VALÈNCIA. Qué lejos quedan los tiempos en los que el Café Infanta, en la plaza del Tossal, era un garito de moda en el que trabajaba Sofía, una de las camareras más cotizadas de València. Todo el mundo quería pedir en el rincón de la barra donde estaba ella y luego disimulaban para quedarse por allí. El Café Infanta ahora abre a mediodía, da de comer y tiene a un buen número de turistas haciendo de turistas. El local, por dentro, conserva su encanto. Siempre fue un semisótano singular donde uno se sentía, y en realidad se siente, a gusto. Allí entra uno de estos mediodías Marién Baker con un vestido que lleva un estampado de emojis. Al llegar se quita unas gafas de sol estilo Lolita y se sienta a la mesa. Le pide al camarero un ‘ice latte’ y luego lo deja casi sin tocar durante toda la entrevista.
Marién nunca había estado en el Café Infanta. Ella, que tiene 45 años, pilló los últimos coletazos de la Ruta del Bakalao y fue más de discotecas y noches muy largas que de bares de copas del Carmen. Es del barrio de Tres Forques, donde su abuelo, Emilio Sapiña, de Sueca, fundó con un grupo de amigos la falla de Virgen de la Cabeza. “Ahora ya no voy tanto pero me sigo vistiendo en la Ofrenda. Ahí no fallo y cada año salgo vestida de valenciana con mis tatuajes”.
Las vacaciones las pasaba en el Mareny de Barraquetes en lo que ella llama el triángulo de las Bermudas de València: Barraca, Chocolate y Puzzle. “Cogía la bici y, con ocho años, le decía a mi abuela: ‘Voy hasta el Chocolate y vuelvo’. Pero yo no tenía ni idea de qué era Chocolate. Ya en la adolescencia empiezas a pasar todos los domingos por la carretera del Saler y siempre que cruzábamos por la puerta de Barraca y veía que estaba abierto, me preguntaba qué hacía esa gente. Tenía amigos de Sueca y ya me fueron metiendo en el mundo de las discotecas”.
Su padre, Rogelio Barranco, era muy aficionado a la música. Uno de esos hombres de su generación que lo mismo escuchaba a José Luis Perales, el Dúo Dinámico o Julio Iglesias que la banda sonora de ‘Blade Runner’ o ‘Fiebre del sábado noche’. En la falla era el que preparaba la música para amenizar todos los actos y en Nochevieja se bajaba los vinilos que tenía y era el encargado de poner la música. La niña, la pequeña de las dos hermanas, Marién, que llegó a ser fallera mayor infantil, veía eso y le gustaba. Aunque lo que de verdad le gustaba era ponerse a bailar. Era una chiquilla con alma de vedette. Y lo mismo actuaba en la falla que en el instituto, en el Cid Campeador.