Imagen nocturna de la Plaza del Patriarca, en Valencia, una noche de la semana pasada.
VALENCIA. Por fin, tras largas semanas de mirar hacia otra parte y no dar crédito a lo que jueces y periódicos habían encontrado dentro de la olla podrida de las empresas públicas de saneamiento controladas por el Partido Popular (Emshi, Emarsa, Epsar y compañía), el presidente Alberto Fabra ha hecho ahora lo que de él se esperaba: personar a la Generalitat como acusación y abrir una comisión de investigación sobre el caso en Les Corts. Una cuestión de ejercicio democrático: lo contrario hubiera sido complicidad, por otra parte fenómeno habitual en esta comunidad.
Y en esas estábamos cuando el viernes pasado se produjo un nuevo sobresalto ocasionado por la insólita entrada en las instalaciones de la Ciudad de las Artes y la Ciencias de policías judiciales al mando de un juez balear para buscar pruebas sobre el caso Urdangarín y la posterior imputación de tres directivos, dos de ellos exdirectores de la entidad. Casi simultáneamente, el Tribunal Supremo del Estado reabría los juicios contra Carlos Fabra que la Justicia regional había dado carpetazo por prescritos. De algún modo es como si el sistema judicial autonómico -como las cajas de ahorro y el Banco de Valencia- también hubiera sido intervenido por el Estado a causa de sus deficiencias.
Una 'intervención' que ha dejado en posición poco airosa a los dirigentes del PP -Camps el primero- que señalaron al cacique como un modelo a seguir, así como los que lo justificaban con un excesivamente comprensivo "son cosas de Carlos, él es así". Él es así, y también lo son los que sostuvieron su impunidad durante años.
Y si esto está ocurriendo por Valencia y Castellón, no es necesario detenerse en los detalles de lo que acontece por el sur, con sus brugales, planes de ordenación urbana con promotores (sobre)informados, la alcaldesa, el hermano de la alcaldesa, la Volvo y la CAM. La porquería hallada dentro de ésta, desenterrada gracias a su intervención por el Banco de España, es la imagen más nítida de cómo se han movido las cosas en Alicante durante las últimas legislaturas.
ESPERANDO AL 7º DE CABALLERÍA Y EL FUEGO AMIGO
Parece evidente que entre la clase política (por acción o por omisión) y la financiera han arruinado con su impericia a la economía regional y arrastrado hacia el miedo y la desmoralización a su sociedad. Realmente parece difícil hacerlo peor. Del mismo modo que resulta asombrosa la falta de acción ejecutiva del Consell ante una situación límite en la que el pago de la nóminas a los funcionarios es la gran prioridad junto con la de atender los vencimientos de la deuda, aunque todo el mundo tema que solo es cuestión de tiempo que una de las dos acabe por incumplirse si no acude raudo desde la meseta el 7º de caballería.
Pero las esperanzas de un rescate de las finanzas autonómicas por parte del futuro Gobierno de Mariano Rajoy van deshinchándose a medida que éste se acerca a Moncloa y deba hacer frente a los compromisos internacionales para la reducción implacable del déficit público del Estado. Rajoy ya ha lanzado algún aviso a navegantes sobre la dificultad de atender las expectaivas financieras autonómicas. En el mejor de los casos, ¿cómo nadie va a querer rescatar a la Comunidad Valenciana si la Comunidad Valenciana no da un paso al frente para rescatarse a si misma?
El Consell de Alberto Fabra está ejecutando con parsimonia exasperante un lento ajuste a cuentagostas que no está ofreciendo esa sensación de firmeza y determinación que la sociedad necesita y exige a sus gobernantes. Más bien al contrario, pareciera como si un enemigo interior, heredado del pasado, estuviera protegiendo de las reformas los privilegios obtenidos durante lustros de opacidad, nepotismo y corrupción.
De otro modo no se entiende la parálisis de, por ejemplo, la Conselleria de Industria y Economía, incapaz seis meses después de las elecciones de ejecutar un plan rápido y certero de reforma del sector público empresarial. Fundaciones prescindibles, empresas públicas ruinosas, organismos públicos duplicados... ineficacias allá por donde mires, siguen lastrando hacia el fondo a una Administración desorientada e inactiva.
