Opinión

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TRIBUNA LIBRE

El 7 de Octubre

Publicado: 07/10/2025 ·17:59
Actualizado: 07/10/2025 · 18:00
  • Cuerpos de israelíes asesinados por Hamás el 7 de octubre de 2023.
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El 7 de Octubre se ha convertido en una fecha para el recuerdo. Para el recuerdo de una infamia que mancha de manera lamentable y va a condicionar, no sabemos durante cuanto tiempo, la justa aspiración del pueblo palestino a vivir en paz en el seno de un Estado propio.

La masacre cometida por el movimiento terrorista Hamas, el 7 de octubre de 2023, en varias poblaciones del sur de Israel, que costó la muerte de más de 1.200 personas y supuso el secuestro de 251, es un hecho sin precedentes. En realidad, nunca había ocurrido un atentado así contra el pueblo judío desde los tiempos de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Para darnos una visión más adecuada de la dimensión de la tragedia, es –en términos porcentuales– como si en España fuesen asesinadas por un grupo terrorista, de golpe, en un solo día, 4.800 personas. Ello, además, nos da también una idea del tremendo impacto que esta masacre ha tenido en Israel y, en realidad, en el alma de todo el pueblo judío a lo largo del mundo.

Pero, esta masacre no sólo ha tenido una enorme repercusión interna para los ciudadanos de Israel, sino que ha afectado dramáticamente al futuro del pueblo palestino y, en general, al devenir de todo el Oriente Medio.

Desde el punto de vista interno, el golpe de Hamas ha afectado a los equilibrios políticos internos de Israel y, paradójicamente, ha venido a fortalecer a un Gobierno débil, de inestable y desigual coalición, que se encontraba entonces en uno de sus momentos más bajos. El primer ministro Benjamin Netanyahu se encontraba entonces sometido a un procedimiento judicial por corrupción –que aún sigue–, que debería terminar por costarle el cargo; y su reforma constitucional –su propuesta electoral estrella–, que suponía una reducción del poder de control de los órganos judiciales y de fiscalización internos, se encontraba bloqueada y a punto de descarrilar.

En lo que se refiere al pueblo palestino, fracasado el proceso de paz iniciado en 1993, pero cuyas últimas negociaciones –que estuvieron a punto de alcanzar el resultado deseado– tuvieron lugar en 2014, se encontraba entonces en su peor momento. Carente de toda esperanza en el relanzamiento de unas negociaciones de paz con una mínima perspectiva de éxito; con el territorio de Cisjordania progresivamente ocupado por asentamientos judíos, primero ilegales y luego promovidos por el propio Gobierno de Israel; con el territorio de Gaza férreamente controlado por Hamas, en confrontación constante de bajo nivel –acción, represión– con Israel, si bien con momentos de mayor dureza y destrucción; con el reconocimiento puramente nominal e infectivo del Estado Palestino –como observador– en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la UNESCO y en alguna otra organización internacional; en un conflicto prácticamente olvidado entonces por la comunidad internacional, el ataque de Hamas ha tenido la virtualidad de poner este conflicto Israel-Palestina de nuevo sobre la mesa internacional.

Y ha de reconocerse que, en esto, el éxito del golpe de Hamas ha sido prácticamente total: la cuestión palestina ha vuelto al primer lugar de la agenda internacional y el apoyo de la opinión pública mundial –que no de sus respectivos gobiernos– a la causa palestina parece ser casi absoluto. Sin embargo, paradójicamente, el golpe de Hamas –más allá de lo que pueda pensar la opinión pública mundial– no ha hecho sino alejar aún más la perspectiva de la realización del sueño del Estado palestino. La población palestina está hoy muy debilitada –física, psíquica y económicamente–, más dividida y radicalizada que nunca, con un liderazgo político muy desacreditado, que no suscita apenas apoyo interno. Y la población israelí –con una enorme herida abierta y todavía sangrante– es hoy más desconfiada que nunca sobre la posibilidad de la existencia de un Estado palestino pacífico y democrático, con el que se pueda convivir en paz, pared con pared. Y esa debilidad ha sido y está siendo utilizada por el Gobierno nacionalista y populista de Netanyahu para promover su plan de expansión de asentamientos en Cisjordania, con la vista puesta en una hipotética anexión, y para continuar una cruel guerra en Gaza, de muy difícil salida, a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional –la UE incluida– y del propio presidente norteamericano, Donald Trump, para conseguir un alto el fuego y el cese de la guerra.

  • Una familia palestina llora el asesinato de un familiar en un ataque israelí sobre Gaza. 

