VALÈNCIA. La electrificación de la movilidad para reducir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera es prioritario para limitar y mitigar los efectos del cambio climático. Una hoja de ruta también reforzada por la Unión Europea, que apuesta por la electrificación del sector, con medidas que pasan por la eliminación de los vehículos de diésel o gasolina para 2035. Un impulso de la descarbonización de la economía y del sector automoción que lleva consigo un aumento en la demanda de baterías de alta calidad y duración, tanto, que Europa calcula que deberán construirse de veinte a treinta gigafactorías para la producción de celdas de baterías exclusivamente.
Dicho aumento conlleva una problemática: ¿qué hacer cuando la vida útil de la batería ha terminado? En primera instancia se puede pensar en el reciclaje, aunque este no es, de momento, barato, eficiente o rápido y requiere de una mayor investigación. Además, algunas de esas baterías consideradas inicialmente como un residuo, ya sea por fin de vida útil o bien por fallo, podrían volver a utilizarse si se detecta el problema que impide su buen uso. Sería, por así decirlo, repararlas para devolverlas a su estado de inicio y evitar que sean un residuo antes de tiempo.
Precisamente, actuar frente a la degradación de las baterías del sector estacionario, a través del reacondicionamiento es la solución que plantea el Instituto Tecnológico de la Energía (ITE) a través del proyecto EÓN. “El reacondicionamiento consiste en cambiar algún elemento o actuar directamente sobre la batería y volverla a utilizar directamente”, matiza el investigador y responsable del proyecto Juan Gilabert. Lo hace señalando que, de momento, es la vía más sostenible pues “la batería es la misma, se puede cambiar algún pequeño elemento, pero ella sigue sirviendo, prestando servicio”.