Opinión

A CAPELA

El "viva España" de las empresas catalanas

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VALENCIA. Corría el año 2003 y, como ahora en Cataluña con el president Mas, el entonces lehendakari Ibarretxe andaba empeñado en su proyecto soberanista para el País Vasco. Su hoja de ruta incluía una ronda de consultas previas a bombo y platillo con los agentes económicos y sociales, que iban desfilando de uno en uno por la Lehendakaritza. Eran reuniones a puerta cerrada, pero todos se retrataban a la salida ante los periodistas que montaban guardia, manifestando su posición ante el plan Ibarretxe.

Los de la patronal vasca (Confebask) dijeron no; los sindicatos estatales (CC.OO. y UGT), no; los sindicatos nacionalistas (ELA-STV y LAP), sí... Era fácil acertar porque se conocía el quién es quién de aquel desfile, hasta que le tocó el turno a los representantes del Grupo Mondragón, un conglomerado de 120 empresas forjado como proyecto cooperativista de marcado signo nacionalista. Al salir de la reunión, los de Mondragón rompieron los esquemas de más de uno porque no dijeron ni sí, ni no. Decidieron no pronunciarse.

Una década después, lo que le dijeran a Ibarretxe sigue siendo un misterio, pero creo que aquello fue un "no silencioso". Tengo dos razones para pensarlo. Por un lado, de haber sido un "sí", lo hubiéramos acabado sabiendo vía filtración. Por el otro, la ETA de entonces no les hubiera acusado de "no implicarse en la construcción nacional de Euskadi", tal y como señalaron en su boletín interno Zutabe.

Con un mercado eminentemente español (10.000 millones de euros anuales por aquel entonces), Mondragón Corporación Cooperativa había tenido que labrarse una nueva pero compleja imagen pública que no iban a dilapidar sumándose a la opción soberanista. Su comunicación externa trataba de contentar al mismo tiempo a públicos opuestos: el nacionalista vasco, que formaba parte de sus orígenes, de su ADN, y el español, donde se habían desarrollado como mercado y donde sufrían episodios de boicot a sus productos. Los suficientes como para suprimir toda referencia vasca a sus productos y poner en la Presidencia de su Consejo General a Jesús Catania, un cooperativista de acreditado origen castellano. Aquello era un difícil equilibrio, con empujones desde uno y otro lado.

Cuento todo esto porque, a raíz del plan soberanista de Mas, se tiende a magnificar la oposición manifiesta que jugarán las empresas catalanas. Las que viven del mercado español se opondrán sin duda a la opción independentista, pero no creo que la "avanzadilla Lara" marque la tendencia en cuanto a su tono y volumen. El llamativo "no me voy, me echan" pronunciado por el presidente del Grupo Planeta se alimenta de circunstancias especiales.

Ante la paradoja cultural de que Cataluña es la primera editora mundial de libros en castellano (por cierto, gracias al Grupo Planeta) a José Manuel Lara no le falta razón cuando sostiene que "ningún negocio editorial tiene su sede en un país extranjero que habla otro idioma". Además, su negocio no se limita a los libros, sino de medios de comunicación, con emisoras y cabeceras como Antena 3, Onda Cero o La Razón, cuya clientela, además de ser castellanoparlante, mantiene una determinada tendencia política.

Entonces, ¿cómo será la oposición de las empresas catalanas con intereses en España cuando el proceso se endurezca? Equilibrada, intentando satisfacer a la parroquia española sin molestar a la propia. Desde luego, sin publicidad en cuanto a pronunciamientos políticos, siempre ajenos, cuando no contraproducentes, al mundo de la empresa. Todo lo que pueda haber en contra, se mantendrá despachos y salones.

El antecedente más inmediato de todo esto lo encontramos en 2009, cuando el entonces líder de ERC, Carod Rovira, desató el boicot al cava catalán tras oponerse a la candidatura de Madrid como sede olímpica. Codorniu, Freixenet y las demás firmas del sector no tuvieron que emprender ningún gesto público de españolidad. Consideraron el problema pasajero o convertible en pasajero: el indomable Carod Rovira, que entonces vicepresidía la Generalitat, sólo tardó 20 días en recuperar la "cordura de los gobernantes" rectificando sus declaraciones. Ahora, vuelven a reaccionar parecido. Les han preguntado sobre la aventura de Mas y se han limitado a señalar que no creen que "el proyecto independentista vaya mucho más allá".

En 2007, La Caixa también tuvo que afrontar otra crisis de relaciones con el mercado español, ante una eventual reiterada de cuentacorrentistas. En aquel caso, fue por la OPA hostil de Gas Natural contra Endesa. Acusados de intentar concentrar en manos catalanas un recurso de presión política tan estratégico como el sector energético español, el asunto se solventó con el fracaso de la OPA... y con una gran pegatina con el logo de La Caixa en las camisetas de entrenamiento de la Selección Española de Fútbol.

Ese mismo año otra conocida firma catalana optó por darse su pátina de españolidad para consolidar su expansión nacional. Sin renunciar al gentilicio de su marca, el agua mineral Vichy Catalán aprovechó el 800 aniversario del Cantar del Mio Cid, primer texto literario en lengua castellana, para conmemorarlo en la etiqueta de sus botellas. Aquel fue otro guiño al consumidor español cargado de seny.

Todas estas iniciativas responden al principio universal de que las empresas no tienen más "ideología" que su interés por los mercados en los operan con sus marcas y productos. Por eso, leo con pasmo y asombro la última solución que propone el actual candidato de ERC a la Generalitat de Cataluña ante un eventual boicot comercial: distribuir a través de otras marcas.

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