VALENCIA. Las consecuencias económicas del Sr. Mas, o de la posible desagregación del Cataluña del resto de España, pueden abordarse desde una perspectiva empírica (observando el efecto de una frontera en el comercio) y otra teórica. El Sr. Mas se enfrenta a un dilema, como un puzle con piezas que no acaban de encajar. Para poder ensamblarlas, tendrá que renunciar a algo, ya que incrementar la soberanía nacional catalana lleva aparejada ciertas contraprestaciones económicas y democráticas.
Diversos economistas, como Ángel de la Fuente (CSIC) y Germà Bel (UB), están manteniendo una correspondencia epistolar al respecto en distintos periódicos que recuerdan a la que protagonizó hace tres lustros Xavier Sala i Martin (Columbia) con Ernest Lluch (el profesor del profesor de mis profesores). Entonces, como ahora, se discutía acerca de la balanza fiscal catalana y de las posibles consecuencias económicas de la autodeterminación.
De la Fuente ha asegurado recientemente que el déficit fiscal catalán no se diferencia del de otras regiones de nuestro entorno. Desgraciadamente, una mano asesina que acertó el tiro nos arrebató la opinión del profesor Lluch, pero no sería descabellado suponer que estaría en contra de construir nuevas aduanas. En contraposición, los profesores Bel y Sala i Martin inciden en la insostenibilidad del déficit fiscal catalán y aseguran que poco podemos adelantar sobre los efectos de una hipotética frontera en el Senia.
Sin embargo, en plano empírico, sí que disponemos de suficiente evidencia estadística para estimar que la imposición de una frontera entre Cataluña y el resto de España afectaría negativamente el comercio entre ambas partes. Por ejemplo, la historia más reciente de separaciones amistosas muestra como el comercio entre Eslovaquia y la República Checa cayó un 25% en 1993 tras dibujar una frontera entre ambos países. Tan solo se recuperó tras una devaluación del 10% de la corona eslovaca. Malas noticias si se persiste en mantener el euro tras una hipotética separación.
El efecto de una separación administrativa sobre el comercio es sobradamente conocido desde que en 1995 el profesor McCallum acuñara su "border puzzle". El académico canadiense descubrió que a pesar de las abrumadoras similitudes entre el sur de Canadá y el norte de EEUU, las regiones canadienses comerciaban 20 veces más entre ellas que con sus vecinas estadounidenses. Durante los últimos veinte años, el puzle de McCallum se ha venido observando y refinando en multitud de investigaciones lo largo de distintitas fronteras.
Fue precisamente un antiguo alumno de Lluch, el catedrático de la UV Martínez Serrano, el primero en calcular el efecto frontera de España: las regiones españolas comercian 21.8 veces más entre ellas que con el extranjero. Subsiguientes publicaciones apuntan un efecto similar para otras regiones de España. De hecho los profesores Ghemawat (IESE), Llano (UAM) y Requena (UV) estimaron en 2010 que Cataluña comercia 44 veces más con el resto de España que con países. El efecto frontera en Valencia es ligeramente menor (38), mientras que Navarra (13) y Madrid (6) presentan unas economías más abiertas al exterior que el resto de las CCAA.
La teoría económica más actual proporciona un sustento teórico a los resultados empíricos del puzle de McCallum. El profesor de Harvard Dani Rodrik asegura en su conocido trilema de la globalización, que la soberanía nacional, la globalización y la democracia son mutuamente excluyentes.
Se pueden perseguir dos elementos de la triada soberanía-globalización-democracia simultáneamente, pero siempre en detrimento de uno de ellos. Si una nación incrementa su soberanía nacional, tiene que elegir entre comercio-inversión y democracia. Por lo tanto, una línea soberana entre países democráticos hace disminuir el comercio entre ambos, tal como observó McCallum. En cambio, países autoritarios, como los paraísos fiscales o China, gozan de las ventajas de comercio y de la soberanía. Por tanto, Cataluña podría ser nación próspera con una frontera de Mas, pero a costa de una involución democrática.
En el debate sobre las consecuencias del Sr. Mas, la cuestión fundamental es si se está dispuesto a pagar el peaje democrático que implica una mayor soberanía y prosperidad económica.