Así se entiende que el conseller, Enrique Verdeguer, un tipo íntegro llegado de Madrid para quemarse en las reformas, no haya podido apenas sacarlas adelante y se corra el rumor de que ha tirado la toalla y solicitado su reemplazo. Sería la excepción de una generalidad que ya solo confía en mantenerse atada a la poltrona.
NUEVO MAPA DEL PODER EMPRESARIAL
En este dramático escenario con aires de derribo no deja de sorprender la pasividad de las organizaciones empresariales. José Vicente González, presidente de Cierval y una tradicional voz reivindicativa de la sensatez y la eficacia en la gestión económica de la Administración, permanece ahora en silencio, días después incluso de haberse celebrado las elecciones generales, la fecha praadigmática a partir de la cual iba a ocurrir todo aunque todabía no haya pasado nada...
Tendrá razones para ello, y de momento bastante tiene con la situación de debilidad de las dos organizaciones que preside, Cierval y CEV, ambas en proceso de recorte de empleo por pérdida de subvenciones y la segunda (la patronal de la provincia de Valencia) inmersa en un conflicto de poder que por momentos se está calentando.
Un rápido vistazo al asociacionismo empresarial de norte a sur nos muestra en Castellón a un veterano del antiguo régimen que se niega a dar paso libre, y en Alicante a un presidente patronal que ha tenido que dimitir tras ser condenado por prácticas contra la libre competencia (!), y reemplazdao por un presidente en funciones.
No se encuentran en mejor situación las Cámaras de Comercio, concentradas ahora en su propia reconversión para asegurarse una difícil supervivencia tras años de alegre despreocupación bajo una formato institucional que no podía perdurar, como los hechos están demostrando. José Vicente Morata, encargado de dirigir tan endeble nave en mitad de la tormenta, bastante tiene con bregar para evitar su hundimiento como para andar con reclamaciones al maestro armero...
EL NUEVO PODER VALENCIANO: DEL BANCO DE VALENCIA A LA ASOCIACIÓN VALENCIANA DE EMPRESARIOS
Pero queda Juan Roig, es posible que a su pesar. El dueño de Mercadona, primera empresa valenciana, se ha convertido abiertamente durante los últimos tiempos en el genuino poder fáctico de la Comunidad Valenciana. Ante el evidente vacío de poder que arroja una Generalitat enganchada en su bloqueo económico, y una vez autodestruido el sistema financiero valenciano -sede habitual del poder total en cualquier tiempo, espacio y circunstancia- solo el carácter y la voluntad de este empresario ha conseguido levantar una barrera de seguridad contra el caos y detener la desbandada general.
Así se ha demostrado con su propuesta para que sea Paco Pons, uno de los suyos, expresidente de AVE, y experto empresario sin enemigos aparentes, el enviado a representar los intereses valencianos a la vicepresidencia del consejo de Bankia. Seguramente Pons, 70 años, no sea el mejor preparado anímicamente para ese papel -una paloma en la capital de los halcones-, que exigue entrega y dedicación full time, pero desde luego ningún otro hubiera sido sido capaz de alcanzar semejante consenso y cierre de filas ante la propuesta de AVE, el club de los grandes empresarios que tiene en Juan Roig a su icono de poder
(Resulta llamativo cómo esta asociación, AVE, ha tomado el relevo en el papel de foco de poder que tradicionalmente representaba la burguesía valenciana agrupada en torno al consejo del Banco de Valencia, hoy desnaturalizado debido a su fracaso como banco y su consecuente intervención por el Banco de España).
El papel a desempeñar por Paco Pons durante el tiempo que lo represente, la triste peripecia del náufrago José Luis Olivas en la isla desierta de Barataria/Bancaja, la misión de los interventores del Banco de España en las dos entidades antaño orgullo financiero local (lástima de gestores incapaces, digo de Roberto López y Domingo Parra) y la previsible absorción de la otrora igualmente orgullosa Ruralcaja por la almeriense CajaMar, componen los últimos compases -descritos con precisión por Ximo Clemente en esta misma página-, de un sistema financiero regional consumido en el fuego de su codicia y vanidad.
Se acercan las fiestas de Navidad y 2012. Un mal año, aun peor, en el que se va a poner a prueba el carácter y la resistencia de esta sociedad. Es en estos momentos cuando hacen falta dirigentes con entereza y determinación. Veamos de qué es capaz nuestra gente.