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Duelo de titanes y seguimos

Publicado: 20/04/2025 ·06:00
Actualizado: 20/04/2025 · 06:00
  • El presidente de EEUU y el de China, Donald Trump y Xi Jinping respectivamente.
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Como ya he constatado en esta columna de “Noticias de Oriente” en más de una ocasión, estamos asistiendo en primera fila a un cambio de mundo, de paradigma. Las claves que se han utilizado en los últimos años para tratar de entenderlo ya no nos sirven. Estamos transitando a una nueva realidad, llena de retos, de situaciones diferentes que quizás nos cueste entender. Aunque no es menos cierto que, como venía a decir Lampedusa en su imprescindible “El Gatopardo”, todo tiene que cambiar para que permanezca igual. Por lo que al final, las constantes históricas siguen ahí y seguirán y como susurraba Dooley Wilson en la memorable canción “As time goes by”, “it’s still the same old story / a fight for love and glory/a case of do or die”. Y nos asomamos a una civilización distinta. Lo nuevo suele ser incómodo, produce desasosiego e inseguridad. Pero no hay de otra que enfrentarlo con optimismo y ganas. Y sobre todo no perder ese don tan valioso que es la risa y el íntimo y gozoso conocimiento de que el mundo está loco.

 

El “come back” (algo por otro lado muy americano y es uno de los cimientos de su cultura:  se puede, e incluso se debe, fracasar ya que constituye un imprescindible condimento para el éxito duradero. Y no pasa nada) de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos ha puesto al mundo patas arriba. Ante una primera Presidencia más contenida, es como si fuera consciente que necesita toda la energía transformadora del poder para cambiarlo todo. Y, ciertamente, y de momento, se está aplicando a fondo. Tanto internamente (con sus políticas, entre otras de reorganización de la administración americana, como de derogación de, lo que en su opinión, eran normas impregnadas de ideología woke, ese término con el que se alude a todo lo que huele a políticamente correcto, a social democracia, a trato distinto y específico a realidades singulares) como en la política exterior de los Estados Unidos.

  • Donald Trump. -

Nos centraremos en esta última. Está reconociendo una cierta fragilidad: que Estados Unidos no quiere o no puede ser el policía del mundo. Y mucho menos con el objeto de hacer prevalecer una galaxia de valores como la democracia, la libertad, el respeto a los derechos humanos. Se trata de los valores heredados directamente de nuestra querida Ilustración europea. Los Estados Unidos de América son hijos privilegiados y aventajados de la Ilustración europea. Pero el Presidente Trump plantea nuevas reglas de juego. Si se quiere seguridad, hay que pagarla y además se debe estar en línea no con los valores americanos sino ser consistente y en todo compatible con los intereses de Estados Unidos. Conviene decir aquí que el Presidente Trump no es ningún loco, ni está actuando sin un plan establecido. Otra cosa es que nos gusten sus modales o no nos guste el plan. Pero responde a una hoja de ruta muy clara y marcadamente nacionalista que persigue asegurar la hegemonía de los Estados Unidos a futuro. En este sentido hay un asunto al que da enorme importancia y que para Trump resulta especialmente simbólico. Y es el déficit comercial y las implicaciones que tiene para Trump. Y ahí tiene un punto. Para Trump ese déficit comercial es una manifestación de debilidad y fragilidad que debe corregir a toda costa. El Presidente Trump es proteccionista. Esto tampoco es novedoso en la política norteamericana que siempre se ha visto afectada por dos fuerzas antagónicas: la aislacionista y la intervencionista en materia internacional. Dentro de la primera se incardinan las políticas proteccionistas y de restricción y limitación de la inmigración en el país. Insisto, no es nada nuevo. Lo que es novedoso y es consistente con la forma de hacer negocios de Trump, es la estrategia con la que quiere conseguir un reequilibrio en la balanza comercial. Y esta no es otra que la de crear una situación de caos arancelario. Estas últimas semanas han sido pura y deliciosa entropía con los mercados en una montaña rusa de subidas y bajadas. Y solo cuando hemos estado a punto de adentrarnos en una zona desconocida y probablemente catastrófica, el Presidente ha pasado a la segunda fase de su plan que es la fase de negociación. Para ello ha decretado una suspensión de los aranceles durante noventa días. Este va a ser el tiempo del partido. Así primero se monta el gran lío, primero golpeo con fuerza y luego nos sentamos y hablamos. Eso sí, la contraparte llega noqueada. Es de manual de negociación agresiva y contundente. Y funciona.  Esta medida aplica a todos los países salvo respecto a uno que es el que verdaderamente preocupa a Trump. Y es del challenger real a la hegemonía americana. Se trata de la República Popular China.

