Opinión

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CONVIENE SABER

Una entrevista indecente

Publicado: 14/10/2025 ·06:00
Actualizado: 14/10/2025 · 06:00
  • El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón.
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La entrevista de Carlos Mazón en À Punt no fue una comparecencia institucional. Fue un acto de propaganda, una escenificación vacía, un intento de borrar con palabras amables el rastro de una gestión indecente. Lo ocurrido el 29 de octubre, la mayor tragedia vivida que sigue doliendo en centenares de hogares valencianos, no admite maquillaje. Y sin embargo, Mazón se atrevió a posar ante las cámaras como si nada hubiese pasado, como si no existieran las víctimas, las familias ni las informaciones que vamos conociendo y que desmontan, uno a uno, los relatos oficiales que él y su Consell han intentado imponer durante meses.

Mazón habló de lecciones aprendidas, de coordinación ejemplar y de transparencia absoluta. Pero cada una de esas palabras se deshace al contrastarlas con los datos que hemos conocido gracias a los medios que no se han rendido al silencio, que pieza a pieza, han ido reconstruyendo la verdad que el Consell quiso ocultar: los avisos que no se atendieron, las órdenes que no se dieron, los protocolos que no se activaron y las horas perdidas mientras el agua se llevaba por delante vidas y hogares.

Mazón tuvo en À Punt la oportunidad de pedir perdón. De reconocer errores, de actuar como el presidente que debería ser. Pero eligió otro camino: justificarse, culpar a los técnicos, a la meteorología, a la excepcionalidad del fenómeno. La excepcionalidad no exime de responsabilidad, y mucho menos cuando se reitera una y otra vez que la información se tenía, era suficiente y se conocía con la antelación suficiente para avisar ante el riesgo extremo. Su entrevista fue la prueba de que el silencio y la negación siguen siendo la estrategia del Consell.

No fue una entrevista, fue una burla. Una ofensa a las víctimas y a los familiares que llevan casi un año pidiendo explicaciones. Mazón no respondió ni una sola pregunta incómoda: ni sobre la cantidad de información ocultada, ni sobre los intentos de manipulación de la misma, ni sobre los mensajes cruzados entre altos cargos de la GVA la noche de la DANA, ni sobre el papel esencial que el Consell debería estar teniendo en la reconstrucción y no tiene. Mientras tanto, la maquinaria del PP sigue intentando tapar la verdad y blanquear la gestión de su presidente.

À Punt, la televisión pública valenciana, merecía otro papel. No el de ser el decorado amable de un dirigente que rehúye el control democrático. Las instituciones autonómicas no se defienden con propaganda, se defienden con verdad. Y cuando un presidente miente o manipula, no solo traiciona a las víctimas: degrada el propio autogobierno valenciano.

Porque la Generalitat no es de quien la preside, sino de todo un pueblo que la ha construido durante décadas como símbolo de responsabilidad, de cercanía y de confianza. Mazón, con su entrevista, la rebajó a un plató de autojustificación. Transformó la voz institucional en un monólogo personalista. Ni un solo gesto de humildad, ni una palabra de autocrítica. Ni siquiera un compromiso claro con la reparación de las familias que aún esperan justicia.

Cada minuto de esa entrevista fue una bofetada a la memoria colectiva. Mientras él insistía en su relato de gestión eficaz, los testimonios de la vecindad y de los servicios de emergencia siguen recordando la realidad: que hubo abandono, descoordinación y silencio. Que el Consell al completó mintió.  Que las alertas no se siguieron, que los planes de emergencia se activaron tarde, que las llamadas de auxilio quedaron sin respuesta.

El problema no es solo lo que Mazón dijo, sino lo que representa su actitud. Un presidente que no rinde cuentas es un presidente que no respeta las instituciones. La degradación del autogobierno no se produce de golpe, sino por acumulación de gestos como este: cuando se confunde la rendición de cuentas con la promoción personal; cuando el relato sustituye a la verdad.

El pueblo valenciano merece respeto. Y respeto significa reconocer los errores, asumir responsabilidades y no esconderse detrás de discursos prefabricados. Mazón eligió la soberbia. Eligió seguir su huida hacia adelante antes que proteger la dignidad de las instituciones que representa. Su actitud describe al personaje.

A estas alturas, nadie espera ya autocrítica del president. Pero seguiremos exigiendo decencia. Y esa decencia empieza por decir la verdad, por rendir cuentas ante las comisiones de investigación para decir verdad. Y dejar de utilizar la televisión pública como altavoz del poder. Porque lo que está en juego no es solo la memoria de las víctimas, sino la credibilidad de todo un sistema autonómico que costó años construir.

Mazón tuvo una oportunidad histórica para demostrar que aprendió algo del 29 de octubre. La desperdició. Eligió el monólogo frente al diálogo, la pose frente al compromiso, la mentira frente a la verdad. Y con ello, dañó una vez más el alma del autogobierno valenciano.

Y mientras habla de transparencia y buen gobierno en sus entrevistas, los propios trabajadores de la televisión valenciana revelan la realidad que él oculta. No estamos ante un desajuste puntual, estamos ante una estrategia sistemática de control mediático desde el poder autonómico. Y cuando el poder quiere controlar el relato, las víctimas pierden dos veces: primero en la tragedia, y luego en el silencio impuesto. Una denuncia que retrata con crudeza lo que se vio en la entrevista. Un medio público domesticado al servicio del president.


Decía Hanna Arendt que la mentira se convierte en un modo de vida cuando la verdad deja de tener consecuencias. Mazón ha hecho de la mentira su refugio. Pero la verdad, por más que se quiera ocultar, siempre encuentra su camino. Y cuando llegue, será demasiado tarde para los que creyeron que podían gobernar a pesar de todo y de todos.

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