Valencia Plaza

el callejero

Emma Sepúlveda, la mujer infinita

  • Emma Sepúlveda, en el salón de su casa. Foto: KIKE TABERNER

Emma Sepúlveda se pierde en dos calles. La cuadrícula del Ensanche es un laberinto para los nuevos. También para esta mujer sabia e inteligente que pasea por Conde Altea como si fuera una don nadie y que luego se sienta en la terraza de Quadrini y cuenta su vida, su fascinante vida, intentando pasar de puntillas por los hitos que sí desvela la solapa de sus libros: doctora en la Universidad de California-Davis; profesora emérita de la Universidad de Nevada; primera latina candidata al Senado de Nevada, en Estados Unidos; una treintena de libros publicados; Premio Thorton por la Paz; GEMS Mujer del año en literatura; Carolyn Kizer en poesía; Silver Pen en literatura, o el Nevada Writers Hall of Fame, la primera latina en recibirlo. También trabajó para Bill Clinton y, más estrechamente, con Barack Obama, su héroe. Aún se emociona al recordar el momento en el que esa pequeña mujer chilena entró en la Casa Blanca y estrechó la mano del hombre más poderoso del mundo. Pero esa pequeña biografía es incapaz de recogerlo todo, como los premios de fotografía que también ha ganado. Una mujer infinita que da la sensación de haber matado a su ego hace años y que ahora, a los 73, ha decidido refugiarse en un piso decorado con mucho gusto en la Gran Vía.

Allí, en este apartamento, ha recuperado los techos altos que los antiguos inquilinos habían tapado, quizá porque su marido, John, es un gigante de más de dos metros que fue jugador profesional de baloncesto en su juventud. Los dos nos abren las puertas de su casa, una preciosidad donde se mezclan la personalidad de Emma con la esencia de València, una ciudad que ha enamorado a la escritora chilena. Aunque ella nació en Argentina, creció en Chile y vivió durante cuatro décadas en Estados Unidos. Hasta que su hijo conoció a una valenciana y en la pandemia, después de haber viajado por todo el mundo, decidieron mudarse a España para estar cerca de ellos. Y aquí, en esta ciudad donde alguien nos robó el invierno, siente que puede esperar a la muerte. “Eso sí, confío en que sea dentro de muchos años”, confiesa.

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