VALÈNCIA. El anuncio del presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, de poner en duda su continuidad y concederse unos días de reflexión para tomar una decisión, ha provocado una serie de reacciones que evidencian la alta polarización de la política española: mientras el PP, con Alberto Núñez Feijóo al frente, le ha acusado de intentar "victimizarse" y buscar gobernar "por compasión y no por adhesión"; en el PSOE se ha producido una fuerte movilización -tanto física como digital- para poco menos que rogar a Sánchez que continúe, incluso en ocasiones de forma muy apasionada, emocional y sobreactuada. Unos hechos que, de alguna manera, recuerdan a formaciones de carácter más reciente y mesiánico, y no tanto a una fuerza política con más de 140 años de historia.
Por partes. El presidente del Gobierno hizo pública el miércoles una carta a la ciudadanía en la que mostraba su necesidad de "parar y reflexionar". Una misiva en la que explicaba su decisión ante la "estrategia de acoso y derribo" que, a su juicio, es un intento de hacerle "desfallecer en lo político y en lo personal", en referencia a la denuncia de la organización ultraderechista Manos Limpias para investigar unos supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios de su mujer, Begoña Gómez.