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El regreso de la banca pública, ¿una oportunidad?

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Sin elecciones a la vista, es momento de que los partidos políticos centren su esfuerzo en producir ideas. Ante la falta de financiación de nuestras empresas y el probable endurecimiento de las condiciones económicas, no sería extraño que la izquierda recuperara la vieja idea de la banca pública

VALENCIA. Conviene no engañarse. En un país sometido a un largo y doloroso proceso de desapalancamiento, con buena parte del sistema financiero intervenido, y el déficit público situado ampliamente por encima del 7%, será muy difícil que veamos a corto plazo una relajación de las condiciones de acceso al crédito de nuestras empresas. Especialmente si, como parece, el Gobierno mantiene su decisión de no solicitar el rescate a la UE, impidiendo que la prima de riesgo disminuya por debajo de los actuales 400 puntos básicos con respecto al bono alemán.

A medida que las condiciones económicas empeoren conforme a lo previsto por los organismos internacionales y asistamos a nuevos cierres de empresas con el subsiguiente incremento del desempleo, el debate sobre la financiación de nuestro tejido productivo volverá a situarse en el primer plano de la actualidad. Sin elecciones a la vista, es momento de que los partidos políticos centren su esfuerzo en producir ideas, presentándose ante la sociedad con nuevos proyectos capaces de ilusionar a su electorado. Por ello, y ante la falta de financiación de nuestras empresas, no sería extraño que la izquierda recuperara la vieja idea de la banca pública.

En contra de la banca pública

La propuesta se enfrenta a tres obstáculos fundamentales. En primer lugar, todavía queda demasiado próximo en el tiempo el drama de las cajas de ahorros, entidades bajo control político que contribuyeron decisivamente a la expansión del crédito en España antes de la crisis. Su gestión poco profesionalizada, su excesiva asunción de riesgos, y las limitaciones propias de su arquitectura institucional han impuesto un coste muy elevado a la ciudadanía en términos de recursos públicos.

Lógicamente, los escándalos de todo tipo que hemos conocido en los últimos meses, incluyendo la financiación privilegiada a proyectos ruinosos, cuando no a amiguetes y demás correligionarios políticos, no constituyen la mejor tarjeta de presentación para convencer a la sociedad acerca de la necesidad de reinstaurar la banca pública en nuestro país.

En segundo lugar, la idea de la banca pública no cuenta con gran respaldo académico. De hecho, existe un consenso bastante amplio sobre los efectos negativos de la indefinición de los derechos de propiedad de estas entidades. Puesto que no hay accionistas, el político que controla el banco tiende a gestionarlo para maximizar su propia utilidad, imponiendo costes elevados a la sociedad.

Un influyente estudio de LaPorta, López de Silanes y Shleifer, publicado en 2002 en Journal of Finance, muestra que los países con mayor presencia de banca pública tienen menor renta per capita y un menor grado de desarrollo financiero. En esta misma línea, distintos estudios basados en microdatos muestran que los bancos sujetos a control político tienden a aumentar los préstamos en años electorales; a favorecer a las empresas con mejores conexiones políticas; y a financiar una mayor proporción de proyectos de inversión no viables.

Por último, pero no por ello menos importante, el retorno de la banca pública se enfrenta a una mera cuestión de viabilidad financiera. ¿De dónde extraer los recursos necesarios para que la banca pública tenga una influencia significativa en la concesión de créditos a nuestras empresas? El Banco de Valencia, que durante muchos años contribuyó de manera decisiva a financiar empresas industriales valencianas, tenía un activo próximo a 20.000 millones de euros. ¿Cuál tendría que ser el activo de un banco público valenciano?

Y, sobre todo, ¿cómo se obtendría el dinero, con los mercados financieros internacionales todavía cerrados para la economía española? Parece obvio que los recursos procederían de los presupuestos generales del Estado, por lo que cualquier iniciativa en este sentido tendría carácter nacional y no autonómico.

A favor de la intervención pública

Sin embargo, no por subrayar los problemas y limitaciones de la banca pública debemos obviar los posibles fallos de mercado que afectan a nuestras empresas, ni soslayar los riesgos de la no intervención en una situación como la actual. El proceso de concentración bancaria derivado de la crisis está generando una rápida reducción de la red de oficinas de las entidades financieras, y un paulatino incremento de la distancia entre la empresa y los centros dónde se toman las decisiones de inversión.

Las empresas más pequeñas, que debido a la naturaleza de su propio negocio o al elevado coste de las auditorías, no pueden emitir información contable de calidad, encuentran cada día mayores dificultades para acceder al crédito. Muchas de ellas son buenas empresas con un historial crediticio impecable, pero no obtienen financiación simplemente porque, en el escenario postcrisis, con menos margen para la banca relacional, el banco encuentra dificultades crecientes a la hora de identificar y monitorizar los buenos proyectos de inversión.

A este hecho se une el problema de la financiación de actividades de contenido tecnológico en nuestro país. Es sorprendente que cuando se alude al problema de la I+D+i en España y se destaca el escaso carácter innovador de nuestras empresas, no se discuta el papel que juega el sistema bancario en la financiación de este tipo de actividades.

No contamos con agentes financieros especializados en este segmento del negocio, lo cual está condicionando el tránsito hacia un nuevo modelo productivo intensivo en tecnología. Al estar poco especializado en actividades de I+D+i, nuestro sistema bancario encuentra muy costosa la monitorización de proyectos de inversión de naturaleza tecnológica, cuyo éxito acaba dependiendo de la financiación pública vía subvenciones directas por parte de la administración.

Sin dogmatismos...

Por todo ello, y como sucede en todas las discusiones relevantes en economía, en este caso también necesitamos tomar en consideración las dos caras de la moneda. Ni podemos volver a cometer los errores del pasado, delegando la gestión del crédito en instituciones financieras ingobernables, ajenas a toda lógica empresarial, ni podemos negar la existencia de fallos de mercado que requieren una intervención pública en un momento crítico de nuestra historia.

Con los tipos de interés más elevados de Europa, nuestras pymes encuentran grandes dificultades para competir en los mercados internacionales, lo cual afecta negativamente a las exportaciones y retrasa la recuperación de nuestra economía. Es hora de abordar este problema desde el pragmatismo, rehuyendo las posiciones más dogmáticas. Hora de identificar qué parte del sobrecoste es debido a fallos del mercado que es preciso erradicar.

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