible ante cualquier incidencia, el verano se convierte en una maratón en la que el descanso se mide en horas, no en días. Por su parte, en Oliva, la situación se complica por la densidad de la agenda cultural y la magnitud de la playa. Yolanda Pastor, que lleva al frente del consistorio desde 2023, hace la cuenta exacta: "En todos mis años como alcaldesa he tenido dos domingos libres".

  • La playa de Oliva. -

Además, Pastor puntualiza: "Cuando una persona llega a la alcaldía sabe a lo que va. El descanso es necesario, pero a veces no se puede. Yo me siento orgullosísima de estar al servicio de mi pueblo". Para la primera edil de Oliva, el contacto directo con los vecinos y visitantes es tan importante como cualquier reunión de despacho, y esa cercanía exige estar al pie del cañón incluso en agosto. Del mismo modo, el alcalde de Canet se muestra tajante: "Uno no puede coger vacaciones en verano. Es cuando más trabajo hay".

En su caso, los actos festivos y la elevada afluencia de visitantes obligan a multiplicar la atención sobre todos los detalles del municipio: desde resolver quejas por ruidos hasta gestionar una fuga de agua un sábado por la tarde. Por ese motivo, Antoni prefiere dejar las vacaciones para después del 9 de octubre, cuando la agenda se relaja. Hasta entonces, asume que estar al frente del municipio implica dejar de lado esa desconexión propia del verano. Sin embargo, los alcaldes consultados por Valencia Plaza no viven la renuncia temporal a las vacaciones como un sacrificio, sino como parte de la responsabilidad de su cargo. La satisfacción, coinciden, llega cuando septiembre se despide sin grandes sobresaltos.

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