El servicio es su mejor carta de presentación, y se nota que el equipo de sala tiene bien aprendida la lección. Trato agasajador pero no empalagoso. Se come francamente bien, excepcionalmente si el comensal es apasionado de los platos tradicionales de la zona como el All i Pebre o la Titaina.

Decir que el arroz es un valor seguro poco puede sorprender teniendo en cuenta que nos hallamos rodeados de arrozales. Lo que no es tan común es que tras la paella se sirva repostería francesa con destreza (como el hojaldre templado de manzana). La carta de vinos es correcta, de corte tradicional como la comida, pero se echa en falta cierta variedad y sobre todo algún espumoso para disfrutar después en su terraza. ¿Lo mejor? Alargar la tarde hasta ver el atardecer desde el canal.