Que amo Ibiza con toda mi alma no es un secreto. Llevo cerca de dos décadas escapándome siempre que puedo. Y sí, cuando era una jovenzuela me atrajo de ella lo que a muchos, esas discotecas increíbles. Pero una crece y empieza a descubrir que si bien ese es el atractivo para muchos, la isla tiene mucho más que ofrecer.
No hace falta que te vendamos su verano. Pocas islas pueden presumir de tener la vida que tiene Ibiza. Pero la verdadera esencia reside en otro momento, en ese en el que las hordas de turistas de todo el mundo dejan paso a una isla tranquila, que brilla fuera de temporada. Adoro Ibiza en verano, en primavera y hasta en invierno. Y cómo no, también en otoño. La isla a tan solo un paso o 25 escasos minutos de avión desde València, se postula como una de las favoritas para una escapada tranquila para esta temporada.
Lejos de lo que piensan muchos, la isla no se queda muerta en los meses en los que no está atestada. Al contrario, es cuando los pitiusos más la disfrutan. Solo hay que ver cosas con las que me he encontrado este pasado fin de semana. Imagínate aterrizar e irte directo a una feria gastronómica del calamar en Sant Carles o a la Feria de la Sal, que era de lo que vivía Ibiza antes de la irrupción del turismo. Y eso solo por citar dos cosas que han ocurrido en un fin de semana de otoño.
Pasan muchas cosas más. Un festival de danza, atardeceres otoñales en cala D'Hort con Es Vedrà como telón de fondo, rutas ciclistas, visitas al mercadillo hippie de Las Dalias y hasta actividades en torno a uno de sus mayores tesoros, la Posidonia, que se puede descubrir subido a un kayak o una tabla de paddle surf o con inmersiones fotográficas para captar las mejores imágenes de esta planta submarina.