Opinión

EDITORIAL Lunes festivos, una resistencia frívola

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VALENCIA. La respuesta que ha recibido la decisión del Consell de pasar las fiestas del 9 de Octubre y de San José a lunes provoca no ya perplejidad sino estupor. La economía valenciana está en medio de una crisis que hace que uno de cada cuatro valencianos que quiere trabajar no puedo, la Generalidad está en quiebra y la imagen exterior de los valencianos por los suelos. En el último mes, France 2, la televisión pública holandesa y el New York Times han elegido a la Comunidad Valenciana como exponente del despilfarro que nos ha llevado donde estamos. Y todavía falta la BBC, que prepara un programa con el mismo guión.

En este contexto, el paso no ya de estas dos festividades sino de todas las existentes en el calendario laboral a los lunes es una idea absolutamente razonable en un contexto en donde este atributo no abunda. Razonable y factible porque no somos el único país que tiene fiestas de 'gran arraigo' como ha señalado la alcaldesa Barberá, que a la primera de cambio se envuelve en la senyera para aparecer como defensora de los valencianos a los que, sin embargo, no les ha dejado ni un rédito de tanto evento y gasto como los que le ha organizado la Generalitat. Al margen de que comparar el 19 de marzo con el 4 de julio en Estados Unidos o el 14 de Julio en Francia es una prueba más de ese complejo de superioridad tan extendido en ciertas esferas capitalinas del PP valenciano que ha llevado a quebrar las finanzas públicas autonómicas por no mencionar la insostenible situación de muchos ayuntamientos.

Menos comprensible todavía es la actitud del portavoz socialista Joan Calabuig que, como desde que entrara en el consistorio, pretende competir con Barberá para ganarse el favor de sectores sociales que jamás le votarán y de paso abochornar a los que lo han venido haciendo hasta ahora. Declarar que trasladar a lunes la 'cremà' supone "un desprecio hacia el mundo de las Fallas", porque ha tomado esta decisión "de manera unilateral" cuando los socialistas defendieron en el pasado su traslado al tercer lunes de marzo, es una prueba más de que de la mano de estos dirigentes el PSPV no llegará jamás al lograr la alcaldía de la capital del Turia.

Claro que el dirigente socialista no se queda solo. Enric Morera, del Bloc, asegura sin que le tiemble la voz que el cambio de fechas es "un ataque al autonomismo", y la dirigente de Izquierda Unida, Marga Sanz, que representa "ningunear nuestra capacidad de autogobierno". Es como si la alcaldesa y la oposición vivieran al margen de lo que ocurre a nuestro alrededor y que nos está arrastrando al vacío.

Es hora de mostrar seriedad y rigor. La economía valenciana se enfrenta a un enorme desafío, mayor incluso que el del conjunto de la española a las puertas, si el BCE no lo remedia, de una intervención. Tras pretender admirar al mundo, los valencianos estamos siendo identificados, dentro y fuera de España, con lo peor de lo que ha sucedido en los años de la burbuja inmobiliaria: paro, corrupción y despilfarro.

Frente a una propuesta razonable, la reacción debiera ser exigir su generalización a todas las festividades de la Comunidad Valenciana. De momento, conseguiríamos un titular positivo en la prensa internacional de los que bien necesitamos estamos. Y sobre todo, empezaríamos a demostrar lo que siempre hemos sido y nuestros gobernantes han dilapidado en los dos últimos decenios: un pueblo trabajador y con sentido común, siempre dispuesto a innovar para mejorar sin temor al progreso. El cual no es otra cosa que anteponer lo importante a esos factores de tipo sentimental, cultural y tradicional a los que aferra la alcaldesa Barberá y junto a ella el que pretende ser su mala copia, el socialista Calabuig.

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