VALÈNCIA. PPCV y Vox alcanzaron esta semana su innominado pacto para gobernar conjuntamente los próximos cuatro años. Un acuerdo logrado a una velocidad inusitada, sin ninguna ceremonia o escenografía, lo que contrasta con la solemnidad y simbología que desde la izquierda se trató de dar al Pacto del Botánico.
De esto y otras cosas que han pasado esta semana se pueden extraer conclusiones muy interesantes y valiosas respecto a lo que puede ocurrir a medio y largo plazo entre los socios de gobierno de la Comunitat Valenciana.
Pese al pacto exprés, los populares valencianos liderados por el próximo presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, no han priorizado evitar algunos conflictos emanados del documento con 50 medidas firmado conjuntamente: el más sangrante, la introducción del concepto de "violencia intrafamiliar" y no violencia de género. Algo que generó cierto revuelo nacional y por lo que saltó hasta el propio Alberto Núñez Feijóo.
Pero no sólo esto. A primera vista, Vox se lleva numéricamente un botín considerable de la negociación: tres áreas de gobierno distribuidas en la Vicepresidencia Primera con la competencia de Cultura y dos consellerias, Agricultura y Justicia. Además, el segundo puesto institucional de mayor importancia en la Comunitat Valenciana, la Presidencia de Les Corts.
Entonces, ¿qué ocurre? ¿Se ha dejado llevar Mazón por los nervios y las prisas? ¿Ha querido evitar que su acuerdo se lleve a cabo en medio de la campaña de las elecciones generales? ¿Han sido los dirigentes de Vox más hábiles que los del PPCV en las negociaciones?
No necesariamente. En realidad, ambas formaciones parecen haber logrado sus principales objetivos. Aunque Mazón quizá podría haberse evitado la polémica sobre la violencia de género, ha conseguido su objetivo de alcanzar un acuerdo relámpago sin apretón de manos público y se ha deshecho del candidato de Vox, Carlos Flores, que se presentaba como un vicepresidente a priori incómodo.
Por su parte, el partido de extrema derecha ha cumplido con su misión de entrar en el gobierno con una vicepresidencia y tres carteras; la dirección de Les Corts y 'colando' algunas de sus reivindicaciones más polémicas en el documento de medidas acordadas.
Ahora bien, observando con cierta perspectiva y visión de futuro el pacto, la posición para la formación que preside Santiago Abascal podría ser mucho más delicada de lo que parece tras haber devorado el regalo envenenado dispuesto por el PPCV de Carlos Mazón.
Para empezar, y aunque Vox hasta el momento no ha pagado precio alguno por ninguna de sus incongruencias, en este proceso negociador no puede obviarse el pulso planteado y ganado por el PP con la retirada de Carlos Flores como punta de lanza del partido de Abascal. Los populares, en boca de su portavoz Borja Sémper, exigieron que el candidato de Vox no entrara en el gobierno por su condena en 2002 por violencia psíquica sobre su exmujer. Pese a que Flores y su partido habían defendido durante la campaña su concurso, la formación de Abascal apenas tardó 24 horas en resituarlo como cabeza de lista al Congreso de los Diputados para facilitar el pacto con el PP.
Más allá de lo que internamente pueda suponer que un partido sacrifique a un candidato que había respaldado, lo que no se puede obviar es el engaño que supone para la ciudadanía el presentar a un cabeza de lista con un objetivo autonómico para luego relevarle -por una razón que ya era conocida previamente- y entregarle ese papel principal a otra persona, en este caso, el extorero y abogado Vicente Barrera, por órdenes llegadas desde Madrid.
Así, y aunque probablemente la decisión no haya causado una especial desazón o malestar entre los votantes de Vox , sí ha causado cierto malestar en un sector del partido porque manda un mensaje a las estructuras autonómicas de que su papel es el de peones sacrificables para la dirección nacional. En un momento de éxito y buenos resultados, este tipo de decisiones no suelen tener un coste orgánico; pero a medio plazo sí pueden producir algún roce o desacuerdo en los cargos territoriales.
En este punto, también conviene recordar que Vox nunca hizo público su programa electoral de cara a estos comicios autonómicos, sino que se limitó a esgrimir una docena de puntos generales para gobernar basados en consignas nacionales. Otra circunstancia que, probablemente, tampoco importa demasiado a los electores pero que posteriormente, a la hora de configurar un pacto de 50 medidas de gobierno autonómico, evidencia cierta falta de posiciones estables y claras a la hora de plasmar propuestas concretas. Esto provoca que los anuncios o cuestiones más ruidosas del documento sean, precisamente, asuntos o proclamas de carácter nacional que tienen difícil traslación en la Comunitat Valenciana. Un apartado este en el que Vox deberá mejorar para no verse rebasado por un partido con alta experiencia de gobierno autonómico como es el PPCV.
Vox manejará en torno al 7% del Presupuesto de la Generalitat
Un Partido Popular que, pese a las aparentes concesiones realizadas, dominará más del 90% del presupuesto, lo que deja a Vox muy por debajo de su representatividad en la coalición. De la misma manera, y pese al importante revuelo por las medidas acordadas en el citado documento de pacto, la gran mayoría de asuntos polémicos estarán bajo la gestión del PPCV, que a buen seguro, navegará para evitar concesiones reales en las cuestiones que le alejen de la mayoría de sus votantes.
Y este es precisamente el talón de Aquiles del partido de Abascal y sobre el que, probablemente, Mazón planea apuntalar su futura mayoría absoluta. Vox tendrá un margen de maniobrabilidad relativo: para empezar, deberá encontrar los perfiles adecuados para completar todos los nombramientos del segundo escalón del Ejecutivo, ya sea entre los miembros de su partido o en profesionales independientes de corte conservador que simpaticen con sus postulados. En este punto, no es sencillo hallar las personas adecuadas para desempeñar estas funciones: es más, si tienen experiencia en la gestión autonómica es posible que tengan un pasado cercano al PP.
Por tanto, el marco general, o al menos el que muchos dirigentes populares observan, es que más allá de las discrepancias incluso internas que puedan existir por la estrategia relámpago de Mazón en el pacto, el rápido acuerdo describe que el objetivo del nuevo presidente de la Generalitat es ponerse a gobernar cuanto antes con la vista puesta en erigirse como único referente del Ejecutivo. Y, a partir de ahí, comenzar la operación de consolidarse en el Palau pero también de ir comiendo terreno a la formación de extrema derecha.
Vox, por su parte, y siempre a las órdenes que lleguen desde Madrid, tendrá dos vías de actuación: asumir sus funciones como socio minoritario priorizando la gestión o tratar de condicionar y capitalizar la agenda mediática con declaraciones altisonantes o poniendo sobre la mesa asuntos que causen división con el socio mayoritario. Esta segunda posibilidad, si se extreman las posiciones, contiene el problema de que puede llegar a incomodar a los incorporados a Vox para las tareas de gobierno, lo que facilitará a medio plazo que el PP pueda comenzar a echar sus redes para absorber a activos de sus socios. Eso sí, antes que nada, habrá que ver el resultado que arrojan las urnas en las próximas elecciones generales del 23J y qué mayorías pueden conformarse.