Y, en lo que se refiere al Oriente Medio en general, el golpe de Hamas, inspirado doblemente por Moscú y por Irán, no ha sido muy exitoso. Más bien al contrario, ha resultado contraproducente. En lo que se refiere a Moscú, sin embargo, el objetivo inicial de crear un conflicto político y la división interna en el bloque occidental, y de distraer la atención sobre su guerra de agresión en Ucrania, ha sido en buena medida conseguido. Cuando menos, la agitación en la calle que la guerra de Gaza provoca así parece demostrarlo. Pero, en lo que se refiere a Irán, su intención de siempre de debilitar –si no destruir– a Israel y, sobre todo, la intención de dividir al mundo árabe y de frustrar su acercamiento a Israel, poniendo en evidencia ante la opinión pública musulmana a Arabia Saudí –su tradicional enemiga– y a los países del Golfo, podría decirse que ha fracasado.

La opinión pública musulmana, en el Oriente Medio y en otras partes del mundo, es ciertamente contraria a la actuación de Israel en Gaza; sin embargo, los enemigos de Israel han salido notablemente debilitados por este conflicto y el ataque de Hamas. Irán, tras el intercambio de golpes con Israel, ha sufrido la destrucción de su incipiente programa atómico y su régimen político afronta notables problemas internos, de tipo político, social y económico. Por el contrario, Arabia Saudí, su tradicional rival en la lucha por la hegemonía en la región, ha salido notablemente fortalecida y su vinculación con los Estados Unidos es cada vez más estrecha. En Líbano, Hizbulá, tras sus ataques a Israel, ha sido descabezada y está prácticamente neutralizada, y el país camina costosa y lentamente hacia una consolidación democrática futura, libre de las ataduras de Hizbulá. Siria negocia ya con Israel la solución de su histórico enfrentamiento y, aunque la solución no parece cercana, es obvio que ambas partes han renunciado ya a la confrontación violenta como vía para solucionar sus diferencias. Y los Hutíes, en Yemen, con sus ataques a Israel, durarán en el gobierno –que consiguieron mediante golpe de Estado y guerra civil, y con el apoyo de Irán– lo que dure el conflicto de Gaza y lo que quieran Arabia Saudí y los Estados Unidos.

Es decir, el golpe de Hamas y los terribles sucesos del 7 de octubre de 2023, no han proporcionado al pueblo palestino y, desde luego, al pueblo israelí, más que dolor, una inmensa tragedia con miles de muertos. Por eso resulta muy difícil comprender como el apoyo a la justa causa palestina se ha convertido en una excusa para apoyar a Hamas, como si fuese el ejército de liberación de Palestina y para pedir la destrucción del Estado de Israel –“desde el río hasta el mar”–, además de justificar todo tipo de acciones y manifestaciones de rancio y despreciable antisemitismo. La bandera de Palestina y la kufiya –el tradicional pañuelo palestino– se utilizan hoy para adornar y legitimar todo tipo de protestas que, con frecuencia, nada tienen que ver con la causa palestina y, más bien al contrario, dañan y deslegitiman esa causa.

Los palestinos necesitan hoy apoyo político, sobre todo de Europa, y vías y propuestas racionales para la consecución de sus objetivos legítimos. Y la propuesta de paz del Presidente Trump, si bien no es la mejor propuesta posible, es la que tenemos sobre la mesa y es, sin duda alguna, un paso hacia adelante. Es la propuesta que –además de Israel– ha aceptado y apoyado el Presidente palestino Mahmud Abbas y también el conjunto de los Estados europeos y musulmanes –árabes y no árabes–, además de la mayoría de los Estados del mundo en general. Sus propuestas se derivan en buena medida del documento –Declaración de Nueva York– aprobado por la Conferencia de Alto Nivel de las Naciones Unidas en apoyo de la solución dos Estados para dos pueblos, firmado, entre otros países, por España. Es patético, pues, ver como algunas fuerzas políticas e instituciones españolas –así como algunos miembros del Gobierno de España–, que dicen apoyar la causa palestina, parecen no haberse enterado aún de todo ello y rechazan con altivez la propuesta de paz del Presidente Trump.

Como decía Amos Oz en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias en 2007, “Europa [tiene] una especial responsabilidad en la solución del conflicto árabe-israelí: en lugar de alzar un dedo acusador hacia una u otra de las partes, los europeos deberían mostrar afecto y comprensión y prestar ayuda a ambas partes”.

Antonio Bar Cendón. Catedrático de Derecho Constitucional (P.E.). Catedrático Jean Monnet ad personam. Universidad de Valencia

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