VALÈNCIA. En la Comunitat Valenciana no todo el turismo es igual. Aunque el interior gana fuerza como destino gracias a sus parajes naturales de montaña, no cabe duda de que la costa mediterránea sigue siendo la gran protagonista del verano.
La ‘Marca Comunitat Valenciana’ es clara, turismo de sol y playa, apartamentos turísticos, o viajes low-cost, pero ¿es igual en todos los municipios? y ante todo, ¿es el modelo adecuado para todos los municipios?
Vicent Molins, geógrafo y periodista, y autor del libro Ciudad Clickbait (Barlin), explica a Valencia Plaza que destinos como Benidorm han consolidado modelos turísticos estructurados y planificados, mientras que otros municipios costeros replican estas fórmulas, en parte consideradas “de éxito” para sus modelos turísticos, pero sin planificación, exponiéndose a la saturación y con menos capacidad de adaptación. Y es así como poco a poco ha ido consolidándose la imagen que la Comunitat proyecta.
Ciudades turísticas espontáneas y con falta de planificación
Para Molins, el caso de Benidorm, capital por excelencia del turismo, es “paradigmático”: estructurado, resiliente, con una dirección clara. En este sentido, Benidorm es el caso más representativo de un modelo “estructurado”: “Permite entender muy bien lo que significa un modelo turístico planificado, preparado y adaptativo. Tiene una dirección clara y una resiliencia que muchos otros destinos no han conseguido”.

- Benidorm en una imagen de archivo. -
Y a raíz de aquí podría considerarse que surge el problema: hay numerosos municipios, como podrían ser los más cercanos a València, que aunque tengan historia turística y cierto recorrido, “decidieron ser turísticos de manera muy rápida y oportunista", tratando de copiar el modelo turístico de Benidorm. Algunos lo han hecho mejor que otros, pero en general “son modelos más frágiles, mucho más expuestos, con infraestructuras poco preparadas”.
Este tipo de destinos están basados en un tipo de turismo muy económico, “con barreras de entrada bajas”, y es eso lo que los hace muy dependientes de factores externos, muy “difíciles de sedimentar”, a lo que añade: “Son modelos demasiado expuestos a cambios repentinos”.

- Imagen de archivo de Cullera -
Diferentes modelo turísticos
El litoral valenciano se divide —casi sin querer— en distintos mundos turísticos que coexisten a pocos kilómetros de distancia. No todo el turismo es internacional ni de otros países de Europa. En playas como las de Cullera o Gandia, familias enteras llegadas desde Madrid, Castilla-La Mancha u otras regiones de España llenan los apartamentos y los paseos marítimos en una rutina estival que se repite, verano tras verano.
Pero si uno se desvía apenas unos kilómetros hacia el sur, hacia pueblos como Xeraco y Tavernes de la Valldigna, el paisaje —y el ambiente— cambian, el turismo tiene un carácter más local, comarcal, más íntimo.

- Playa de El Perellonet. -
- Foto: KIKE TABERNER
Según el Informe quincenal de ocupación hotelera elaborado por HOSBEC, los datos reflejan tres realidades turísticas distintas en la Comunitat. Castellón sigue siendo territorio casi exclusivo del turismo nacional (86,3% de cuota), con una presencia extranjera muy reducida.
En la provincia de Valencia se da un contraste: mientras que en Gandía predomina el visitante español (89,8%), la ciudad de València es claramente internacional (solo un 27,8% de turistas nacionales, con Italia, Reino Unido y EE. UU. como principales mercados).
Por su parte, Alicante combina ambos perfiles: la Costa Blanca y Alicante Sur mantienen mayoría española (61,2% y 58,1%), pero con un fuerte peso británico cercano al 10–11%. Benidorm presenta el mayor equilibrio, con un 40,9% de turistas nacionales y un 59,1% de internacionales, liderados por Reino Unido (30,1%).

- La ciudad de Gandia, durante el puente de mayo. -
- Foto: AJUNTAMENT DE GANDIA/ÀLEX OLTRA
“Debería valorarse la ciudad que somos, no el turista que queremos”
Cuando se habla entonces del mejor modelo de turismo para la Comunitat Valenciana, o cuál es el tipo de turista que necesita la Comunitat Valenciana, el verdadero foco, afirma Molins, debería estar en cómo son y cómo funcionan las ciudades.
Es decir, no se trata tanto de seleccionar o clasificar a los visitantes, sino de preguntarse si el entorno urbano está preparado para convivir con ellos sin fracturarse: “Lo que se debería valorar es el tipo de ciudad que somos, no el tipo de turista que queremos”, señala.
Esta idea cuestiona la obsesión por captar un perfil concreto de turista y pone el énfasis en la construcción de ciudad: no como escaparate para el visitante, sino como espacio digno para quien lo habita todo el año. Según explica, no se trata de diseñar ciudades a la medida del turista, sino de crear ciudades con estándares de calidad altos para quienes las habitan, y que esa calidad, a su vez, marque los límites del modelo turístico.