Durante estos días se recuerdan los 80 años de la detonación de dos bombas nucleares sobre objetivos civiles, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en el marco de la 2ª Guerra Mundial, los días 6 y 9 de agosto. Este hito, aunque desgarrador para la humanidad, fue, por otra parte, un suceso disruptor para la Historia, que trajo profundos cambios en diferentes disciplinas, como la Tecnología en general, las investigaciones en Medicina, la producción energética, e incluso la Geopolítica; y es de este último ámbito del que les voy a hablar, dado que, de la tragedia en sí, habrán podido leer estos días numerosos artículos.
La base de la Paz, a lo largo de la historia, se ha basado en el “sí vis pacem para bellum”, reformulado por el presidente Ronald Reagan al afirmar, “La Historia nos enseña que la guerra empieza cuando los gobiernos creen que el precio de la agresión es barato”. A este principio se le llama disuasión, es decir A no ataca a B, porque B puede hacerle igual o incluso más daño a A, por lo que A decide resolver sus diferencias con B por otros medios de la política diferentes de la guerra.
Pero cuando, tras la detonación del primer artefacto atómico, Robert Oppenheimer dijo aquello de "ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos", y todo aquel mundo vio lo ocurrido en las dos ciudades japonesas, la percepción de esa disuasión cambió. Fue el principio del fin del viejo mundo analógico, para dar paso al mundo atómico, y que, además, con el tiempo, nos traería el mundo digital para posteriormente dar paso al cuántico.
En aquel mismo instante se inició una frenética competición nuclear, que dura hasta nuestros días, repleta de historias de ciencia, de sacrificios y hasta de espías. A la par, las propias grandes potencias, que participaban en esa carrera de armamentos, propiciaron la firma (1968) del Tratado de No Proliferación Nuclear, para poner freno a la fabricación/difusión de esas armas “destructoras de mundos”, de forma paradójica y egoísta para muchos (ley del embudo), pero lógica para los ya avezados en la Real Politik de la Geopolítica.
Hasta España, con su programa Islero, tuvo sus pretensiones atómicas en el terreno militar, para así aumentar su soberanía estratégica; pero en un momento de transición, cambios, y deseosa de su inclusión total en el club occidental-europeo, tuvo que clausurar el proyecto al inicio de los 80s, aunque estaba, parece ser, sentenciado después de aquella visita a Madrid del Secretario de Estado USA, Henry Kissinger, en diciembre de 1973 al presidente de gobierno español, Luis Carrero Blanco, asesinado por la banda terrorista vasca ETA al día siguiente de la reunión.
En nuestros días después de una larga lista de acontecimientos, conflictos, y guerras, se ha podido comprobar como el factor nuclear está directamente relacionado con el inicio, desarrollo y fin de muchas hostilidades, como paso a contarles de sucesos muy actuales.
En el primer caso, estaría la llamada guerra de los doce días, entre Israel e Irán, modernos David y Goliat, en la que Donald Trump ha llevado la Paz, o al menos, y por el momento, una tregua, casi casi actuando como un auténtico Rey Salomón (recordemos que además de justo era judío). El conflicto se inició por el deseo (y sobre todo el programa que casi lo logra) de tener la bomba atómica por parte de Irán (Israel ya la tiene), unido a otro deseo de los Ayatolás, continuamente expresado, de querer destruir a Israel, y adelantado con masivos ataques de misiles y drones, a los que, como es lógico, Israel ha respondido oportuna y contundentemente.
Este ataque, aunque inserto en un conflicto mucho más amplio, es interpretado por algunos (más bien del lado de David que de Goliat) como un caso del legítimo derecho a la defensa preventiva, no aceptado por el derecho internacional actual, aunque ha sido practicado y usado a lo largo de la historia, y de hecho fue debatido en USA en la época de la guerra contra el terrorismo de George W. Bush, citando el caso Caroline (siglo XIX) como su antecedente.
El segundo supuesto, en cuanto su desarrollo, se refiere a la guerra de Ucrania, y el memorándum de Bucarest de 1990, por el cual Ucrania renunciaba a las armas nucleares depositadas en su territorio, provenientes de la recién desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a cambio de que se respetasen sus fronteras por parte del nuevo estado heredero de la URSS, la Federación Rusa.
Algunos “expertos” afirman que, si Kiev hubiera mantenido esas armas nucleares, no se habría desencadenado esa operación militar especial de Vladimir Putin (para los ucranianos invasión, claro está), a la que el régimen de Volódimir Zelenski le ha sabido hacer frente, con el dinero de la Unión Europea y las armas norteamericanas; y por supuesto, a costa de la vida de generaciones de ucranianos, muertos en la trituradora de carne rusa, así como del exilio y huida de prófugos y sus familias, en un porcentaje que oscila, según la fuente, entre un timorato 20 % y un abultado 35%.
En este conflicto, tras la gestión belicista de la administración de Joe Biden, el presidente Donald Trump no ha logrado cumplir su bravucón objetivo de llevar la Paz en 24 horas, por lo que ha sido objeto del señalamiento de la progresía, transmitiendo un exacerbado ánimo belicoso, y eso que, teóricamente, alardean de ser grandes pacifistas, ya saben dime de que alardeas y te diré de que careces. Porque recuerden aquellos que defendieron el eslogan de, “OTAN de entrada No”, y después alguno de ellos (el ministro socialista, Javier Solana) fue líder de la organización atlántica, en concreto Secretario General de la OTAN.
Y el tercer conflicto, en el que el factor nuclear ha sido determinante últimamente, en este caso, para el fin del conflicto, ha sido el ocurrido entre Pakistán y la India, dado el peligro que entrañaba el enfrentamiento y posible escalada entre dos potencias atómicas. Los enfrentamientos, muy cortos en el tiempo y en acciones militares, entre estos dos países del subcontinente indio han resultado inesperados, en cuanto sus consecuencias bélicas, dado el triunfo de la tecnología militar china usada por Pakistán frente a la occidental-europea utilizada por los hindúes, en donde se ha puesto en evidencia las vergüenzas del armamento europeo, principalmente francés, por lo que los gobiernos europeos deberían tomar nota, y dedicarse menos a realizar políticas de empleo e industria (y negocios personales) con excusa del gasto Militar, y más política real de Defensa en el ámbito bélico industrial y tecnológico, recuerden la frase del político belga Mark Eyskens en 1991, de “Europa es un gigante económico, un enano político y un gusano militar.
En este escenario también Trump ha intervenido y ha logrado, como ocurrió en la guerra de los 12 días, poner Paz donde había discordia, siendo considerado un auténtico héroe en aquella región (lo he podido escuchar directamente de un paquistaní). A diferencia del premio Nobel de la Paz Barack Hussein Obama II; pues Obama no puso fin a ninguna guerra, y no olvidemos, que según el relator especial de la ONU para lucha contra el terrorismo y Derechos Humanos y de la ONG Human Rights Watch su administración usó y abusó, parece ser, de un gran número de drones para ejecuciones extrajudiciales. Aunque eso sí, a las pocas semanas de empezar su mandato, en un discurso en Praga en abril de 2009, expreso su deseo de un mundo sin armas nucleares ¡siendo él, el mayor poseedor de bombas atómicas! palabras que le valieron un premio Nobel de la Paz radiactivo; a eso se le llama imponer el relato, tanto tanto, como querer acabar con la prostitución después de haber disfrutado/abusado de ellas, o perseguir a defraudadores fiscales para posteriormente beneficiarse de ellos.
Cosas veredes y atómicas, amigo Sancho.