VALENCIA. No es casual que los periodos de recesión, crisis bancarias y profunda incertidumbre coincidan con la aparición de superhéroes, esas figuras de músculos superlativos cuya divina anatomía queda concienzudamente detallada bajo una fina malla elástica que marca y resalta cada portento de un físico de infarto en colores fosforitos y nada combinables.
Todo un atentado para la vista, en términos de moda claro. La capa también es su sello de identidad. Poco práctica en mi opinión. Aunque ni lo que podría ser un incordio para el resto de la población lo es para un elenco de excepción. Porque ellos hacen gala de ser hombres y mujeres "super": superpoderosos, superdotados, superbuenos y superguapos. Vamos, que son supercalifragilísticoespialidosos.
Envuelta en mi manta eléctrica con 10º en el exterior, a punto de devorar una pizza barbacoa y frente a la pantalla de mi portátil dispuesta a entrar con mis cuatros sentidos en "Los Vengadores" (película que da vida a los personajes creados por la editorial estadounidense Marvel Cómics), no pude evitar filtrar en mi mente un pensamiento esperanzador: ¿Sería muy descabellado imaginar la existencia de un héroe en la actualidad?
Supongo que en una época donde la palabra "rescate" tiene por primera vez connotaciones negativas en el ámbito mundial y en un momento donde la sociedad reclama líderes utópicos para cambiar su estado salarial, la posible aparición de estas figuras se vuelve desesperadamente tentadora. Divagar con la idea se torna inmediato. La historia de los cómics enseña que cada territorio cuenta con un superhéroe diseñado específicamente para luchar contra las injusticias que surgen en un determinado espacio, por loque si a las características de nuestra terreta me ciño, me resulta fácil imaginar cómo sería el Superhéroe Valenciano actual.
Cojo mi libreta de ideas y el brainstorming comienza a fluir. Lo primero es escoger su fecha de nacimiento: la noche de San José. No hay duda. El cuento ento
nces comenzaría bajo los siguientes cimientos: Son las doce de la noche, un manto oscuro de nubes oculta las estrellas del cielo y sopla un fuerte viento nocturno. A pesar del mal temporal, el ambiente por las calles de Valencia es festivo y miles de personas se congregan alrededor de sus fallas favoritas para disfrutar del espectáculo. Es el turno de una de las galardonadas en categoría especial que toma el 9 de octubre como tema principal. La eterna laureada de Convento Jerusalén. Bajo, el público espera expectante. El fuego se retrasa unos minutos por culpa de violentas ráfagas de aire y al fin la mecha comienza a arder. Sin embargo, la repentina caída de una senyera de cartón ondeada por un ninot de esta evocadora falla al día de la Comunidad Valenciana golpearía con fuerza a un desafortunado anónimo de entre los asistentes cambiándole la vida para siempre.
Al despertar, ya en su habitación, el improvisado elegido descubriría sus superpoderes: la fuerza bruta de un auténtico saragüey dedicado a su huerta durante años, un físico para tirar mascletàs y una mutación de retinas que le otorgaría un potente radar visual capaz de captar la presencia de seres corruptos. El mal por excelencia que acecha a nuestro territorio desde años cual contagiosa plaga entre nuestros habitantes.
La elección de su indumentaria, en colores azules, amarillos y rojos, no puede ser otra que la de unas costuras que den forma al animal de nuestro escudo: el ratpenat. Aunque a diferencia de Batman, aquel llevaría siempre un blusón a modo de capa voladora. Pero eso no es todo. Dispondría también de un arma letal basado en la ingesta de una hierba vegetal: la chufa.
Una vez detectada la mente malvada nuestro héroe originaría en las papilas gustativas de los villanos el popular tubérculo como poderoso elixir para aplacar sus anhelos por corromper. Pero no todo sería tan sencillo. El zumo de naranja artificial se convertiría en su criptonita particular. Bajo la premisa de lo tradicional, Capitán Senyoret, nombre que recibiría nuestro protagonista en honor a su paella predilecta, toma por bandera el producto valenciano natural por lo que todo aquello envasado o adulterado debilitaría su poder.
Los malos pronto adivinarían cómo derrotarlo exterminando todo producto cultivado en l'horta valenciana. Principalmente aquellos de gran valor para el capitán: los de denominación de origen. El desabastecimiento total de productos naturales traería además terribles consecuencias cerniendo la oscuridad sobre el pueblo valenciano. Como caos absoluto, algunos entrarían en un estado de amnesia permanente olvidando sus raíces, su lengua, cuánta cantidad de agua echar a la paella para que no se pase el arroz, ponerle guisantes o, peor, no distinguir a una fallera de la princesa Leia.
Pero como todo superhéroe, Capitán Senyoret encontraría un antídoto gracias a su Robin particular, compañero del alma y cómplice: Caballer. El prestigioso pirotécnico descubriría una mezcla explosiva capaz de devolverle todos sus poderes con los que volver a restaurar el orden y acabar con aquella especie de maldición bíblica revelada sobre nuestra Comunitat.
A punto de morir electrocutada por mi manta me desperté apoyada sobre mi libreta y con la música de los créditos finales de la película. Soñar y dar rienda suelta a la imaginación es reparador pero también turbador en una realidad lejos de ser un mundo donde alguien combate por tu protección. Pero eso debe hacernos más fuertes, porque aunque habitemos en un lugar desprovisto de superhéroes, la sociedad está repleta de supervivientes. Luchadores de carne y hueso que superan obstáculos sin hacer caso a falsos oráculos.
Aunque eso sí, cada vez que escucho en la lejanía un rítmico bombardeo, huelo a traca o adivino en el cielo las siglas CS dibujadas por coloridos fuegos artificiales, el vello entero se me eriza y pienso: "Quizás sí. Quizás Caballer le está mandando una señal".