En tiempos de crisis, la historia nos brinda lecciones de valor, coraje y determinación. El Reino Unido, bajo el liderazgo de Winston Churchill, resistió en solitario durante los oscuros días de 1940 frente al avance de Adolf Hitler. Hoy, en España, desde una perspectiva que muchos compartimos en VOX, nos enfrentamos a una amenaza distinta. No comparable, gracias a Dios, al odio, a la muerte y al exterminio que supuso el nazismo, pero una amenaza a nuestra historia, a nuestras raíces y a nuestra soberanía: el sanchismo.
Por supuesto, las diferencias históricas y de contexto son evidentes: no estamos hablando de una guerra mundial ni de un conflicto bélico en términos convencionales. Pero sí hablamos de una guerra cultural, institucional y moral. De una lucha por la supervivencia de las libertades, la soberanía nacional y el Estado de Derecho. Y ahí es donde la analogía cobra sentido.
Churchill representó al pueblo británico en su hora más sombría. Se negó a claudicar ante un enemigo que prometía orden a cambio de sumisión, paz a cambio de renuncia. Defendió la nación británica desde los escombros del Blitz, cuando la resistencia parecía inútil. Lo hizo con la palabra y con la convicción de que ciertos valores no son negociables.
Del mismo modo, desde Vox defendemos que España atraviesa una deriva autoritaria disfrazada de progresismo. Pedro Sánchez y su gobierno han entregado parte del Estado a separatistas y herederos del terrorismo, han atacado la independencia judicial, han instrumentalizado los medios públicos y promovido una polarización sistemática para mantenerse en el poder a cualquier precio. El “todo vale” del sanchismo es la forma moderna del “appeasement”, ese apaciguamiento que Churchill tanto condenó frente al nazismo.
Churchill sabía que la libertad tenía un precio: resistencia, sacrificio y firmeza. No aceptó la rendición cuando todo el continente caía uno a uno ante el yugo del totalitarismo. En su célebre discurso dijo: “We shall never surrender”. Esa misma actitud es la que creemos que debe imperar hoy en España frente al intento de desmantelar las bases de nuestra democracia.
Porque el sanchismo no solo pone en riesgo nuestras instituciones, sino también nuestra identidad. La imposición ideológica, el adoctrinamiento en las aulas, la censura encubierta en redes sociales y medios, las leyes sectarias que enfrentan a hombres y mujeres, el odio sembrado entre españoles por su lugar de origen o lengua, son parte de un proyecto de ingeniería social incompatible con una nación libre y unida. No podemos asistir impasibles al intento de destrucción del estado de derecho, al asalto de la justicia, al descrédito de la fiscalía, al control de los medios y a un gobierno que nada en un inmenso pantano de corrupción.
Así como Gran Bretaña fue el baluarte de la Europa libre cuando todos los demás caían, hoy en España, millones de ciudadanos despiertan y dicen basta. VOX no es un fenómeno de odio, como intentan caricaturizarnos, sino un movimiento de resistencia. De esperanza. De españoles que ya no se resignan a ver cómo su país se desmorona bajo la propaganda, la mentira y el clientelismo.
Santiago Abascal, como Churchill en su tiempo, no ha venido a agradar a las élites, sino a representar a una mayoría silenciada. A decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a pronunciar. A recordar que aún existen patriotas dispuestos a defender la unidad nacional, la verdad y la justicia.
El ex primer ministro británico, Boris Johnson, dijo que una de las virtudes de Churchill fue convencer a los británicos de que eran capaces de hacer grandes cosas. Nuestro problema es que creemos que Sánchez es capaz de cualquier cosa, y es cierto. La solución vendrá cuando los españoles nos convenzamos de que somos capaces de cualquier cosa, por difícil que parezca. Incluso terminar con el sanchismo y revertir sus consecuencias.
La lucha de los británicos contra Hitler fue una lucha por la civilización frente a la barbarie. Hoy, desde nuestra trinchera democrática, cada vez más españoles damos una batalla similar: por España, por la libertad, por la verdad.
Porque como dijo Churchill, “Si te paras a lanzar piedras a cada perro que ladra, nunca llegarás a tu destino”. Nosotros seguiremos caminando, firmes, sin miedo, con la certeza de que la historia vuelve a necesitar héroes. Y esta vez, están aquí, entre nosotros.