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La batalla por València, artificial y electoralista

  • Panorámica del casco antiguo de València desde el MIguelete. Foto: EVA MÁÑEZ

Ante la escasez de ideas o falta de iniciativas, la exhumación de cadáveres es la panacea del discurso político en la conquista ideológica del censo electoral. Resucitar un cadáver político es de mediocres. La promisión del pensamiento único del nuevo consorcio que vaticina una derechización de la sociedad española tras los resultados obtenidos en las elecciones andaluzas, marcará la agenda política municipal, autonómica y europea en el  próximo maratón democrático que se celebrará en el mes de mayo. La batalla por, y no de València, no ha hecho nada más que comenzar, aunque por el momento sea artificial y electoralista. La vuelta a la parrilla del fantasma anticatalanista que agita la vida social y política de la ciudad, es un hecho innegable e insoportable. Las segundas partes nunca fueron buenas. En los ochenta, el vandalismo anticultural centraba sus ataques en librerías y se cebaba con intelectuales que profesaban fe y lealtad al pensamiento ideológico fusteriano. La actualidad no difiere mucho, teatros o espacios culturales son foco de micro amenazas gracias a la modernidad líquida. La migración electoralista por el voto anticatalanista está en la agenda política de los adversarios al Gobern de la Nau. Nada ha cambiado, intelectuales o cómicos son el cebo electoral por el control de la vara de mando del consistorio municipal. En  este nuevo formato, hay que añadir un ingrediente más al daño colateral que sufre la ciudad de València desde el 1-0, tras la bomba incendiaria lanzada a la bandera por un juglar de La Sexta, que dista mucho del buen humor del pasado de Bernat i Baldoví o Eduardo Escalante. El bobo solemne de Dani Mateo, con su desaprensivo trato a la enseña nacional ha despertado un patriotismo de hojalata que abandera la cruzada anticatalanista en la capital del Reino.

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