Fuera de nuestro país ya lo saben porque lo cuentan los corresponsales extranjeros. Se trata de la manifiesta incapacidad de la clase política nacional para gobernar con generosidad al servicio de los ciudadanos. Una lacra dificil de soslayar y que pesa sobre el lomo de la nación impidiendo su desarrollo
VALENCIA. Cuando James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, acuñó durante la campaña presidencial de 1992 aquella frase ahora tan célebre, casi manida, de "Es la economía, estúpido", invitando al entonces candidato a que se concentrara en la política económica durante la campaña electoral frente Bush, no podía -Carville- imaginar que había creado una sentencia que pasaría a la historia por su eficaz clarividencia. En realidad fueron tres los mensajes de Carville hacia Clinton: el ya citado y "cambios contra más de lo mismo" y "No olvidar el sistema de salud".
El actual Gobierno de España incumple los tres. Y lo podemos comprobar mirando a nuestro alrededor. Desde que ascendiera a los altares de Moncloa, Mariano Rajoy ha tocado todos los mimbres de la gestión del Estado menos el de gobernar 'de verdad' la economía, si entendemos por gobernar algo más que ejecutar recortes. Es lo contrario de lo que España necesita y reclamaba el asesor norteamericano: pensar en economía y proponer respuestas sociales rápidas para rescatarla de la crisis. El resultado lo tenemos a la vista: el país se resquebraja cada vez más social, política y económicamente y la popularidad de un presidente recién elegido por mayoría absoluta ya ni siquiera cotiza.
Han sido medio centenar de decretos recortativos -disculpen el palabro- aprobados en un año pero ni uno solo de reforma del actual sistema administrativo, autonómico o estructural de la Administración del Estado, los sensibles puntos de fuga de España. Es el balance que enarbola orgulloso 'el registrador de Pontevedra', aunque en realidad se ha limitado a mantener en sus puestos las mismas castas dirigentes, estructuras institucionales y duplicidades de servicios logrando seguir dilapidando unos fondos públicos cuyo destino racional debería ser la actualización de un país envejecido que se está dirigiendo cuidadosamente hacia el desastre.
La reforma laboral es un ejemplo. Recorta derechos de trabajadores pero no ofrece nuevas alternativas a los empresarios para rescatar a miles de jóvenes profesionales de las estadísticas del paro antes de que se larguen a Centroeuropa. La financiera, otro: se inyectan decenas de miles de millones del dinero de todos pero persisten sus viejos vicios, procedimientos y políticas oligopólicas. Han suprimido el desprestigiado sistema de cajas de ahorro que aproximaba la financiación a la economía local, pero no se ha creado ningún otro protocolo inteligente que lo reemplace.
La educación y la sanidad pública, orgullo esta última especialmente de los ciudadanos españoles, están siendo rebajadas y envenenadas de modo que no vuel
va a brotar nada que no se halle bajo la enseña del capital privado, pero sin novedades programáticas dignas de mención. Madrid -"rompeolas de las Españas", que decía Antonio Machado- ya tiene más colegios concertados que públicos.
Cientos de miles de médicos y auxiliares de la sanidad pública repartidos por los hospitales y ambulatorios de 17 comunidades autónomas, 50 provincias (y sus respetivas diputaciones) y miles de ayuntamientos agachan la cabeza, desmoralizados, ante la culpabilización del déficit público que la clase política intenta hacer recaer sobre ellos. Pero las ineficaces estructuras politicas e instituciones sobreviven, firmes.
EN CONNIVENCIA
Ahora, Rajoy y sus ministros barajan imponer peaje a las autovías públicas gratuitas para financiar los desastres planeados desde el sector privado en las autopistas construidas para gloria -y beneficio- de los grandes constructores -uno de ellos, Villar Mir, se acaba de regalar el yate más grande de España, con 60 metros de eslora y otos 60 millones de coste-, mientras las eléctricas deslizan en los recibos de los usuarios nuevas subidas de tarifa para sufragar el aumento fiscal dictado por el Gobierno para financiarse. Más fiscalidad indirecta para los contribuyentes... Lo importante es que los beneficios elécricos no decaigan: un 68 por ciento de incremento en los últimos cinco años para el conjunto del sector.
Al mismo tiempo, los puestos de cabeza de los pesados órganos estatales de control, desde el propio Congreso de los Diputados hasta las comisiones nacionales para la libre competencia, del mercado de la energía o del mercado de valores, pasando por el Tribunal de Cuentas y en general por todos los tribunales (Supremo, Constitucional, CGPJ, etc.) siguen siendo periodicamente objeto de subasta entre los grandes partidos políticos y las mismas castas de dirigentes de siempre con el objetivo de que todo siga igual. Gozar de la teta pública.
