- Padre, he de confesarle algo: estoy embarazada.
- ¿Cómo?
- Tranquilo, solo un poco.
- Angélica, ¿qué me estás diciendo? No se puede estar solo un poco embarazada. ¡O se está o no se está!
- No padre, debe escucharme. Mi chico hace vinos naturales y él me ha prometido que solo añade un poco. Poquísimo. El gramo del miedo, se llama.
- No entiendo la relación entre ambas cosas, hija… ¡Ay, ateo de mí! ¡Tú estás más preñada que la Virgen María!
- Créame por favor, Ramón me lo prometió, solo fue la punta.
- Hija mía, ¡pero si ahí es precisamente donde está el veneno! Dile a Ramón que venga mañana a verme, quiero conocerle.
Al día siguiente…
- Mira, voy a ir al grano, mi hija me ha contado eso del gramo del miedo y los embarazos del poquito. Tengo 58 años y siempre he bebido tinto con casera del porrón. ¿Me puedes explicar que está pasando aquí?
- Muy sencillo suegro, yo soy ecológico, -tan biodinámico que pido los preparados por Amazon-, solo que en el momento de embotellar y solo para asegurarme que el vino viaje bien, le añado un gramo de sulfuroso. Sí, los famosos sulfitos.
- Ah, entonces ya me quedo más tranquilo. Bueno, como yo creo que estamos hablando de lo mismo, ¿por qué en lugar de un gramo, no encargas un saco? Y ya de paso celebramos lo de mi futuro nieto. Futuro negro.
* Es la broma del mal gusto, el insulto a nuestro esfuerzo. Es la metáfora que une a los dos males que arruinan nuestra sociedad moderna. Ambos tan blancos, tan adictivos, tan decadentes.
O sí o no. O estás dentro o estás fuera. O echas o no echas. Basta de medianías, basta de mentiras, basta de tiranías.
