Iniciamos la operación salida de verano de la peor manera posible. En las últimas semanas, España ha asistido atónita a una serie de episodios realmente lamentables que han dejado nuestra imagen internacional por los suelos y la confianza de españoles y turistas bajo mínimos.
El caos que se vivió en Barajas el pasado 2 de julio ha quedado grabado en la memoria colectiva como una jornada de vergüenza nacional. Un fallo informático en el control de pasaportes de la Terminal T4 junto con la falta de efectivos provocaron colas kilométricas: miles de personas quedaron atrapadas y cientos de ellas perdieron sus vuelos.
Este aeropuerto es la puerta de entrada de millones de turistas a uno de los destinos turísticos más importantes a nivel global. Y esa imagen del caos en un momento tan relevante con el arranque de temporada estival ha dado la vuelta al mundo. El daño reputacional a la marca España ya está hecho.
Y lo peor es que no se trata de un hecho aislado, sino que se suma a los múltiples problemas que estamos viviendo en nuestra red ferroviaria. Tenemos excelentes infraestructuras pero el origen, una vez más, lo encontramos en la incapacidad de gestión por parte de un gobierno, el de Pedro Sánchez, centrado en el escapismo ante sus casos de corrupción. Un ejemplo, entre otros muchos de los que se han producido en las últimas semanas, es el colapso que sufrió la línea de alta velocidad Madrid–Sevilla el pasado 30 de junio.
Una avería en la catenaria dejó a 6.300 pasajeros atrapados durante más de doce horas sin aire acondicionado, en plena ola de calor con temperaturas extremas. Hubo personas que sufrieron crisis respiratorias, incluso una de ellas tuvo que ser trasladada a la UCI. Y en esa situación límite, tuvieron que ser los alcaldes de los pueblos cercanos los que acudieron a socorrerlos y a llevarles agua mientras los responsables de Renfe y Adif estaban desaparecidos.
El perjuicio para las familias y para el prestigio internacional del país es irreparable. La pasividad del ministro de exteriores como máximo responsable de la imagen exterior de España junto con la de Turespaña es incomprensible.

- Caos en la estación de trenes de Chamartín.
- Foto: CARLOS LUJÁN/EP
El sector del turismo es un pilar estratégico para nuestra economía: representa más del 13% del PIB. Una cifra que se traduce en empleo, oportunidades y crecimiento económico. Y no nos la podemos jugar. Mientras el gobierno de España continúa desaparecido, los representantes del sector lo han dicho alto y claro: “esto no puede volver a pasar” y piden medidas urgentes para evitarlo.
El gobierno de Pedro Sánchez no solo no actúa ni busca soluciones, sino que intenta tomarnos el pelo. La vicepresidenta del gobierno, María Jesús Montero, incluso intentó responsabilizar a Ouigo del caos ferroviario y se atrevió a hablar de sabotaje. Adif la desmintió. Y aquí no pasa nada: sin ningún sonrojo, nadie asume responsabilidades.
En este contexto, mientras el régimen sanchista se dtuesmorona entre escándalos y una total desconexión con los problemas reales, el mensaje esperanzador que lanzamos desde el Partido Popular es claro: la España que queremos defender es aquélla que cuida al ciudadano, que ordena el turismo y que no permite que las familias pierdan sus vacaciones, que los hoteles se queden sin reservas, o que los negocios recorten su facturación por culpa de la negligencia pública.
El Partido Popular es una alternativa de gobierno sólida, ilusionante y centrada en los problemas reales. Así ha quedado demostrado en el Congreso Nacional del PP de este fin de semana. Alberto Núñez Feijóo ha marcado una hoja de ruta clara: avanzar hacia una España más segura, con servicios públicos que funcionen, instituciones que rindan cuentas y una economía que ponga a las familias en el centro. Sin ruido. Sin radicalismos. Con soluciones.
Queremos devolver la confianza a los ciudadanos desde la gestión útil, hablar de lo que importa —empleo, vivienda, movilidad, sanidad, educación, innovación, bienestar social, cultura, turismo sostenible— y dar soluciones a los problemas del día a día de la gente que este Gobierno ignora.
España no puede permitirse un gobierno que se esconde, ni un Estado que colapsa ante el primer fallo. El país necesita rumbo, responsabilidad y resultados. La etapa de Sánchez, que sigue parapetado tras los muros de La Moncloa y aferrado a una aritmética parlamentaria cada vez más inestable, se ha acabado. El equipo de Alberto Núñez Feijóo ya está listo para liderar este nuevo tiempo.