Partidos políticos y dirigentes públicos en evidente alianza con los intereses de las grandes corporaciones para que sean los contribuyentes a pelo, con especial recargo a las clase medias, los que pongan el cien por cien del esfuerzo para mantener el Estado, su Estado, a flote. Y son las jerarquías de distinto pelaje las que mantienen maniatado al país dando la espalda al Estado de Bienestar de la mayoría para mantener el de Superestar de unos cuantos.
EN VALENCIA LA VIDA SIGUE IGUAL
Y si eso ocurre en el bosque, en los árboles cercanos el fenómeno se ve aumentado. Resulta enternecedor si no fuera realmente dramático observar la torpreza de movimientos de los dirigentes valencianos para darle la vuelta a una situación que va pudriéndose por momentos. La incapacidad de Hacienda para cuadrar unas cuentas difíciles de cebar con unos ingresos que van medrando día a día. La de Sanidad para reformar el sistema si no es echándolo en brazos del insaciable sector privado, que en ningún caso lo va a mejorar.
O la caída en picado de la educación pública, ahora gestionada por una joven recién llegada de la alcaldía de Torrent cuya responsabilidad, la gestión del sistema educativo -universidades incluidas- en el cual deben crecer necesariamente nuestros hijos, más bien parece que le viene demasiado grande (creíamos que el sistema educativo valenciano ya no podía hundirse más, pero hoy y ahora está pasando).
Ahora que se ven aulas atestadas de alumnos ‘cabreados' vienen a la memoria aquellos proyectos faraónicos presentados como si fueran promotores de PAI's por los rectores de la universidades públicas con financiación privada y aval público para construir campus de inmuebles de lujo a uno y otro lado de la Avenida Tarongers, con sus respectivas administraciones rectorales a cada lado para dar asiento, como en otras áreas de lo público, a las ambiciones de las ilustres jerarquías académicas. También son dignas de recuerdo aquellas prejubilaciones de oro de los no menos ilustres catedráticos, acreedores del respeto social pero no de los privilegios que se autoasignaron... hasta que la crisis los frenó.
Todos, estos y aquellos, solo proponen una vía: más financiación (imposible, por otra parte), pero nada de plantear reformas que renueven sus métodos. Subir las tasas y el número de alumnos por aula, sí. Pero recortar estructuras universitarias y aumentar su eficacia son palabras mayores que nuca se pronuncian.
No se encuentan solos en el apartado de las decepciones sociales. Les acompaña una clase política en cuyo interior incuba una oposición haragana que aun no ha sido capaz de ofrecer una alternativa de política económica real al desgobierno actual y que lustros después sigue centrando su infame estrategia política en la descalificación y negación contínua. La última muestra de su actitud es la inmaterialización del anuncio realizado por el dirigente socialista Ximo Puig nada más llegar a la planta noble de Blanquerías de crear un equipo para diseñar una oferta de política económica a la altura de las necesidades de la Comunidad Valenciana, coordinado ese equipo la exconcejala de Valencia y látigo de Rita Barberá, Ana Botella.
Palabras que se llevó el viento. La Botella sigue metiendo horas en su puesto de funcionaria del Impiva porque no le dan cuartelillo en el partido y los esperados miembros del equipo de cerebros siguen dedicándose a sus prioridades, es decir, a vivir la vida, que son cuatro días. Parece como si aquí solo trabajaran los empleados de las empresas privadas y sus empresarios -que al fin y al cabo siguen corriendo riesgos y manteniendo el empleo que aun se mantiene- junto con cuatro -o 40.000- despistados que desde la Zona Pública hacen lo que pueden entre la indiferencia general.
El sistema está carcomido por dentro y no lo van a sanear los recortes si antes -o al mismo tiempo- no se producen las reformas que necesita el modelo de relaciones entre lo público y lo privado, entre comunidades, entre éstas y el Gobierno y entre jefes y asalariados... Hay que volver a preguntarlo, lamentablemente, otra vez: ¿Después de cinco años de crisis, algún Gobierno, Administración territorial, algún partido, sindicato o universidad, ha planteado siquiera teóricamente alguna reforma real -no valen los recortes- sobre el actual sistema perverso que nos ha conducido a la ruina? Ya conocen la respuesta: ellos siguen en su mundo.
¡Son los políticos, estúpidos conciudadanos, y su suicida endogamia los que nos están llevando al abismo! Y nosotros nos estamos dejando, como ovejas. Un servidor, humildemente, se exaspera impotente con lo que percibe a su alrededor.