Pedro Sánchez estaba en la sede de Red Eléctrica con miembros del gobierno y técnicos que intentaban averiguar por qué se había producido la caída del sistema eléctrico en torno a las 12.30 en toda España y también en Portugal. Pero en el ambiente político ya se reclama que el presidente no informara a la opinión pública con mayor prontitud en vez de pasadas seis horas del acontecimiento. Algún líder político, antes simpatizante del nacionalismo gallego y ahora en el centroderecha, manifestó en su habitual tono provocador que recibieron antes noticias del gobierno portugués que del español. En efecto, podría haber comparecido más pronto el presidente, o algún miembro del gobierno, para decir que todavía no se tenía ninguna información técnica sobre lo ocurrido. Decidió hacerlo después de tener algún conocimiento del porqué se había producido la caída de tensión por las distintas empresas eléctricas, públicas y privadas, al parecer por la discordancia entre la demanda y la oferta, sin saber todavía si existió algún elemento diferente que explique la crisis de la distribución de la red eléctrica, sin capacidad para afrontar las oscilaciones de producción. España, sin embargo, tiene un gran nivel de producción energética, desarrollada en los últimos años, tanto las renovables intermitentes (solar y eólica) -que no cuentan con las condiciones técnicas, por un problema de coste, para una estabilización del sistema-, como las nucleares, que plantean dudas de poder seguir funcionando en el futuro por carencia de uranio. Es posible que se averigüen las causas del incidente pero importa destacar que se ha conseguido una recuperación rápida del fluido, a la par que la población ha mantenido, en su inmensa mayoría, un gran comportamiento cívico.
Pero, más allá del suceso, permanece la estrategia de agresividad política persistente y no hay pausa para la misma. Y, como tantas otras veces, subyace como principal factor de enfrentamiento la política desarrollada e improvisada por Sánchez ante la deriva de los nacionalismos independentistas. Otras decisiones de su gobierno entran, en cambio, en el campo de la tradicional socialdemocracia (pensiones, condiciones de trabajo, universidades públicas…). La política económica depende de las situaciones de los mercados europeos e internacionales, y no creo que se practicaran soluciones muy diferentes con partidos del centroderecha. La vía elegida para encauzar la actual situación territorial española es difícil de mantener si no se elabora una propuesta conjunta con el PP, como principal partido de la oposición, y contar si es posible también con los partidos nacionalistas. Por eso la llamada a un gobierno de gran coalición por tiempo definido resulta por ahora inútil ante un problema político de más de 150 años.
Tengo dicho que el problema clave es determinar cómo se llega a una solución que no sea, según la fórmula de Ortega y Gasset, solo conllevar la situación de los nacionalismos. Al parecer hay quienes creen que el tema no tiene solución y no queda más que seguir con el palo y la zanahoria. Consideran que una parte de la sociedad española no quiere soluciones especiales para vascos y catalanes o las que pudieran generarse en Galicia, Comunidad Valenciana, Navarra, Baleares y Canarias. Mantener, por tanto, la unidad del Estado y considerar que España es una nación por encima de las nacionalidades constitucionales resulta, hoy por hoy, irrenunciable para una parte de España. A eso el PSOE ha contestado con el Estado Federal pero sin aclarar a qué tipo de federalismo se refiere y cuáles son las diferencias del modelo autonómico, atendiendo a que existe una multitud de países que se declaran federales con fórmulas diferentes. Vuelve la vieja historia española del siglo XIX entre liberales unitarios y republicanos federales.
Estar, ante cualquier acontecimiento imprevisto, atacando permanente y radicalmente al otro, podrá derivar en una situación de colapso que posibilite el desapego de la gente hacia la acción política. Y al final desembocar en un salvapatrias que socave los fundamentos democráticos. Es curioso que cuando hablo con afines al PSOE y al PP (incluso algunos empresarios) sobre el gobierno de coalición me contestan que sería una buena solución pero después son incapaces de defenderlo públicamente.