Están los chefs guays y luego está Sacha Hormaechea; están las modas de las narices y luego está Sacha; está la cocina de paso y luego está Sacha, que ya es eterno.
Eterno porque son casi cincuenta años (levantó la persiana en 1972) los que lleva haciendo felices a los gastrónomos de paso esta casa de comidas sita en pleno barrio de Chamartín. Botillería y fogón. Cocina castiza, una sala epistolar y una persona (en este hoy tan dado a personajillos) más grande que su propia sombra —y no es pequeña la sombra de Sacha; bon vivant, fotógrafo, sensible, cultísimo y necesario.
La falsa lasaña de txangurro es un plato que rozará los cuarenta años, ¿cuántos platos conocéis con más de diez? Un ravioli relleno de guiso de txangurro a la donostiarra coronado con ajo frito y aceite de oliva. Todo está aquí, todo. Si es que está claro: Sacha o barbarie.
