¿Qué diferencia hay entre componer música y pintar? "Es lo mismo", fue la repuesta del compositor Francisco Coll en la charla organizada por Amics de l'Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana con motivo de la presentación de su ópera Café Kafka en 2016. Porque para algunos artistas un solo impulso creativo puede desembocar en dos realizaciones artísticas simultáneas aparentemente tan distantes como la música y la pintura. Ambas pueden ser el fruto de un proceso creativo único y dual a la vez. Este es el caso del compositor valenciano de la ópera Enemigo del pueblo, cuyo estreno mundial tendrá lugar en Les Arts el próximo cinco de noviembre, que dispone de una consolidada producción musical reconocida internacionalmente y también una notable obra pictórica fruto de su actividad plástica menos conocida.
La música y la pintura son dos disciplinas artísticas quizá no tan diversas en su concepción- inspiración (ambas recurren a conceptos como el estilo, la armonía, la proporción, los colores, el ritmo, el movimiento, la composición, el silencio, el vacío, la forma o la estructura), pero sí lo son en su producción-plasmación, en las facultades sensoriales implicadas, en su experiencia estética y, sobre todo, por el medio en el que se desenvuelven para hacerse presentes: el tiempo y/o el espacio.
El tiempo es un elemento constitutivo de la música, por su propia esencia, mientras que la pintura, sin perjuicio de la importancia que da el arte contemporáneo al aspecto conceptual, requiere de su materialización, de su espacio, para su existencia. La música, como el sonido, por la propia naturaleza de su necesaria interpretación, es dinámica, dispone de un principio y de un fin. La pintura, sin embargo, con sus soportes, pigmentos y aglutinantes, tiende al estatismo, a la estabilidad y a la permanencia.
Las fronteras, no obstante, pueden ser difusas. La humanidad desde antiguo ha tratado de fijar plásticamente el discurso musical, para su memoria, difusión e interpretación, a través de las diferentes notaciones, una de cuyas preocupaciones principales ha sido representar mediante signos gráficos la duración y la altura de los sonidos. En este sentido, son especialmente interesantes los bocetos de las partituras intervenidos plásticamente por este compositor. Mientras que las artes plásticas también se han servido del tiempo y del movimiento para sus manifestaciones creativas especialmente en corrientes artísticas como el arte cinética, la pintura dinámica o, más recientemente, el video-arte o las experiencias digitales inmersivas.
El oído y la vista, aparentemente separados por sólidas fronteras, no lo están en ocasiones para los que sufren algún tipo de sinestesia. Para aquellos a los que un estímulo sensitivo dirigido naturalmente a uno de los cinco sentidos produce reacción y percepción en alguno de los cuatro restantes.
Algunas de las pinturas de Coll no tienen relación directa con su música (como los cuadros de Vanitas o los retratos de otros compositores), otras han sido creadas a la vista (o al oido) de una composición anterior a modo de pintura "programática" (como Aqua Cinerea o Chanson et Bagatelle), otras son previa inspiración para una composición posterior (como la serie Les fleurs du mal) pero otra parte de su obra pictórica quizá la mas interesante (como los cuadros Enemigo del pueblo, Mural, Piano Concerto o Sefarad) surge de un impulso creativo único que genera una producción artística dual: la obra musical y la obra plástica. En este último caso el compositor/pintor nos propone un viaje sinestésico a la inversa en el que, en de lugar un estimulo que desencadena diversas reacciones sensoriales, el espectador de su obra pictórica/oyente de su música tiene la posibilidad de conocer y experimentar el resultado doble (a modo de díptico audio/visual) de un mismo aliento estético. Es una experiencia estética completa de una misma obra de arte que nace al mismo tiempo en dos dimensiones diversas.
Por ello, en la obra musical y pictórica creada simultáneamente por Francisco Coll se hace realidad la afirmación de Gurnemanz en el Parsifal de Richard Wagner de que aquí el tiempo se convierte en espacio.
Javier Monforte es musicólogo e historiador del Arte