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De viajes hedonistas

El Estocolmo de bebedizos resbaladizos

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Lo necesario de hacer la maleta y volar a soñar. Liberación en forma de despegue y aterrizaje sin sustos. Con recibimiento de chirimiri picajoso que a saber el nombre que tendrá en estos lares. Pero no hay molestia posible, que es el momento de empezar a patear e investigar. Y los piececillos nos llevan raudos al centro mundial de los premios, donde aguarda el primer trago: un Dry Martini en Pharmarium. Acogedora marabunta en orden y concierto. Con el tino de dar en el clavo, tanto en ejecución como en el trato, pese al turisteo que revolotea. Con cóctel sequísimo, reconfortante y con unas aceitunas, que para qué más.

Seguimos caminito, que hay que cenar apetitoso y para eso nos han dicho que está Slipen. Paseazo en esa oscuridad que será compañera buscada durante estas jornadas. Hasta alcanzar local inesperado, bonito, poblado y con toda la gracia. Allí nos lanzamos a por el Bourgogne Clos de la Perrière Monopole 2020 (Clos du Moulin aux Moines). Pinot noir de frambuesas intensas y condimentos juguetones. Seda precisa que era precisamente lo esperado para acompañar las albóndigas con salsa de crema, patatitas, pepino encurtido y frutos rojos.

Amanece un nuevo día y tras gélida caminata toca escribir a Pía. Después de ir de norte a sur, cruzando uno y mil puentes y luchando por no resbalar en esta vida que es toda baches. Pero los sorteamos y volvemos al cogollito y su populosa calma, donde nos hacemos con la postal deseada y nos disponemos a escribir en un tradicional café frente a un vino dulce. Chuchería con las pertinentes frutas y frutos secos que redondea el instante.

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