El tsunami provocado por el informe de la UCO sobre las supuestas mordidas de Santos Cerdán deja muy tocado al PSOE en general, a su líder en particular, y, sobre todo, a quienes en los últimos meses todavía veían en la figura del secretario general y presidente del Gobierno un salvoconducto interno. Me refiero a aquellos afiliados y cargos socialistas que, en 2017, hastiados del viejo socialismo, siguieron la estela del Peugeot de Sánchez y se sumaron a una corriente que, con el tiempo, logró imponerse y darle un vuelco al partido hasta llevarlo a La Moncloa.
En la Comunitat Valenciana, esa corriente tuvo nombres destacados. Entre ellos, el de José Luis Ábalos, también implicado en el escándalo, como parte de un triángulo junto al propio Cerdán y Koldo García, algo que no sorprende a los veteranos del partido. No sorprende porque el exministro de Fomento fue uno de los clásicos del PSPV, implicado desde 1995 en cualquier movimiento con aspiraciones a liderar la secretaría general. Pero también hubo nombres que, con buena fe, se subieron a esa ola y ejercieron de correa de transmisión con los nuevos inquilinos de Ferraz: Alejandro Soler, Rafa García, Ernest Blanch, Araceli Poblador, Toni González, Michel Muntaner, por citar solo algunos.
Es cierto que, con el tiempo y la consolidación del liderazgo de Sánchez tras su victoria en 2019, muchos militantes y cargos se resituaron: unos tomaron distancia, otros profundizaron su adhesión. Pero hasta las elecciones generales de 2023, el sanchismo mantuvo su influencia, y sus líderes territoriales supieron aprovechar su conexión con Ferraz. Entonces, las listas las hacía Santos Cerdán. Más tarde, con la reedición del Gobierno de coalición, las distintas corrientes socialistas aunaron intereses: había que recolocar a quienes habían perdido las elecciones, y Sánchez actuó con magnanimidad, mientras que los ximistas ofrecieron lealtad. A Ximo Puig se le situó en París; Rebeca Torró y Arcadi España fueron nombrados secretarios de Estado, y se decidió que Diana Morant sería el futuro del PSPV.
Hasta entonces, e incluso después, el sanchismo, que dominaba las secretarías provinciales de Alicante y Valencia, siguió ejerciendo su influencia. En junio de 2023, con la confección de las listas para las generales, Ferraz desautorizó a Ximo Puig y se impusieron los intereses de los líderes territoriales sanchistas, que rehicieron las candidaturas: Alfred Boix fue apartado, y Amparo Marco ascendió, por poner dos ejemplos. Todo, en nombre del sanchismo.

- Cena de Navidad del PSPV en 2023. -
- Fotos PEPE OLIVARES
Quizá el último momento de demostración de fuerza de esa corriente fue la cena de Navidad del PSPV en Elche, en diciembre de 2023. El invitado de honor fue Santos Cerdán, recién llegado de cerrar el acuerdo de investidura con Junts. Fue recibido con una gran ovación. En ese acto, ya en los últimos días de Ximo Puig como líder del PSPV —a quien se trataba como un honorable jubilado—, los sanchistas exhibieron su poder, su cohesión y su distancia respecto a otras corrientes. Es más, todavía miraban con desdén a aquellos que todavía no solo recelan del líder, si no de sus hombres de confiaza.
El punto de inflexión fue la designación de Diana Morant como lideresa del PSPV, ungida directamente por Pedro Sánchez, pero no por el sanchismo. De ahí que Soler y Fernández Bielsa intentaran presentar batalla —una intentona que resultó un tiro al aire—. Más tarde, los sanchistas pactaron en Alicante, vieron reducida su influencia en Castellón, y lograron imponerse en la secretaría provincial de Valencia frente al candidato de Morant. No solo ellos, también con ayuda de otras corrientes. Fue una victoria, sí, pero también se les tomó la matrícula para futuros cónclaves. Basta ver la pérdida de poder en la ejecutiva de Alicante, y pese a la llegada de Soler a la ejecutiva federal que se vendió con un gran triunfo.
Todo eso, por el momento, se ha terminado: el sanchismo, como corriente, ya no podrá ejercer de salvoconducto para ganar poder. Deberá cambiar de nombre, de caras y de alianzas si no quiere verse penalizado en el futuro. El sanchismo ha muerto. Falta por ver con qué dignidad saldrá el líder cuyo nombre utilizaron para muchas batallas. Pero que nadie se sonroje: la política española está llena de ejemplo de resurrecciones. El sanchismo también lo fue, pero antes se pasaron las penurias de la oposición, y del ostracismo. Veremos ahora.