 

Cabría pensar que en Pekín están nerviosos por estos nuevos aranceles, que está cundiendo el pánico o que están deseosos de besar el trasero del Presidente Trump. Nada más lejos de la realidad. Los chinos esta vez estaban preparados. Y no les ha pillado de sorpresa. Su análisis de la situación política de los Estados Unidos para nada descartaba la eventualidad de una vuelta al poder de Trump. Así China se ha estado pertrechando para conseguir una autosuficiencia económica y tecnológica especialmente sólida. No es como los Europeos que tendemos demasiadas veces a confundir nuestros deseos con la realidad (aunque también tenemos más recursos de los que se piensa). Ahora mismo la situación es dolorosa para ambos países. Por parte de Estados Unidos, se afirma que se podrían llegar a imponer unos aranceles de hasta 245%. Ambos países están ahora en unos aranceles recíprocos del 125%. Lo que impacta negativamente en la economía china en la que el 20% del PIB resulta de las exportaciones. Sin embargo, China ha reducido su  fragilidad frente a decisiones de la administración americana como los controles a la exportación o las sanciones. Tampoco podemos olvidar que aunque el sistema financiero chino sigue necesitando el acceso a los dólares, muchos de los pagos ya se realizan en yuanes. Y del punto de vista interno, la economía china tiene fortalezas, muchas veces minusvaloradas desde el exterior, que le otorgan un gran potencial. Desde las normas de competencia, que sí se aplican, hasta su actual énfasis en el desarrollo tecnológico equiparable al de muchas potencias occidentales (basta nombrar algunos ejemplos como DeepSeek, los vehículos eléctricos, la economía de baja altitud de drones y taxis aéreos).

 

Lo cierto es que lo chinos tiene una gran oportunidad con esta situación creada por las medidas de Trump. Si la saben aprovechar a Estados Unidos le podría salir el tiro por la culata. En efecto, la presión de Trump está haciendo que los señores chinos corrijan algunos de sus errores económicos más sangrantes y a la vez está generando la posibilidad de acometer un rediseño del mapa geopolítico asiático a favor de China. Conviene recordar una frase que se atribuye a Napoléon “nunca interrumpas a tu enemigo cuando se esté equivocando”. Otra afirmación de Xi Jinping en este sentido “No hagas nada. Gana”. Y esa ha sido la reacción de China a la pirotecnia desplegada por el Presidente Trump empeñado en provocar, como parte de su plan, el caos y el pánico en los mercados y a perder todos los buenos amigos que tiene en el mundo. Curiosamente y contra todo pronóstico, China representa en la actualidad, frente las políticas aparentemente incomprensibles de Trump, un paraíso de modernidad, seriedad, estabilidad y predecibilidad. Que es precisamente lo que busca cualquier inversor medianamente prudente.

  • Xi Jinping. -

Y lo cierto es que China cuenta con una palanca inmensa para hacer que la guerra comercial se vuelva contra Estados Unidos como si fuera un boomerang letal. Y dentro del arsenal del que dispone mencionaremos las armas más contundentes. La primera y más dolorosa es golpear cruelmente a la cartera del consumidor americano. Aquí China no tiene ni que mover un dedo ya que las propias tarifas de Trump consiguen este efecto nocivo. No olvidemos que las fábricas de China producen la inmensa mayoría de móviles, video consolas, moda rápida, juguetes. Productos que los americanos adoran y que compran de forma compulsiva. Es cierto que Trump afirma que los aranceles producirán un boom industrial sin precedentes en Estados Unidos. Pero eso será en años y mientras tanto los consumidores sufrirán un dolor inmenso por el alza de precios. Además de que tengo serias dudas de que el americano del año 2025 se quiere poner el mono azul de trabajo e irse a la fábrica a hacer industria, a ensuciarse y sudar. Eso sucedía en los años 50. Ahora francamente no lo veo. Tampoco veo al español haciendo lo mismo, por otro lado. En segundo lugar, China puede fijarse en las compañías americanas que producen ya en China y aplicarles controles y trabas a la exportación de sus productos. Incluso establecer listas negras para que determinadas compañías americanas no puedan hacer negocios con China. En este sentido, China ha anunciado la apertura de un expediente por vulnerar las normas de competencia en el mercado chino contra la DuPont (el gigante químico americano). En tercer lugar, los aranceles chinos van a golpear brutalmente a una base relevante, dinámica e influyente del electorado que votó a Trump, los granjeros y otros sectores que exportan al mercado chino. Este grupo tiene una dependencia en cuanto a la venta de sus productos enorme con China. Por ejemplo, en productos derivados del porcino, China ha vuelto a los productores españoles que habían sido postergados en los últimos años por los de origen americano. En cuarto lugar, devaluar aún más el yuan, lo que hará que las exportaciones chinas se disparen y compitan más ferozmente con los productos americanos. En quinto lugar, suspender el suministro de tierras raras que domina China. La administración Trump está buscando proveedores alternativos, como los ucranianos, pero lo cierto es que en la actualidad tanto en la industria de los semiconductores como de los misiles, la dependencia de China es enorme. En sexto lugar, Pekín podría golpear a toda la industria del entretenimiento americana (desde los productos de Hollywood a los grandes eventos deportivos americanos con los que los chinos disfrutan tanto). De hecho el precio de las acciones de las empresas americanas del entretenimiento con presencia en China ha caído dramáticamente ante este riesgo. Y en séptimo lugar, está la bomba atómica que no es otra que la de la venta masiva de la deuda americana. China es titular de setecientos sesenta y un mil millones de Dólares en deuda americana. Abrir las compuertas de la deuda americana a través de su venta supondría inundar los mercados de la misma y el colapso de su precio. Y digo que es el botón nuclear ya que tampoco beneficiaria a China y sería una forma absurda de morir matando. Y nadie quiere morir matando. Al menos los chinos, no.

  • Donald Trump y Xi Jinping en una imagen de archivo. -

Está claro que los próximos meses van a ser decisivos en este gran juego de desenlace todavía imprevisible. Y ¿qué va a hacer Europa que ha perdido al amigo americano y que se encuentra entre dos aguas? También es una oportunidad para Europa si juega bien sus bazas. Pero eso, como decía Gandalf, esa es otra historia. Y este artículo se me ha quedado demasiado largo.

 

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