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  • Foto: KAI FÖRSTERLING/EFE
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VALÈNCIA.- Dice el dicho que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Allá por el mes de junio de 2020, Francesco de Leo y Niccolò Porzio di Camporotondo, de la empresa Kaufman & Partners/H2O Riders Science & Management, llegaron al Real Club Náutico de Valencia con el cuento de que había posibilidades de que Nueva Zelanda no quisiera ser la sede de la 37 edición de la Copa América y que la iba a sacar a subasta, en la que si entraba València sería la favorita para que los kiwis apostaran por ella.

Se basaban en que el equipo neozelandés estaba encantado con los campos de regatas y las infraestructuras que alberga el puerto de la ciudad del Túria. Que Grant Dalton, CEO del equipo kiwi, soñaba con volver a València para defender el título que había reconquistado en Auckland ante los hombres del Luna Rossa, a pesar de que en ese mismo campo de regatas no lograron recuperar la Jarra de las Cien Guineas en el Desafío de 2007 ante los suizos del Alinghi. 

De Leo y Porzio, dos magníficos charlatanes, ya estuvieron vendiendo un tranvía sin ruedas a la directiva del Náutico de Valencia, que entonces presidía Manel Pons, para organizar un Desafío a la Copa América al que denominarían Green Comm Racing. Se hizo el anuncio como si aquello fuera a cuajar y en poco tiempo se desinfló quedando todo en ese tranvía sin ruedas que llegaron vendiendo al Náutico. Ridículo mundial, como no podía ser de otra manera.

Esta vez, el Náutico ha vuelto a entrar al trapo y quiso implicar en el asunto a los políticos de la región y de la ciudad. Fíjense en los personajes en los  que la Junta Directiva del Náutico valenciano había puesto su confianza para que saliera adelante este magnífico globo sonda: Joan Ribó, alcalde de València; Ximo Puig y Mónica Oltra, presidente y vicepresidenta de la Generalitat, y José Luis Ábalos, exministro de Fomento.

El progresismo retrógrado y analfabeto tenía en sus manos intentar conseguir que València volviera a ser la capital del mundo, como ya lo fue en la organización de la 32 edición de la Copa América en 2007. Los políticos valencianos se animaron a intentarlo y fueron a llorar a papá Estado, que les acababa de condonar 330 millones de euros de la deuda que se había contraído con la construcción de la Marina, para que les apoyara en el proyecto. Pasaron unos meses, y a pesar de que el mundo de la vela y de la náutica no hacía más que apuntar esta acción como un globo sonda, los que creyeron a los dos italianos continuaban adelante con el proyecto. Incluso se llegó a publicar que València era una de las finalistas en esta subasta ficticia y falsa.

El caso es que, a la hora de la verdad, para que València fuera la supuesta candidata finalista, había que poner un aval de cincuenta millones de euros. El Náutico, al ser una entidad privada, no podía avalar sin el permiso de la Asamblea, la mayoría de ella en contra; el Ayuntamiento de València remoloneaba por si la Generalitat movía ficha y la Generalitat hacía lo propio para que Ribó soltara los cincuenta kilos. Peleas encubiertas y falsas para intentar que el Gobierno central avalase. Como es natural, y con la que está cayendo en España, el Gobierno se ha desentendido del tema diciendo que eso era una cosa del señor Ábalos y su Ministerio y la nueva ministra Raquel Sánchez no quiere ni oír hablar de, según ella, un evento tan impopular.

Ya dijimos en estas mismas páginas, cuando Francesco de Leo y Niccolò Porzio di Camporotondo llegaron a València, que ni la Comunitat Valenciana ni España estaban en una posición financiera favorable para acometer esa aventura, pero los italianos insistieron en que todo iba a salir más o menos gratis porque a los neozelandeses les gustaba mucho el cap i casal

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