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Los terremotos en Vox invitan a Mazón a adelantar su plan de absorción

  • El vicepresidente Barrera (Vox) y el presidente Mazón (PP), juntos en un acto. Foto: EP/Rober Solsona

VALÈNCIA. Mucho se habló y se escribió del acuerdo exprés alcanzado por el líder del PPCV, Carlos Mazón, y Vox en la Comunitat Valenciana pocos días después de las elecciones autonómicas del 28 de mayo. Antes de que pudiera empezarse a especular con las distintas estrategias que podían adoptar ambas formaciones en la negociación, el ahora presidente de la Generalitat ya había llegado a un pacto para ceder la Presidencia de Les Corts, la vicepresidencia primera del Consell y tres áreas de gestión (Cultura, Agricultura y Justicia).

Sobre este acuerdo, hubo división de opiniones. Por un lado, lo cierto es que Mazón evitó largas conversaciones y rifirrafes que pudieran complicar la investidura, además de conseguir que Vox se deshiciera de su candidato, Carlos Flores, que apuntaba a ser incómodo como vicepresidente.  En la otra orilla, el rápido pacto resultó incómodo para el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, inmerso en la precampaña de las elecciones generales, especialmente por concesiones como la desaparición en el acuerdo de la violencia de género en sustitución de la violencia intrafamiliar.

Apenas han pasado dos meses desde que viera la luz ese acuerdo PP-Vox sin nombre -no fue bautizado-, sin apretón de manos público ni fotografía, por el que el abogado y extorero Vicente Barrera, a instancias directas de Santiago Abascal, se convertía en nuevo vicepresidente primero del Gobierno Valenciano.

En el PP, pocos dudaban ya ese mismo día de que la hoja de ruta oculta a medio plazo debería ser la absorción de Vox para situar a los populares en posición de reverdecer los grandes triunfos en las urnas conseguidos con Eduardo Zaplana y Francisco Camps. Una ambición nada irracional teniendo en cuenta que Mazón sacó en mayo 40 diputados -a 10 de la mayoría absoluta- y Vox logró 13.

De hecho, muchos dirigentes populares recordaban esos días -y ahora vuelven a hacerlo- la estrategia llevada a cabo por Zaplana -con quien Mazón mantuvo muy buena relación en el pasado- para absorber a Unió Valenciana, quienes fueron también compañeros de gobierno en su aterrizaje en la Generalitat en 1995.

Aguirre (Vox), Camarero (PP), Flores (Vox), Barrera (Vox) y Massó (Vox). Foto: EP/Rober Solsona

Aunque esta operación, según señalaban fuentes del PP tras el pacto, apuntaba a llevarse con calma, la crisis abierta en Vox invita a que las maniobras de acercamiento puedan desplegarse a corto plazo. 

En este sentido, cabe recordar que el partido de Santiago Abascal perdió 19 escaños en las pasadas elecciones generales, quedándose en 33 diputados. Una cifra importante pero muy alejada de los resultados anteriores y de las expectativas creadas por el partido ultraconservador, que además no tendrá posibilidades de entrar en el gobierno. 

Pero más allá del flojo resultado numérico, el problema reside en la sensación de inestabilidad de la formación de Abascal. Ya hace un año Macarena Olona, una de sus referentes, abandonó Vox dejando un reguero de dudas respecto al funcionamiento interno de esta fuerza política, algo en lo que ha ahondado posteriormente, además de hacer la competencia en las urnas bajo las siglas Caminando Juntos (CJ), que no ha conseguido buenas cifras electorales pero sí cierto escaparate mediático.

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