En tiempos de la Grecia antigua nació la mitología, en ella vivía la Quimera, monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. Su final llegó cuando el héroe Belerofonte la mató con ayuda de Pegaso, el caballo alado.
En honor a esta historia, en biología es definida quimera como un organismo que contiene células o tejidos de dos o más individuos diferentes de la misma o de diferentes especies.
Por último, es designado como quimera aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo.
La Quimera entonces puede simbolizar un monstruo que devasta un país, o el gobierno de un mandatario pervertido, tiránico o débil. El aspecto de la Quimera, compuesta por el cuerpo de un león, una cabra y una serpiente como el de un monstruo en el que el león representa la perversión de los deseos materiales; la cabra, el lascivo dominio sexual, y la serpiente, la mentira, podría recordarnos a la situación actual en la que nos encontramos. Pueden ser responsables de cargos públicos de los que depende el gobierno de una población o de un colectivo laboral.
Llegado entonces a este punto nos debemos preguntar: ¿existe alguna alternativa para vencer a la injusticia de las Quimeras?
Estamos asistiendo en estos días al devenir de criaturas terrenales cuyo poder una vez les hizo jugar a pensar que eran Olimpianos, pero en verdad solo divagan en sueños quiméricos que luego usan para infectar a sus iguales, imponiéndoles que solo su realidad es la verdad.
Llega un momento en el cual, creyendo ser inmunes, son traicionados por sus debilidades, recordando al destino que poseen una verdadera naturaleza mortal y errática. Seres formados por muchas partes inconexas, los cuales pensaron poder actuar mediante hechos incoherentes, saliéndose de su cargo y responsabilidad, para luego poder volver a conservar su magnificencia, como si aquí no hubiera pasado nada.
Se sintieron libres del poder de los superiores que les pusieron en el cargo, pensaron que podían ser varios en el traje de uno solo. Creyeron ser una sola criatura, difícil de dominar, con la fuerza de tres animales y la posibilidad de influir en las gentes indefensas, pero no.
La batalla del héroe Belerofonte montado en Pegaso contra la Quimera es también un arquetipo de muchas historias en las que valientes caballeros sobre su montura triunfan frente a los monstruos más horribles. Es el pueblo venciendo a la injusticia, derrotando al monstruo de las múltiples caras gracias al ímpetu de un caballo alado, símbolo sublime de combatividad, que es la fuerza de la unión. Pero la realidad actual nos dice que, tampoco.
Cometemos un error si pensamos que la Quimera es un monstruo único representado en un político, un jefe de servicio o de sección, y nos olvidamos de que en verdad son una mascota fabricada y creada por unos Dioses superiores que la alimentan de autoridad inmoral para que interaccione de manera injusta con los individuos de una sociedad o colegas de profesión. Le harán creer a la Quimera que está dotada de un poder divino para hacer y deshacer lo que le plazca y someter, incluso dando razones y argumentos para ello, actuando con la justicia divina que en verdad no posee, justicia divina que en la mitología griega suele ser dañina contra el ser humano y contra el que la aplica sin ser Dios.
Pero cuando dichos Dioses creadores de la Quimera la aborrezcan, buscarán al héroe, ya sea encarnado en una persona o en el pueblo, y alentarán a un caballo alado para sacrificarla y devolverla a su naturaleza mortal, porque ya no es servible, o porque les molesta. Querrán sustituirla por una quimera más joven, desconocida y más servil, para seguir siendo Dioses.
Me gustaría que todas estas Quimeras lectoras de estas líneas pensaran qué será de ellas cuando el Dios Cronos sea su verdugo. Las que salgan mejor paradas, serán ancianas, sentadas en un banco y desprovistas de su inmunidad punitiva, y si aun tienen suerte de conservar su memoria ajada, ojalá recuerden, con el remordimiento recobrado, lo quimerísticas que fueron y las injusticias que cometieron.
Por este motivo, animo al pueblo a que vea más allá, no olvidado que, tras un animal político o un pérfido responsable público, hay siempre un grupo de Dioses manipuladores.
Ojalá algún día podamos ver en el cielo un grandioso grupo de héroes y heroínas montando caballos alados, armados con argumentos pacíficos dirigidos a esos Dioses, para enfrentarse con la auténtica realidad que puede acabar con las Quimeras y ser libres.