IBI.La botella Ozeanic, desarrollada en Ibi, aplica tecnología que permite ozonizar el agua in situ, evitando así el uso de hasta 1.000 botellas de plástico al año, lo que contribuye a reducir tanto residuos como gastos. Con un coste medio de 65 euros, esta botella permite ahorrar hasta 250 euros anuales frente al consumo habitual de botellas de plástico a 0,25 euros cada una. Con ello, comporta una reducción del 74% en el gasto en agua embotellada en un año, que se eleva al 87% si se utiliza dos años, además de un impacto ambiental mucho menor. Este ahorro económico se refiere a la compra en comercios habituales, que se incrementa en instalaciones como pueden ser aeropuertos, donde el precio se multiplica.
Junto a ello, la purificación mediante ozono, cada vez más utilizada por viajeros frecuentes, es un sistema reutilizable que elimina hasta el 99 % de bacterias y virus presentes en el agua.
Además de para un uso familiar y por parte de las personas concienciadas con la sostenibilidad, esta botella adquiere especial importancia para un turismo responsable y los viajes de larga duración, que requieren un acceso continuo a agua potable segura. No solo es cuestión de comodidad, sino también de salud, seguridad y sostenibilidad. En muchos destinos, tanto urbanos como remotos, la calidad del agua no siempre está garantizada, lo que obliga a los viajeros a recurrir a botellas de un solo uso. Esta práctica genera residuos plásticos significativos y representa un gasto recurrente que puede evitarse.
Para mochileros y viajeros que recorren zonas con temperaturas elevadas o entornos remotos, los filtros convencionales no garantizan la eliminación total de bacterias y virus, según informan desde Ozeanic. Esos sistemas, como los de carbono activado o cerámicos, cuentan con poros que suelen medir entre 0,5 y 5 micras, ideales para retener sedimentos, cloro, metales pesados y algunos protozoos, pero insuficientes para detener patógenos más pequeños. Por ejemplo, las bacterias comunes como E. coli (0,5–2 µm) podrían quedar atrapadas o no, dependiendo del tamaño del poro, y los virus, aún más pequeños (0,02–0,3 µm), pasan sin dificultad. Además, en ambientes con altas temperaturas la proliferación bacteriana suele acelerarse, lo que puede colmatar rápidamente la capacidad filtrante, reduciendo la eficacia antes de lo previsto. El uso repetido y la falta de mantenimiento adecuado, como la limpieza o esterilización, también degrada la capacidad de filtrado, tal y como apuntan desde Ozeanic.
Junto a ello, apuntan que en condiciones extremas, donde el agua puede contener sedimentos finos, materia orgánica o concentraciones virales elevadas, los filtros tradicionales pueden ofrecer una falsa sensación de seguridad: retienen algunas impurezas visibles, pero no eliminan agentes patógenos invisibles ni destruyen estructuras infecciosas como las cápsides virales.
Tras la aprobación de su patente en Estados Unidos, Ozeanic ha decidido ralentizar su entrada al mercado estadounidense debido a la incertidumbre arancelaria prevista para 2025. Mientras tanto, la empresa continúa su desarrollo y consolidación en cinco marketplaces europeos, preparando su expansión futura en un contexto internacional más favorable.