¿Soy yo o septiembre está siendo a-g-o-t-a-d-o-r? Por favor, termina ya, vete, déjanos. Quizás los factores sean algunos como que las vacaciones ya son un espejismo y que acostumbrada al ritmo tranquilo del veranito, volver a la vorágine se me ha hecho cuesta arriba. Quizás porque la rueda no para y el trabajo tampoco. Sea como fuere, llegados a este punto, yo solo pienso en una cosa: descansar.
Estoy segura de que no soy la única. Quiero tirarme a no hacer nada, mimarme, comer rico, no pensar, desconectar... ¿Muy pronto? No lo creo, porque en nada tenemos aquí al otoño, el frío, Halloween y sí, también las Navidades. Coger fuerzas para lo que viene nunca es malo. Es más, debería estar recetado por los médicos, un fin de semana de descanso, tanto mental como físico. Y como no está de más compartir lo que una descubre con el resto, aquí va mi último hallazgo, en un pintoresco pueblecito a apenas unos minutos en coche de Oviedo.
Recordemos que este año la ciudad asturiana es la Capital Española de la Gastronomía, así que dejarse caer por allá para celebrarlo nunca es mala opción. Pero hoy nos vamos a unos kilómetros más allá, porque hemos dicho que veníamos a descansar, ¿verdad? Pues bien, hazte un favor y un pon en tu Google Maps (qué shock su nueva voz, por cierto) un destino: Las Caldas Villa Termal.
¿Un hotel balneario? Me gustan sí, precisamente cuando busco lo que estábamos comentando. Las Caldas Villa Termal es un emblemático complejo termal ubicado a pocos kilómetros de Oviedo, en un entorno de una belleza natural sin igual. Su historia se remonta a 1776, cuando se descubrieron las propiedades curativas de sus aguas mineromedicinales, ricas en minerales y con gran poder terapéutico. Aquello atrajo a visitantes de toda España y convirtió a Las Caldas en un referente de turismo de salud y bienestar.