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Camps, Barberá (y Rajoy): la justicia "no puede probarlo

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VALENCIA. La decisión del TSJ valenciano de no imputar al expresident Francesc Camps y a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, en el caso Nóos, ha sido probablemente la noticia más importante de una semana abundante en asuntos merecedores de atención. De hecho, su irrupción el martes, en pleno debate de política general en Les Corts, concentró todos los focos de atención y dejó dicho debate en segundo plano.

Hay quien diría: afortunadamente, porque el debate fue pródigo en sinsentidos y escaso en exhibiciones oratorias de altura. Hasta tal punto que lo más reseñable del mismo vino a ser que Fabra prometía a los funcionarios que cobrarían la extra de Navidad, es decir: Fabra prometía pagarles el sueldo a los funcionarios. Este año sólo lo congelaremos, como los cuatro anteriores ¡Gran noticia!

El TSJ optó por devolver la causa al juez Castro y exculpar a los dos dirigentes valencianos, lo que resultó sorprendente para muchos, entre los cuales me incluyo. Los indicios y los hechos probados parecían indicar con total claridad que la decisión de establecer esos acuerdos, tan gravosos como injustificados, con Urdangarin y el Instituto Nóos correspondió a las más altas instancias, por más que Barberá se escudase en un "yo no he firmado nada" (como si gente que ella ha nombrado y que actúa bajo sus órdenes firmase ese tipo de convenios por su cuenta, y no a instancias suyas).

Dicho esto, soy de los que creen que las decisiones judiciales están para respetarse también cuando no concuerdan con lo que uno piensa (cuando nos dan la razón es mucho más fácil hacer armoniosos cantos sobre la imparcialidad y sabiduría del estamento judicial). Los jueces han estimado que los indicios que había para imputar a Camps y Barberá resultaban insuficientes, en particular dada la prominencia pública de ambos y los cargos que ocupan u ocuparon, que los harían acreedores a un especial cuidado, por parte del poder judicial, con vistas a imputarles o no delitos (es decir, más o menos lo que pasó en su día con la infanta Cristina, tampoco imputada en el caso).

No es una situación definitiva, pues podría variar si aparecen nuevos datos (de nuevo, igual que ocurre con la infanta Cristina); pero, sin duda, sí que constituye un indudable espaldarazo para Camps y -sobre todo- Rita Barberá.

Francesc Camps: amortizado por un juicio del que salió absuelto

Ya lo hemos comentado alguna vez aquí: en España no dimite nadie, entre otros factores, porque la dimisión supone abandonar la base de poder del político que dimite, lo cual implica quemar las naves y dificulta muchísimo cualquier posibilidad de volver. En otros países la dimisión puede preludiar un regreso triunfal, meses o años después, con mayor fuerza y legitimidad. Aquí, en cambio, es la antesala de convertirse en un expolítico (que, como mucho, puede aspirar a dejar un buen recuerdo, como persona honrada y poco convencional, dado que, a fin de cuentas, tomó la insólita decisión de dimitir).

Iñaki UrdangarínEl caso de Francesc Camps resulta casi arquetípico, a pesar de que él, más que dimitir, puede decirse que "le dimitieron": abandonó la presidencia de la Generalitat, se supone, para demostrar su inocencia. Tras meses de juicio, logró -contra todo pronóstico- su objetivo, al salir absuelto. Y, aunque salió absuelto, también se quedó completamente fuera de juego. No ha habido ningún esfuerzo, por parte del PP valenciano o nacional, de buscarle algún acomodo en algún destino en el exterior, a pesar de lo que se rumoreó en su día. Y la verdad es que no da la sensación, a estas alturas, de que vaya a tenerlo.

La decisión le permite, al menos, huir de la inquietante posibilidad de ser juzgado por una cuestión mucho más grave y seria que en la ocasión anterior. Porque aquí ya no hablábamos de "cuatro trajes", sino de varios millones de euros gastados en no se sabe muy bien qué. Aunque probablemente no sea suficiente aval para que el expresident reivindique que la Generalitat que él dirigió "ha actuado siempre de manera correcta, con seriedad". Porque no hace falta hacer mucha memoria para que todos encontremos, no una, sino muchas decisiones más que discutibles, y en esa línea.

Rita Barberá: ¿otra vez candidata?

Más interesante es evaluar cómo queda la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá; más interesante porque, a diferencia de Camps, continúa en la política activa, y en un puesto muy importante (Camps en teoría también continúa, pero de facto apenas puede decirse eso). Sus declaraciones al conocer la decisión, "la Justicia ha hablado y ha hablado claramente", muestran una contundencia igual a la que supuestamente ha mostrado el TSJ. Indican que la alcaldesa, muy probablemente, no se plantea abandonar la política y que volverá a ser, una vez más, candidata a la alcaldía en 2015.

ARita Barberá menos, claro está, que perciba la derrota como algo seguro. En ese caso, quizás se plantee la conveniencia de presentarse, y de dejar una hipotética derrota como una mancha en su impecable expediente (cinco victorias consecutivas por mayoría absoluta, desde 1995, con el preludio del pacto de 1991 con UV que le aupó a la alcaldía), así como una muestra de que su casi mítico tirón popular se ha desvanecido con la crisis y el hundimiento de los grandes eventos (que han demostrado ser, en casi todos los casos, agujeros económicos aún más grandes). O incluso presentarse para otros puestos que rechazó hace no tanto tiempo, precisamente al dimitir Camps...

No está nada claro que los análisis que menudean en los últimos meses sobre un hipotético candidato alternativo a Alberto Fabra para 2015 acaben cristalizando. Pero lo que sí resulta evidente es que Barberá sale muy reforzada, y con mayores posibilidades de influir y de postularse para uno u otro puesto de responsabilidad. Y que, al mismo tiempo, muchos hipotéticos candidatos para sustituir a Barberá como candidata en la ciudad de Valencia ahora ya no pueden tener ese objetivo en mente. No, al menos, mientras Barberá quiera seguir.

#prayfor... Nueva exhibición mediática de Mariano Rajoy

Había mucha expectación por el contenido de la entrevista concedida por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a la cadena de información financiera Bloomberg. Entre otros factores porque, dado que en España no concede entrevistas (y, desde luego, ninguna que no tenga las preguntas mínimamente bajo control, es decir, previamente pactadas), tenemos un presidente que considera más oportuno rendir cuentas fuera de España que dentro.

Rajoy no decepcionó, como acostumbra. Y con ello me refiero a que, nuevamente, dio que hablar con una declaración, como mínimo, sorprendente, una vez más al respecto del caso Bárcenas. Que su implicación es algo "que no se puede demostrar". Todo ello, naturalmente, combinado con los intentos de Moncloa por censurar esa parte de la entrevista, que han trascendido (en esta ocasión, tanto en España como fuera de ella).

Esta declaración se suma a otros grandes éxitos de Rajoy, como su querencia a hablar a través de un plasma, o a no responder diciendo algo tan notable como "la segunda... ya tal", de nuevo respecto del caso Bárcenas. Todo ello es tan esperpéntico que tendemos a reírnos por no llorar. Por desgracia, en efecto, no es cosa de risa. Sobre todo, respecto del caso Bárcenas. Porque en lo que se refiere a ese asunto, casi todo lo que ha dicho y hecho Rajoy indica que, incluso aunque nunca se pueda probar que sea culpable, es muy verosímil que lo sea. Y, desde luego, que existe una responsabilidad política que debería asumir (aunque no dimitiendo, porque, recuerden, eso en España los políticos tienen claro que no hay que hacerlo jamás).

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