Opinión

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Día Internacional de la Madre Tierra

Publicado: 22/04/2025 ·06:00
Actualizado: 22/04/2025 · 06:00
  • Parque natural de l'Albufera.
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El 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra. Después de la victoria de Carlos Alcaraz sobre Altmaier en los cuartos de final en Montecarlo, aquel escribió "Amo la tierra". Carlitos se refería a la superficie en la que se disputa el torneo, pero a mí me sirvió de inspiración para el presente artículo. Yo también amo la Tierra.

Con cuidado para no caer en ciertos tópicos, me gustaría reflexionar sobre esta cuestión dirigiéndome a la gente corriente. Las grandes medidas las dejo para los gobiernos, pero creo que es desde abajo como realmente se pueden conseguir resultados palpables. 

El cuidado de la madre tierra es una cuestión estética y por supuesto ética, además de económica y de supervivencia. Digo estética en primer lugar porque creo que la admiración que nos puede suscitar la belleza de nuestro mundo debe ser un buen punto de partida. Hay que aprender y enseñar que la naturaleza no es meramente una mercancía, sino que también es inmensamente bella. Hay quien podría dividir el mundo en comestible y no comestible, aprovechable y desechable. Para no caer en esa tosquedad, hay que pararse y aprender a mirar lo que nos rodea con admiración.

La belleza está tanto en el ala de una mariposa o en una aurora boreal como en el ojo que se acerca a observarla. "Saber mirar es saber amar", como reconoce en su libro Ricardo Sada. Quien no sea capaz de apreciar la belleza natural es difícil que se esfuerce en cuidarla. La belleza natural está ahí: ríos, mares y montañas nos ofrecen un santuario magnífico y grandioso que hay que ver, preservar, custodiar.

Pero, también, la belleza ha de estar presente en las obras de nuestras manos, la belleza artística. Casas, jardines, ciudades, puentes y carreteras deben construirse no solo eficaz, sino bellamente si se quiere que las personas las disfrutemos, conservemos y cuidemos como cosas propias. En mi memoria están las feas torres de edificios grises muy prácticos, eso sí, de las barriadas alejadas del centro de Bucarest. La belleza comunista se reservó solo para el Palacio de Ceaucescu y la gran plaza de la Revolución. 

El cuidado de lo que nos rodea es asimismo una cuestión ética y no simplemente legal porque hacerlo o no es una cuestión moral que nos calificará pertinentemente como buenos o menos buenos ciudadanos. Sin embargo, es fácil advertir que leyes y prohibiciones, por sí mismas y por muy numerosas que sean, no nos hacen mejores ciudadanos. 

Reducir el consumo, reducir los deshechos. Una forma fácil de cuidar la tierra es ser responsables de lo que consumimos y procurar que los desechos sean mínimos. No podemos evitar consumir, pero sí podemos reducirlo en gran medida, al igual que nuestra basura.

La vista de esos enormes vertederos debería ser suficiente para concienciarnos de que estamos ante una barbaridad ecológica. Por ejemplo, en casa se debe aprender a cocinar y a reciclar la comida antes que a amontonar basura. Lo mismo cabe decir a la hora de seleccionar dónde acumular los desechos orgánicos y el resto. Y otro tanto respecto del consumo de agua, gas y electricidad, que siempre se puede y se debe reducir. Si somos conscientes de que su uso debe ser limitado y responsable, habrá para todos. 

El consumo en otros campos es asimismo reducible. Cuántos armarios y trasteros de nuestras casas acumulan enseres de todo tipo que un día consideramos imprescindibles y que el paso del tiempo y la moda los han llevado a la inutilidad.

Si hablamos de basura tecnológica, el problema se reduciría simplemente prolongando la vida de dichos aparatos sin pretender estar siempre a la vanguardia tecnológica. No pactar con la obsolescencia programada. Ciertamente aquí chocan los intereses económicos, que inducen al gasto, con los intereses medioambientales, que siempre buscan los equilibrios. Es nuestra conciencia la que debe decidir y no nuestros caprichos.

El cuidado de nuestro entorno es una cuestión económica y a largo plazo porque influye claramente en la salud de las personas. Mejorar la salud del planeta y la salud de las personas es un binomio indestructible. El primero es determinante para el segundo. Está en juego la supervivencia de la humanidad, comenzando por los más débiles. No se debe perder más tiempo en discusiones estériles. Hay mucho trabajo que hacer desde todos los ámbitos, personal y social. Es un asunto tan importante que no se les puede dejar solo a los gobiernos. 

Luis Ballesteros Andreu es miembro del Observatorio ODS y Justicia Social de la Fundación Mainel

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