VALÈNCIA.-A los doce años, como chupaba banquillo con su equipo de voleibol, José Hernández-Orallo se desquitaba unos ratos jugando al Lego, otros leyendo una enciclopedia sobre la evolución de los homínidos o desentrañando los misterios de la programación con su primer ordenador, un ZX Spectrum. Aquella máquina llegó al hogar familiar por casualidad. Un sorteo en el que participaba su hermano mayor fue el motivo. Para José, con la llegada de aquel Spectrum hubo un antes y un después. Siguiendo la estela del hermano también estudió Informática pero al no encontrar en los estudios lo que buscaba se dirigió hacia el Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universitat de València, en donde hizo su tesis doctoral. Y con todo ello este joven catedrático valenciano ya suma casi veinte años dedicados a preguntarse cómo evaluar la inteligencia.
Actualmente, a su dedicación en la Universitat Politècnica de València en donde trabaja —entre otros proyectos— en el aprendizaje automático y la inteligencia artificial, acaba de sumar un retador estudio. Hernández-Orallo, como miembro del Leverhulme Centre for the Future of Intelligence (CFI) en Cambridge (Reino Unido) coordina el proyecto Atlas of Intelligence, cuyo propósito es catalogar lo que conocemos en inteligencia animal, humana y poder compararlo con la inteligencia artificial (IA). Su último libro The Measure of All Minds. Evaluating Natural and Artificial Intelligence (La medida de todas las mentes. Evaluando la inteligencia natural y artificial) ha sido galardonado con el Prose Award 2018 que otorga la Asociación de Editores de EEUU.
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— Como diría Dylan Thomas en Bajo el bosque lácteo, empecemos por el principio... ¿Cuándo descubre que quería indagar sobre la inteligencia?
— Hace treinta años, mi hermano, que entonces tenía unos catorce años, comenzó a coleccionar una enciclopedia de informática por fascículos. Entre los que la completaran sorteaban un ordenador (un ZX Spectrum). Si no recuerdo mal, valía unas 30.000 pesetas y nos habría sido imposible comprarlo. Pero nos tocó. Yo tenía once años y empecé a preguntarme qué podría hacer con aquella máquina, cómo podría hacerla pensar. En aquella época —corría el año 1982— ya se hablaba un poco de inteligencia artificial. Más tarde, estudiando Informática, vi que los estudios estaban lejos de lo que a mí me interesaba hacer y que ahora todavía puede sonar ridículo: automatizar el razonamiento.
— En la carrera que no encontró lo que buscaba.
—No, así que me dirigí al Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universitat de València y allí hice mi tesis doctoral mientras trabajaba. Y me fascinó. Aprendí que la importancia de la inteligencia no era el razonamiento deductivo, era el aprendizaje.
— En su último libro, The measure of all minds, aborda la evaluación de la inteligencia humana, la inteligencia animal y la inteligencia artificial con una visión integradora.
— Intento acercarme a la evaluación universal de la inteligencia, la que se puede aplicar a un gato, a un robot y a un ser humano. Si hacerlo nos sirve para comparar los diferentes sistemas de inteligencia, pues vamos bien. Aproximarnos al concepto universal de inteligencia es uno de los retos científicos de este siglo y en ello están desde el MIT al Leverhulme Centre for the Future of Intelligence (CFI), con el que colaboro.
— ¿Hacia dónde van las últimas investigaciones?
— Se ve que la inteligencia no es algo que puedas llegar a comprender solo estudiando la inteligencia humana, por eso estos centros que he nombrado son multidisciplinares y reúnen a expertos que vienen del campo de la inteligencia animal, humana, artificial y también hay filósofos, psicólogos...
— ¿En qué punto estamos?
— Comprendemos mejor el cerebro; también sabemos replicar (y esto ya es inteligencia artificial) e incluso mejorar algunas capacidades. Ahora entendemos mejor cómo los humanos y animales son capaces de reconocer ciertas imágenes, entender sonidos, por qué un perro o un chimpancé entienden nuestras palabras aunque no hablen, también conocemos qué procesos computacionales hacen ciertas partes del cerebro.